De golpes y constituyentes
Los venezolanos no escarmentamos. Nos hemos pasado 200 años apostando a soluciones mágicas: golpes, a veces llamados revoluciones, y constituyentes. Si con golpes y con constituyentes se construyera un país, Venezuela sería tremendo país. Solo Bolivia y Haití compiten con nosotros en el número de golpes y de constituyentes que hemos tenido en nuestra historia. Fui uno de los pocos que se opuso al último proceso constituyente celebrado en Venezuela.
Recuerdo que entonces dije que ese proceso era: inconstitucional, inconveniente, inoportuno, imprudente e innecesario. Hugo Chávez tuvo la habilidad de reunir a un grupo de distinguidos compatriotas para que lo ayudaran a promover esa constituyente. Lo que le interesaba a Chávez no era el texto de una nueva Constitución -la de 1961 era bastante buena-, lo que quería el nuevo caudillo era el poder absoluto, como efectivamente lo logró.
Testigos autorizados me han contado que Chávez no se preocupó del texto de la Constitución salvo para que lo complacieran en el nombre, República Bolivariana. Lo demás lo tenía sin cuidado. Prueba de eso es que «socialismo» no aparece ni una sola vez en el texto.
Ahora de nuevo surgen los que, abrumados por el desastre de los últimos años, se inclinan por la solución mágica: el golpe o la constituyente. Es inútil argumentar en contra. Piensan que el próximo golpe sí va a ser bueno, lo van a dirigir unos militares institucionalistas, quienes, por cierto, todos se han formado gritando la ridícula consigna de patria, socialismo o muerte y dando vivas al caudillo de turno ahora convertido en «Comandante Eterno», igual que Páez, Monagas, Guzmán, Crespo, Castro, Gómez, etc.
Yo alguna vez querría ver cómo se cumple una Constitución y no cómo se cambia. El problema de Venezuela no está en la Constitución, está en el incumplimiento de ella. De esta y de todas las anteriores y me temo que de todas las que puedan venir detrás de los próximos golpes, de las próximas revoluciones, de los próximos caudillos y de las próximas constituyentes.
Y una pregunta final: ¿quién va a convocar la próxima constituyente y con qué propósito? ¿Redactar un nuevo texto o tener el poder absoluto?
Seguiremos conversando.
Presidente de Ifedec