Opinión Nacional

De las leyes de educación y un poco más

Toda ley expresa siempre los niveles alcanzados por una determinada cultura. Estos niveles son del más complejo y variado orden. Son la expresión de las conquistas históricas de la humanidad, de la particularidad de su propia historia y de su historia política, donde se conjugan la consciencia social, la consciencia científica, estética y ética y, obviamente, son la expresión de las relaciones de poder, parte de la historia de la propia ley, su hic et nunc, que entran en juego en la conformación de la misma, y en donde prevalecerán siempre los intereses de las hegemonías mas que los valores, sus limitaciones, abiertas o encubiertas, pero también los avances en la comprensión humana que de una u otra manera se hace presente. Ha de observarse que al estudiar cualquier ley, ponerla como objeto de análisis, se puede inferir su cualidad en cuanto se ha señalado, y, desde luego, sus distancias. Ha de prevenirse que como los desarrollos y alcances de la ciencia, el arte y aun la ética, si a ésta la distinguimos de la moral que si bien puede tener fundamentos éticos, que pueda concebirse incluso como parte de la ética, y jamás su inverso, es decir que la moral comprenda la ética, no están determinados por relaciones dogmáticas de causa efecto. Una ley, a pesar de su inmanencia, de su finalidad inmediata, puede llevar y consagrar valores universales que la hagan trascendente y pueda permanecer largo tiempo su vigencia. Cuanto se ha dicho, aun en la mas avanzada de las leyes, cada ley tiene siempre una finalidad coercitiva, mediante la cual se regula la conducta social, la conducta del individuo, tanto en sus relaciones ante el Estado cuanto las relaciones de unos con otros. Y en esta regulación se determina la cualidad del modelo de estado, del modelo político, así pues, en la medida en que una Ley garantiza mayores grados de libertad que otras, se puede determinar la cualidad política de esa sociedad y, como se observó, su visión de futuro. Habrá, pues, leyes mas abiertas según en ellas se preserve y desarrollen modelos democráticos o se ajuste a modelos autoritarios, no importa si en este modelo autoritario es teocrático, autocrático, o variantes como las dictaduras constitucionales. No puedo menos que observar que cuando una ley apunta a valores esenciales del hombre y sus mandatos son transparentes, su validez se hace casi inamovible, insuperable. Sea como ejemplo Las Tablas de Ley de Moisés. Y su contario la Ley del Talión, privilegio a la venganza que a la justicia, presente aun en algunas culturas, pero negada por la inmensa mayoría de la humanidad
Esto señalado se puede precisar de este modo. En la legislación de esta era, los alcances universales contenidos en la Declaración de los Derechos Humanos, de la Tolerancia, de los derechos económicos, culturales, de la mujer y el niño, entre tantos, han de ser incorporados al cuerpo constitucional de cada país que miembros sea de la ONU, a sus leyes especificas. Para el caso venezolano este compromiso ético, esta conquista de la humanidad, se reconoce en el artículo 23 de la Constitución. El artículo es muy claro y de una magnánima amplitud. Necesario es observar que está apareciendo un orden jurídico internacional que necesariamente rebasa las fronteras de las naciones, que no solo juzgue y castigue los crímenes de lesa humanidad, sino también que se va conformando un proyecto cada vez mas asumido, en relación a la sociedad global, cuyos riesgos y desequilibrios deben preverse y evitarse. Problemas tales como la ecología, el terrorismo, los fundamentalismos, reafirmación de la tolerancia, libertad, derechos humanos, son parte de esta agenda universal que reclama a todos un consenso critico para garantizar cada día mas ampliare los siempre restringidos limites de la libertad, evitar los riesgos, garantizar la vida de la totalidad, en donde con redimensionamientos, nuevas definiciones, se aborden dialécticamente las relaciones naturaleza-sociedad-hombre, universo, lo cual supone necesariamente una nueva ética que sustente ese proceso.

En Venezuela las constituciones del 61 (“dura de matar”. R. Betancourt) y 99 (“la mejor del mundo. HRCHF”) son de una significación extraordinaria para nuestro proceso político. Situadas en su época son muy buenos modelos y la del 99 en material cultural, de derechos humanos, educación superior, es sin duda superior a su antecesora. Hágase la salvedad que ambas constituciones hacen del presidente un zar, un jeque, el jefe de la tribu. Sea esa su principal aberración. Empero, las leyes conformadas bajo su orientación para hacer dinámica y en el campo de su especificidad, la aplicación de la Constitución del 99, ha sido negada. Más aun, entra en franca contradicción con sus principios. Reduzcamos a la LOE. Esta es una de las más evidentes pruebas. La hemos estudiado esto en otros textos y contextos, de modo que valga señalar el carácter unidimensional de la Ley, al reducir la universalidad de la educación e información abiertas, y negar espacio para la diversidad, la tolerancia, la crítica. Al convertir al Estado en un absoluto por encima de la historia, la razón, el hombre, negando principios que Venezuela ha suscrito ante la UNU- UNESCO, negando –de manera flagrante – a teóricos como Carlos Marx, para quien el devenir de la humanidad hace de la libertad su núcleo, el hombre libre de alienaciones, y por ello, imperiosamente se tiene que eliminar el Estado. Otras nociones de esta ley son ambiguas. El humanismo, que entenderá la ley por ese ubicuo sustantivo? Humanismo cristiano, Existencialista, Marxistas o fascista? Y como habrá de entenderse por educación que sigua las orientaciones del Libertador, cuando este no tiene una teorización –que si la tuvo genial sobre la política – sobre la educación, pero lo poco que tiene disperso, es tan bueno que pudiera hablarse muy bien de su visión de la autonomía universitaria, de la misión de la educación, sobre el papel de la religión en la formación humana, etc.

