Opinión Nacional

Cuánto cuesta que Chávez profane tumbas

Probablemente en la historia de Venezuela no logré conseguirse otro ejemplo que pueda reflejar actos repetidos de insania mental en un presidente, como los que ha ofrecido Hugo Chávez desde su llegada al poder en 1999. El más peculiar de todos es su novísima obsesión de recoger restos de muertos célebres y de desenterrar los que se encuentran descansando ya en suelo patrio. Definitivamente, este asunto de los cadáveres de los próceres ha dejado entrever que Chávez no anda bien de la cabeza y que por su afán de mantenerse en el poder, es capaz de todo, incluyendo querer reconstruir la historia manipulando los hechos a su antojo.

Fue bochornoso el espectáculo de profanar la tumba Bolívar, en la madrugada del 16 de julio de 2010, para verificar de qué murió, e imperdonable,  el pago de una fortuna a genetistas de la Universidad de Granada y del IVIC, para iniciar un estudio de ADN de cientos de miles de huesos que se encuentran en la Carraca, (Cádiz) para ver si allí se encuentran los que pertenecieron al Generalísimo,  Francisco de Miranda, muerto en esa cárcel en 1816, y cuyos restos fueron tirados, junto al de los otros presos, en una fosa común.  

 

        En la hora de caos que vive Venezuela no puede permitirse un  derroche de recursos en tan extrañas y obsesivas actividades. Muchos se preguntan cuál es la verdadera razón que encierra  esta cadena de disparates en plena recesión económica.

Hasta ahora no se sabe cuánto costó el show presentado por Chávez aquella madrugada en cadena de radio y televisión, dejando al desnudo el supuesto cadáver de Bolívar, que sin permiso de los familiares, fue desenterrado frente a los ojos horrorizados de los venezolanos, que no son capaces de comprender por qué el jefe del gobierno, en lugar de gobernar para resolver las necesidades del pueblo, se dedica a profanar tumbas y a buscar muertos famosos.

¿Cuál es la verdadera intención de Chávez?

 Además de desviar la atención sobre los graves problemas que enfrenta la población venezolana, que no se reducen a la inflación, devaluación, escasez de alimentos, inseguridad, violencia, desempleo, hambre, desnutrición,  pésimos servicios públicos, descalabro del sistema educativo, de salud y de infraestructura, etc, Chávez pretende seguir monopolizando la opinión con  el abuso de elementos de distracción, que dejen de lado la discusión de los verdaderos asuntos que ocurren en el país, y que deberían ser objeto de ejemplarizantes sanciones, por parte de organismo democráticos internacionales. Las elecciones de septiembre y su bajón en las encuestas, también lo impulsan a lanzar cortinas de humo, asesinatos de muertos, y alocadas hipótesis de guerras, magnicidios e invasiones.

Utilizar las figuras de Bolívar y de Francisco de Miranda para tapar sus faltas, manipular a los venezolanos representa definitivamente el colmo del cinismo, y deja claro, que Chávez sufre de un problema psiquiátrico, lo que lo convierte en una amenaza para el país y la región.

Seguramente, ninguno de los serviles funcionarios del régimen ha tenido el coraje de pararse frente a su jefe para informarle cuánto cuesta el dispendioso desentierro de Bolívar, y la elaboración de cofres y sarcófagos en oro y piedras preciosa, además de las pruebas del ADN, tanto de los huesos del Libertador como la revisión científica de cientos de miles de huesos mezclados donde, posiblemente, podrían estar los de Miranda.

Los venezolanos que viven en pobreza extrema en el norte o sur, este y oeste de los 916 mil 445 kilómetros cuadrados que conforman el territorio nacional, no entienden porqué no fluyen los alimentos, porque se va la electricidad y no funcionan los servicios, y por qué el gobierno “supuestamente” de los pobres y para los pobres, se gasta fortunas en escarbar osamentas de los dos muertos más célebres del proceso de  Independencia  y no trabaja para acabar con la inflación y la escasez alimentaria.

        Dentro de su locura, Chávez no es capaz  de sacar las cuentas y de verificar en qué partida del presupuesto nacional aprobado el año 2009, se encuentra una partida dedicada a profanar tumbas nacionales y fosas comunes extranjeras.

        El pobre argumento chavista de verificar sí el Libertador murió de tuberculosis o lo mataron los colombianos es absolutamente insensato, y rebela el bajo psiquismo que ocupa Miraflores en los actuales momentos. Asimismo, es imposible conseguir un  grado de cordura en los gastos que implican el desentierro de Leandro Miranda, hijo del prócer Francisco de Miranda, enterrado en un cementerio de Londres, para buscar el código genético y compararlo con miles de huesos hallados en la Carraca.

        Sería bueno que Giordani  informara a los venezolanos cuánto se va a gastar en las investigaciones genéticas que realizarán (por más de una década) los científicos para revisar las osamentas de los todos presos muertos en el siglo XIX en la fortaleza de Cádiz.  Sinceramente, la crisis económica que vive Venezuela y que acosa a los venezolanos de todas las clases, no es el escenario mas adecuado para la recuperación de muertos famosos.  Aún se desconocen los montos que se gastan en estos asuntos y que debería de incluir los gastos en los que incurrió el país para  apoderarse de los supuestos resto de Manuelita Sáez, amante del Libertador, que fueron objeto del show mediático del Chávez el pasado 3 de julio de 2010, cuando simbólicamente fueron colocados al lado de Bolívar en el Panteón Nacional del Caracas.

Como esta terrible representación del realismo mágico latinoamericano se niega acabar, se escuchan rumores que uno de sus funcionarios le comentó a Chávez lo bueno que sería para su gobierno”, trasladar los restos del Mariscal Antonio José de Sucre de Quito a Caracas, petición a la que seguramente su ferviente admirador, Rafael Correa no se negaría, y que a cambios de unos cuantos verdes.

Como quiera que Hugo Chávez haya llevado todos los elementos impensado a la arena política, una revisión de su descontrol mental pasa por revisar todas las aristas, incluyendo las que forman parte de un mundo mágico y  surrealista. Cualquiera que hayan sido las verdaderas razones que llevaron a Chávez a desenterrar a Bolívar y a perseguir la osamenta de Miranda, queda claro que su proceder no forma parte de la normalidad, y que lo aleja de lo que necesariamente un país destruido  y desestructurado como Venezuela requiere para salir del abismo en el que se encuentra, para enrumbarse hacia la perspectiva de desarrollo y bienestar que perdió en el siglo XX.

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