¿Cuántas divisiones tiene la V Internacional?
La convocatoria de Hugo Chávez para constituir la Quinta Internacional «de la izquierda verdadera, dispuesta a hacer frente al imperialismo y al capitalismo», es, ante todo, una estratagema defensiva del Presidente frente a la manifiesta voluntad de Obama de acabar con la Revolución bolivariana por la vía militar.
La de facto declaración de guerra de Obama al Palacio de Miraflores se deriva de su descarado apoyo a la dictadura militar hondureña; de la preparación de la guerra de agresión contra Venezuela o cualquier otro Estado progresista de América Latina desde las bases militares colombianas; y la reciente amenaza de operaciones militares dentro de la potencia nuclear Paquistán aún contra la voluntad del gobierno constitucional paquistaní.
La actitud bélica de Obama obedece a la lógica de dos instituciones imperiales a que sirve: la Doctrina Monroe y la Presidencia de Estados Unidos. La Doctrina Monroe que Obama trata de imponer militarmente es, y siempre ha sido, un proyecto hitleriano de conquista —con la única ausencia de campos de aniquilación industrial— que ha provocado durante dos siglos el derramamiento de ríos de sangre en América, con sus métodos de “limpieza social” y aniquilación de la resistencia.
Sobre la naturaleza de la presidencia imperial de Obama tampoco hay incógnitas ya. Fomentando ciertos derechos civiles dentro de Estados Unidos, impone brutalmente los intereses imperialistas en el Tercer Mundo, tal como hicieron John F. Kennedy contra Cuba y América Latina y Lyndon B. Johnson contra Vietnam. Es la encarnación perfecta del axioma de Theodore Roosevelt: “Si la nación americana habla suavemente…y mantiene en el más alto nivel a su Armada de Guerra, la Doctrina Monroe llegará muy lejos.”
Bajo el breve gobierno de Obama se han realizado más ataques con aviones teledirigidos (Predator) desde el Pentágono y la CIA (Washington) contra provincias paquistaníes que en todo el gobierno de George W. Bush. Recientemente, al decidir aumentar sus fuerzas militares en Afganistán en treinta mil tropas más, la Casa Blanca informó (sic) al gobierno paquistaní que atacará con fuerzas especiales y aviones teledirigidos blancos “terroristas” en Baluchistán, con o sin la autorización o colaboración de Islamabad. Si Washington actúa de esa manera frente a una potencia nuclear asiática hay que imaginarse que no haría en América Latina desde las bases de agresión colombianas.
El terreno de la amenaza es, por lo tanto, el militar y la única manera eficaz de contrarrestarla es con una fuerza de disuasión militar propia. Ante los tanques del enemigo sirven poco las manifestaciones civiles y la legalidad constitucional, como volvimos a ver durante meses en Honduras. Cualquier política de ampliación de alianzas tácticas o estratégicas es correcta, pero nunca puede sustituir a la disuasión militar. Esto quiere decir que la única respuesta real a la amenaza bélica de Obama contra Venezuela es un Bloque Militar Latinoamericano (BML), que abarque, como mínimo, a Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia y Argentina y que esté dotado de un sistema de defensa aérea y naval integrado, una doctrina militar compartida y fuerzas terrestres estandarizadas y coordinadas.
La V Internacional no puede ser, por lo tanto, como han sostenido algunos analistas, la respuesta a la ofensiva militarista de Obama, porque está situada en otra dimensión del poder, que la amenaza. Aquí no cuentan votos y cartas de protesta de intelectuales y partidos, sino cohetes y radares antiaéreos. Es la situación que resumió y resolvió Stalin en una sola frase, cuando Churchill y Roosevelt le plantearon que se debía invitar al Papa a las negociaciones sobre el orden de post-guerra: ¿Y cuántas divisiones tiene el Papa? Ahora, en algún lugar del infierno, Stalin estará preguntándose: ¿Y cuántas divisiones tiene la V Internacional de Chávez?
La V Internacional no puede ser más, en consecuencia, que un sustituto político a la respuesta militar real y necesaria. Si en esta dimensión puede tener algún éxito depende del Proyecto Histórico que Hugo Chávez puede ofrecer como centro de gravitación de un nuevo movimiento mundial antiimperialista. La Primera Internacional tuvo el proyecto de Marx, Engels, Bakunin et al; la Segunda desembocó en el proyecto socialdemócrata; la Tercera en el stalinista y el Socialismo del Siglo XX, y la Cuarta, en el trotskismo.
Objetivamente, Chávez solo puede escoger entre los cuatro paradigmas contemporáneos existentes: desarrollismo (hemisférico), neoliberalismo, Socialismo del Siglo XX o Socialismo del Siglo XXI. Las únicas propuestas de vanguardia posible entre esas alternativas objetivas son la combinación de desarrollismo y Socialismo del Siglo XXI o la evolución del Socialismo del Siglo XX al del Siglo XXI.
Esperemos que la V Internacional de Hugo Chávez —que nace como sustituto político de una necesidad militar y con una nomenclatura audaz, pero posiblemente autoderrotista en el paisaje mental contemporáneo— logre constituirse y cumplir alguna función necesaria para el anticapitalismo y antiimperialismo mundial. Pero, para que este éxito se produzca es necesario, que el comité preparatorio y el mismo Presidente no sucumben a las tendencias populistas y de improvisación que caracterizan a los sistemas gerenciales de la Revolución bolivariana.