Opinión Nacional

De la emboscada simbólica

Maximizado el proceso político, parece (SIC) lógico que, cualesquiera de las dos opciones concurrentes, convertiertan los comicios presidenciales en una suerte de plebiscito a favor de una asamblea constituyente.  La corrección de la Carta de 1999, necesaria en muchos aspectos, conducirá a un replanteamiento extremo que pretenderá un signo definitivo, independientemente del porcentaje que obtenga la fórmula ganadora.

Tal replanteamiento, en una sociedad también artificialmente polarizada, promete la generación de conflictos de consecuencias impredecibles. Sobre todo, cuando tarde o temprano descubramos la falsificación  de las propuestas en boga.

Por ejemplo, el llamado Poder Popular para la construcción de un Estado Comunal. Poco importa que sea harto evidente el carácter antidemocrático del circuito comunalista que el oficialismo promueve, o la propulsión del clientelismo prebendario que impondrá la interesada distribución de los recursos públicos, reivindicando a las juntas parroquiales reemplazadas e integradas por aquellos que fueron elegidos a través de la votación directa, universal y secreta de la ciudadanía, por no citar la perversión de los mecanismos que sustituyeron al FIDES.

La maquinaria propagandística y publicitaria del Estado secuestrado, tiende a convertir a las juntas comunales (y los efectos que traerá en el reordenamiento territorial), en una demanda ciertamente incomprensible de constitucionalización, por más que contradiga los supuestos democráticos y participativos que dijo defender un día el constituyente. Tamaña legitimidad, forzada por la manipulación polarizadora, es una demostración adicional de la profunda violencia simbólica que padecemos los venezolanos, exhibiendo como sana y eficaz una alternativa que es la de un malintencionado retroceso de las instituciones republicanas.

El régimen está prefabricando la otra ilusión que jamás resistirá la prueba de las realidades, aunque probablemente se hará tarde para el arrepentimiento de sus propios y sectarios seguidores. Tratamos de una emboscada política más que dará alcance a justos y pecadores, porque todos – absolutamente todos – sufriremos las consecuencias.

Coletilla: No fue rendición de cuentas la de Chávez Frías, ni debate las distintas intervenciones de los parlamentarios. Una cosa y la otra siguen pendientes, obviando el espectáculo en el que se afana el oficialismo.

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