¿Cuántos Chávez viajaron a Madrid?
Hubo una vez un hombre, Harry, llamado el Lobo Estepario. El andaba sobre dos piernas, usaba ropa y era un ser humano. De todas formas, él realmente era un lobo de las estepas. El había aprendido un montón de todo de lo que la gente, con una mente justa, puede, y él era un muy astuto sujeto. Lo que él no había aprendido, sin embargo, era esto, encontrar satisfacción en sí mismo y en su propia vida. La aparente causa de esto era de que en el fondo de su corazón él supo todo el tiempo (o pensó que sabía) que él en realidad no era un hombre, sino un lobo de las estepas.
Herman Hesse, Der Steppenwolf, 1927.
Digiriendo las informaciones internacionales sobre la participación de Hugo Chávez Frías en la Cumbre entre la Unión Europea, Latinoamérica y el Caribe celebrada en Madrid el 17 y 18 de mayo de 2002, me vino a la mente la magistral obra del Premio Nobel de literatura de 1946, Herman Hesse, titulada Der Steppenwolf -El Lobo Estepario-, sobre todo al recordar su descripción de las numerosas facetas de la personalidad de Harry, el protagonista de la obra.
El más prominente Chávez, pero aparentemente invisible a los analistas políticos, fue Chávez el comandante. Un Chávez que debería recibir más atención porque es la principal fuente de los desastres políticos y económicos que su gobierno ha creado en Venezuela y en las relaciones de este país con la comunidad internacional.
Un comandante de un batallón venezolano de paracaidistas, es para sus subalternos como una especie de dios. Tiene la absoluta potestad de no escuchar a ninguno de ellos y de exigirles -so pena de sanción- llevar a cabo rápidamente y sin chistar, hasta el más mínimo de sus deseos. También, cuando asiste a reuniones de comando y estado mayor, los comandantes deciden que debe hacerse y después se lo transmiten a sus subalternos para que lo lleven a cabo.
Por eso, Chávez el comandante, cree que las cumbres políticas internacionales, son como una reunión de comando y estado mayor -una reunión de jefes llevada a cabo para tomar las decisiones que serán implementadas en cada uno de los países involucrados, una vez finalizada la cumbre-.
Por ello, asiste a ellas con las manos vacías; es decir, sin los tradicionales voluminosos cartapacios de minuciosos acuerdos al que han llegado los multidisciplinarios y plurales equipos de los países, que trabajaron meses -y a veces durante años- previos a la fecha de la cumbre. A Chávez -el comandante- no le gusta para nada, que su tarea en las cumbres sea principalmente la de colocar la firma de su país, en los acuerdos previamente negociados… ¡Eso jamás ocurre en un batallón!.
Ello también se observa en su conducción del gobierno venezolano: no consulta ni escucha a nadie, simplemente le imparte órdenes -no sólo a su gobierno, sino a toda la sociedad- para que sin chistar procedan a implementarlas.
Su concepto de democracia, consiste en «no sancionar» a los que se rehúsan a cumplir sus órdenes. «No hay un sólo preso político en mi gobierno. No hay un sólo periódico clausurado». Pero al igual que un comandante de batallón paracaidista, ante señales de renuencia subalterna, realiza rodeos y maniobras hasta que consigue que los subalternos le obedezcan. Claro, en una sociedad democrática como la venezolana no se produce el mismo resultado que en un batallón, sino la agudización y radicalización de los conflictos y las oposiciones a sus órdenes.
Chávez el Che, fue otro de los que asistió a la cumbre de Madrid. Porque en forma similar al discurso del Che Guevara en Punta del Este, Uruguay -el 8 de agosto de 1961- ante la Quinta Sesión Plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social, donde éste dijo: «Tengo que decir, señor presidente, que disiento, en nombre de Cuba, de casi todas las afirmaciones que se han hecho…».
Por ello, Chávez el Che, le dice a los 49 jefes de Estado y de gobierno -reunidos en Madrid para reafirmar su compromiso con la democracia y el libre mercado- que «El neoliberalismo es el camino hacia el infierno»; y es el único mandatario que se opone a la solicitud de Colombia a la Unión Europea de que incluya a las FARC en su lista de organizaciones terroristas, porque de aprobarse, significaría que las FARC ya no sólo tendrán que combatir al maniatado ejército colombiano, sino a todo el mundo civilizado que se ha unido al llamado estadounidense a la guerra frontal contra el terrorismo.
Chávez el adolescente irreverente y guapetón, también acudió a Madrid. Porque no fue otro el que protagonizó la grosería de negarse a atender la invitación de su anfitrión, el Jefe del Gobierno español, José María Aznar, a reunirse con él, junto a los otros jefes de Estado de la Comunidad Andina; para de inmediato convocar a una rueda de prensa en la embajada de Venezuela, e intentar manipular desde allí, a la prensa madrileña e internacional, mostrándoles videos que «prueban» que fue un «golpe fascista» el que lo derrocó el 11 de abril, mientras «seis millones» del «pueblo venezolano» lo regresaron al poder.
Con razón, más tarde ese día, Chávez el payaso, fue incorporado a varios programas de humor de la televisión española.
El único Chávez que Venezuela -y la comunidad internacional- necesitan, es Chávez el ex-presidente.