De libertad de expresión y respeto al ser humano
La libertad de expresión como derecho humano es siempre objeto de defensa. Eso es indiscutible. Sin embargo, en lo personal a mí la discusión sobre cuán libres podemos llegar a ser en relación a este tópico siempre me genera una polémica interna. Yo defiendo el libre pensamiento, la libertad de opinar, la libertad de crear. Usted está leyendo mis opiniones gracias a la libertad de que hago uso. Pero hay momentos en que reconozco que me provocaría eliminar del aire un programa, quemar una revista o tirar la radio. No solo porque el programa o la lectura no sean de mi agrado, sino porque el contenido a que se refieren es irrespetuoso, degradante y hasta morboso. Estoy seguro que a más de uno le ha pasado
Sirvan como ejemplo algunos programas ‘de farándula’. Aquéllos donde se ventilan las intimidades más subjetivas de personas públicas y donde se expone y humilla aspectos que a nadie interesan o que nada positivo alcanzan con esa información. Otro caso son las fotografías, los reportajes o los programas donde se afrenta al prójimo y se le hace llorar, avergonzarse y ser centro de burla. Como en aquellos donde hay un juez que cuando descalifica a un participante, se mofa y lo ridiculiza frente al público. ¡Y lo más grave del caso es que pareciera que cada vez ese tipo de programas se copia y se reproduce en mayor cantidad de sitios en todo el mundo! Es entonces cuando me pregunto ¿Cómo es posible que se permita una ofensa, un ridículo, una agresión de tal tipo a cuenta de que gozamos de libertad de expresión?
Peor aún, consideramos que las ‘malas noticias’ son, en este caso las ‘mejores noticias’. Hágase la idea de que un actor muy conocido, un político o un deportista utilizan drogas. Eso sale en todos los medios de comunicación del mundo. Se los desgracia, se les somete al escarnio público y se les deshonra. Pero si la misma persona se somete a una cura y rehace su vida, pocos, poquísimos, son los casos en que se hace referencia en algún medio y se le coloca como ejemplo de lucha para seguir adelante. Siendo esto así, al parecer, las ‘buenas noticias’ pocas veces son ‘noticia’.
Es precisamente ahí cuando empezamos a debatirnos entre el derecho a expresarnos libremente y el derecho que tiene todo ser humano a ser respetado. A lo mejor habría aspectos que mejorar o estudiar, previos a emitir juicios que puedan afectar el honor y la vida de los sujetos de la noticia y que nada aportan, antes bien, arrojan duda, especialmente cuando no se tiene como respaldo una fuente seria o una investigación suficientemente confiable como para lanzarla al mundo y producir un ciclón de calumnias o descréditos, solo por ‘ser noticia’.
Naturalmente y, es justo decir también que afortunadamente, esto no suele ser así en todas partes del mundo y todo el tiempo. Hay medios de comunicación valiosísimos y con un código de ética reconocido e intachable donde se hace uso de la libertad de expresión con independencia editorial y abiertos a todas las opiniones, como debería ser. Pero también lo es decir que hay muchos medios que deberían ser objeto de revisión a la hora de enfrentarse a la conciencia del ‘deber ser’ de la comunicación en masa y en favor de la libertad, no el libertinaje, y la justicia.
El poder que ejercen los medios en las sociedades alrededor del globo terráqueo, hoy, más que nunca, con la inmediatez que nos concede la red en el ciberespacio, es enorme. Por eso, es indispensable examinar las posibles aristas que pudieran presentarse en la defensa de la libertad de expresión y revisar los valores así como reconocer los principios de pluralidad y equilibrio que deben imperar en la comunicación, teniendo siempre como norte el respeto a la dignidad del ser humano.