De la responsabilidad política compartida
Podría decirse que desde el pasado año, cuando la juventud universitaria despertó de su letargo, se recuperó en cierta forma la participación política caída en el olvido después de las elecciones presidenciales donde el candidato opositor resultara perdedor. El silencio fue roto con protestas de los universitarios en defensa de la libertad de expresión, ante la amenaza de cierre, hoy ejecutada, a RCTV. Y más adelante el papel jugado por los estudiantes a la hora de llamar a votar en la consulta del pasado diciembre para la reforma constitucional, les daría un rol protagónico.
La actividad emprendida por la muchachada fue admirable para una sociedad donde el discurso de la anti política, el sostenimiento de la tesis del fraude en los procesos electorales y la abstención, habían hecho de las suyas con las consecuencias que todos conocemos. El detonante sorpresivo e inesperado fueron definitivamente los jóvenes. Es justo reconocer que la lucha por los derechos de los venezolanos, jamás antes, en los nueve años de gobierno chavista, había sido defendida por la juventud con tal brío.
A partir de este momento las muestras de apoyo han sido innumerables. Los medios de comunicación opositores, especialmente, y sin los cuales su efecto no habría sido el mismo, dieron y siguen dando amplio espacio a su participación. Hasta allí lo anterior es aceptable. Pero lo que nos preocupa, y es la razón de estas líneas, es que se llegue al extremo de endosar a los muchachos una responsabilidad que les coloca en el dificilísimo rol de ‘Supermanes’, imprescindibles para salir de la crisis. De este modo, la carga es arrojada, por rebote, desde la sociedad antichavista, sobre la espalda de unos jóvenes que, con todo el mérito que por sus actuaciones merecen, no pueden recibir con exclusividad y que, además, rebasa su resistencia física.
Los estudiantes han llevado a cabo una lucha pacífica y no contaminada por intereses de grupos políticos. Ha sido una lucha con personalidad auténtica y transparente. Ha conquistado oídos de una enorme cantidad de población en todo el país. Sin duda alguna, razones sobran para sentirnos orgullosos de su recorrido, pero de allí a otorgar toda la responsabilidad de lo que en el futuro político suceda en el país hay una distancia enorme. Adicionalmente, muchos de quienes les apoyaron hace apenas unos meses, lo hacían gritando que había aparecido una clase que ‘no era política’ y que eso era lo que el país necesitaba. Bajo ese absurdo, se sigue manteniendo la creencia de que todo lo político es malo y lo anti político es bueno. Eso no es cierto. Tan no lo es, que vemos que algunos de esos jóvenes empiezan a postularse como candidatos a concejales y alcaldes para los venideros comicios, unos, independientes, y otros, como militantes de agrupaciones políticas de poca edad. Podemos entonces hablar de una clase política emergente, con ideas nuevas, con ánimo fresco, y, si se quiere, sin ‘contagios’ del ‘pasado’ aún cuando hay quienes son hijos de militantes de partidos tradicionales.
Por otro lado, es en la práctica inadmisible adjudicar todo el peso de lo posterior a unos muchachos que están todavía en las aulas de clase formándose en disciplinas que les capacitarán para armar ese futuro que ansían para ellos y para nosotros.
Esa posición no solo suena excesivamente romántica sino puede acercarse a la comodidad de los sillones o a la irresponsabilidad. Venezuela nos pertenece a todos, y, afortunadamente, contamos con una generación que nos ha dado una lección magistral en cuanto a lucha pacífica corresponde. Pero la participación de todos es, más que necesaria, imprescindible. La sociedad en su conjunto está en el derecho y en la obligación de rechazar, respaldar o exigir lo necesario para su bienestar y desarrollo. No se puede responsabilizar a otros de lo que a cada uno toca. Y eso viene a cuento porque también los políticos son necesarios. No podemos seguir estacionados en la anti política que fue la propulsora de la llegada de Chávez a la presidencia. La dirigencia política de oficio deberá realizar su tarea. Nuestro trabajo será escoger, y sumar con los jóvenes, aquellos políticos serios y moderados que coadyuven en el proyecto a mediano y largo plazo que podemos cambiar y está por hacerse. La responsabilidad de los estudiantes debe ser compartida.