Opinión Nacional

¿De dónde son los cantantes?

“Por más que se tongoneen siempre se les ve el bojote”, esa frase como
tantas otras tomadas de la picaresca popular, fue utilizada alguna vez por
el comandante para atacar a la Oposición; pero como ha ocurrido con tantas
otras de sus ocurrencias lingüísticas (escuálidos, corruptos, golpistas,
megafraude, etcétera) las circunstancias han permitido que se vuelvan contra
él. No ha logrado durante los últimos meses esconder una sola de las
innumerables artimañas empleadas para impedir el acto revocatorio. Es tan
burda esa manera de actuar que apenas el reyezuelo emite una orden
disfrazada de inocente deseo o de un sueño que tuvo la noche anterior, su
séquito de ordenanzas lo interpreta como un mandato. El brillante abogado
Carrasquero, Presidente del Consejo Nacional Electoral -uno de los más
genuflexos de entre todos los mandaderos del jefe supremo- es de aquellos
que menos se cuidan de guardar las apariencias. Recordemos su inconmovible
negativa a crear más centros de votación para el referéndum revocatorio;
bastó y sobró que el toro que más micciona expresara en uno de sus Aló
Presidente cuanto le agradaría que el CNE aumentara el número de centros,
para que dos o tres horas después Carrasquero convocara una rueda de prensa
anunciando que lo haría. El bojote que se les ve por todas partes y en medio
de contoneos de diferente ritmo, es el saboteo del referéndum. La estrategia
se mueve en diferentes direcciones:
1ª Reeditar las imputaciones de golpismo a la Oposición; a este capítulo
pertenecen el sainete de los paramilitares y los más recientes hurtos de
armamento y de explosivos en bases militares del Estado Carabobo. Ambos
hechos han sido de una chambonería tan evidente que un termina por pensar
que han sido ideados como producto de exportación; se trata de que la prensa
extranjera -poco familiarizada con esa forma tramposa y retorcida de actuar
un gobierno- recoja el hecho en su forma gruesa, sin digerirlo. De hecho,
los titulares de la mayoría de los periódicos del Exterior destacaron ambos
sucesos sin el condimento de la mano oficialista metida en la preparación
del guiso.

2ª Impedir que la Oposición reúna las firmas necesarias para revocarle el
mandato. Supongamos que el Gobierno se ve entre la espada de la condena
internacional y la pared de ser desnudado como una vulgar dictadura y no le
queda más remedio que permitir la realización del acto comicial el 15-8; la
genialidad de las planillas planas ha sido sustituida por las mudanzas de
electores ya identificados como opositores; por las trabas a los venezolanos
residentes en el extranjero; por las máquinas cazahuellas y por la
destitución de 18.000 miembros de mesa que participaron en el Reafirmazo. En
el supuesto muy cuesta arriba de que éstos puedan ser sustituidos en el
tiempo que falta para el RR, es evidente que lo serán con adeptos al
chavismo. La verdad es que todo está dirigido a que el CNE se declare
colapsado y así impedir que el referéndum se realice en la fecha prevista o
para que el acto resulte interruptus.

3ª Los observadores internacionales: un oscuro personaje de apellido
Battaglini, miembro del directorio del CNE, ha sido encargado de abandonar
su anonimato y ocuparse del tema. Su trabajo se orienta en dos direcciones,
una es ofender, acusar, hostigar u omitir a los organismos con experiencia,
trayectoria y competencia en el tema –la OEA, el Centro Carter y la Unión
Europea – y la otra presentar una lista de supuestos observadores en las que
se mezclan personajes de la talla de Nelson Mandela y Gabriel García Márquez
con seres execrables como la mala Madre de Mayo Hebe Bonafini. Se añaden
incondicionales como el actor Danny Glover y parlamentarios europeos de la
extrema Izquierda que ya han hecho pronunciamientos públicos a favor de
Chávez. Lo único sorprendente de esa lista es la inclusión de Barbra
Streissand, de quien soy fan más que apasionada; no solo es la cantante que
más admiro sino que me fascinan su talento cinematográfico y sus posturas
políticas. Jamás he podido (ni podré) verla actuar en vivo; las entradas más
baratas de uno de sus últimos conciertos en Nueva York se revendían en tres
mil dólares y las de uno que ofreció hace dos semanas en Los Ángeles (como
parte de la campaña pro fondos de John Kerry), costaron veinticinco mil. La
pregunta no es quién paga sus honorarios sino quién convenció a una
luchadora incansable por la democracia y por la paz, de apoyar a un
gobernante de la calaña del que padecemos. Convencidos de que esta es una
mentira más del gobierno, les sugerimos –si de cantantes se trata- invitar a
José Feliciano y a Stevie Wonder, con veedores como esos no hay pele.

 
 

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