Volvamos a las LOAS. Un producto del consenso y, la otra, parto fundamentalismo del PSUV, su líder máximo y su máximo líder, del ministro Navarro, entre sus más ´conspicuos´ representantes. Estas dos leyes tienen el mismo defecto teórico. Apuntan hacia el pedagogicismo, del cual es el Estado docente es su padre ejecutor, tutor, y protector, la otra, la del consenso, el pedagogicismo en manos del gremialismo. En ambos modelos, la misma enfermedad: son profundamente reaccionarios. Modelos para la adecuación, para la sumisión, en lugar de proyectos para la creación, la subversión. De allí que en ambos modelos, la parroquia es el centro y el mundo se ignora. La ciencia, el arte, el juego, no tienen cabida, en ninguno de esos modelos, y reducen su óptica a esa ya agotada manía de conformar un currículo que desconoce una articulación cualitativa entre ciencia-arte-ética-sociedad. No ha de tenerse duda de que todo modelo educativito tiene por finalidad ajustar al niño, al joven, a adecuarse a los pseudovalores que garantizan el staus quo. Que las escuelas son el centro de momificación del ser, a partir de la enseñanza de lo muy codificado, desconociendo su proceso histórico, su cualidad epistemológica y axiológica (perdón por estas expresiones, pero acá son obligatorias) y por tanto el egresado de la escuela está domesticado e, incluso, imbecilizado. Y no hay manera de que esta verdad se supere. Una de las razones está en el objeto de estudio, que es siempre obsoleto con relación al hoy y su codificación es necesariamente cerrada, pero esta limitación puede aliviarse si la ley admite la pluralidad del pensamiento, su universalidad, y garantiza la libertad de cátedra, lo cual demanda de un maestro científica, ética y estéticamente muy bien formado, y de ese modo pueda ser guía en la búsqueda del saber y el conocimiento, de la creación artística, y no un loro satisfecho de sus muy bien ordenadas doscientas palabras.

Como se ve, el eje de ese proceso es el maestro y por tanto ha de garantizarse su muy elevado dominio del conocimiento y un recatado pero eficaz dominio de la escena, habida cuenta que el maestro es un actor, para en conjunto, maestro- estudiante, puedan acercarse críticamente el conocimiento, al arte, a la ética y, mas que ellos puedan participar en los procesos de creación. El pedagogicismo impide este modo de ser del maestro, porque concibe las herramientas por encima del propio trabajo. Las pedagogías asumidas como fórmulas dogmáticas para el proceso de enseñanza y tal vez de aprendizaje. El mayor ejemplo de esta aberración puede demostrarse fácilmente al ver los resultados. Así las universidades asumieron el rol de ser ellas las formadoras de los educadores (Facultades de humanidades y educación, cuya propia denominación corresponde a una ideologización en la clasificación de las ciencias, hay ciencias y hay humanismo, (no hay arte en ningún caso) hoy superada, pero que permite banalizar el oficio del maestro. El pedagogo puede enseñar de todo, sobre todo de todo cuanto no sabe, porque sabe como enseñar. Magnifico ejemplo de cómo enseñar nos ha dado a los venezolanos es Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles. Puede hacerse las observaciones que se quiera. Pero enseña música quien sabe música, enseña un instrumento si lo sabe tocar y la cualidad de su enseñanza es directamente proporcional al dominio, la virtuosidad que el maestro tiene de su instrumento. Pero la cuestión no acaba allí. El objeto de estudio es la música de valor universal. Que maravilloso sería si nos acercáramos a la matemática a partir de sus creadores y no de divulgadores que se alimentan de sus resultados. Que engordan repitiendo formulas de la geometría, el análisis, etc., a partir de formalizaciones cuya historia, constitución, proceso de creación desconocen. Allí se encuentra parte de las frustraciones de los niños, de la animadversión, de las aprehensiones que tiene el común de los niños, estudiantes, por la ciencia, por la matemática. Una buena ley de Educación ha prever un currículo que haga ir y crecer al estudiante tras la verdad tras la belleza, tras el placer.

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