De chivitas expiatorias
El argumento más triste que tienen los gobierneros para defender a su líder es decir que las cosas siempre fueron así. Cuando alguien habla de la monstruosa cifra de venezolanos asesinados por el hampa, casi que se remontan a la muerte de Abel por su hermano Caín para absolver de toda culpa a quienes tienen que resguardar nuestras vidas.
Con motivo de la entrega de la más alta condecoración del Estado venezolano, la Orden del Libertador, a Muammar al-Gaddafi, dictador de Libia, ha vuelto a aparecer el nombre de la otrora poderosa Blanca Ibáñez. En algunos foros de Internet se ha recordado que esta dama siendo Secretaria Privada de la Presidencia (1984-1989) fue condecorada por su entonces jefe Jaime Lusinchi con los honores que hoy reparte Chávez a los peores sátrapas del mundo.
El argumento de los palaciegos es: “si ustedes permitieron que se condecorara a la abusadora secretaria del Presidente de entonces, ¿qué pueden decir ahora que Chávez le regala la espada de Bolívar al sanguinario y hambreador Robert Mugabe o llama “rey de reyes” y premia al déspota de Gaddafi?”.
Hasta ese extremo de banalidad han llegado los defensores del militarismo del siglo XXI. Es tanta su indigencia mental que la única defensa posible de las acciones de su jefe y ductor intelectual es repetir que siempre los gobernantes venezolanos han irrespetado las instituciones, incluyendo las condecoraciones.
Cuando llegó el declive del poder de Lusinchi – y de su actual esposa-, éste quiso salir en su defensa y la bautizó como “la chivita expiatoria” y así remarcar que a ella se le atacaba para desviar la atención y hacerla culpable de todo lo malo de su gestión. Pero lo cierto es que la Ibáñez si bien no era la mayor ni la única responsable de los errores y corruptelas de ese gobierno, sí había ejercido ilegalmente funciones para las cuales no había sido elegida y, por lo tanto, no era inocente, no era tan “chivita”.
Este régimen, que se apresta a cumplir once años, no ha sido capaz ni siquiera de tener un chivo expiatorio que cargue con las culpas del grupo más incapaz y corrupto que ha ejercido el poder en Venezuela. Hubo algún intento de mostrar que se perseguía a los violentos al detener a la líder chavista Lina Ron, pero ya fue liberada de la prisión a la que fue sometida después de invadir la sede de Globovisión y agredir a sus empleados.
Mientras los periodistas Azócar, García y Ramírez y los once empleados de la Alcaldía Mayor están presos, teniendo derecho a ser juzgados en libertad, Lina Ron está en la calle para seguir amenazando a los medios opositores y a sus dueños (“objetivos militares” los ha declarado).
Pero en lo que si está clara Lina, fallida chivita expiatoria, es en no hablar del enriquecimiento de los jerarcas chavistas y en el despilfarro que hace su comandante recorriendo y regalando por el mundo.