Cuando la mente nos traiciona
En ocasiones los que nos dedicamos a escribir lo hacemos para nosotros mismos, es como si una parte de nosotros fuera capaz de ver más claro y alertarnos sobre una tendencia a permitir que la mente traicione nuestro empeño en ser felices y vivir con plenitud. Hoy, cuando siento que no alcanza el dinero para los gastos, cuando salir a la calle es un martirio por el exceso de tráfico, los huecos de la calle, la propaganda política mentirosa, el irrespeto a los ciudadanos por parte de un poder gubernamental grosero, la casi total ausencia de educación y buenos modales (te empujan sin ni siquiera ofrecer disculpas) y tantas otras cosas más, me refugio en mi habitación y comienzo a reflexionar sobre cómo no dejarme atrapar por el desconsuelo y las preocupaciones.
Entonces comienzo a respirar profunda y lentamente, como me enseñó mi maestro de yoga, me descalzo, alzo una plegaria a la Santísima Virgen y al Espíritu Santo para que pedirles fortaleza, paciencia y sobre todo, que no pierda la alegría. Hago la meditación del Camino del Diamante que aprendí con el Lama Ole Nidahl. Y una serena claridad me invade.
Me tercio el ipod con la música de Mozart, Telemann y Vivaldi que me grabó mi hija Lilian, y luego pongo un CD de música alegre y hago mis ejercicios. Después me dispongo a escribir, como ahora, sobre el privilegio de vivir. Comienzo a mirar la gran cantidad de palabras que aun tengo sin estrenar, pegadas en las paredes de mi casa, y de libros que aún no he leído. Los paisajes que me falta por ver, algunos en presencia y figura, otros abriendo, por ejemplo, la página venezuelatuya.com. O leyendo una revista como El Librero, fuente de promesas. Y si me levanto bien temprano, los amaneceres siempre serán distintos en mi terraza.
Abro los correos y la mayoría son amables, amistosos. Oigo las gratas voces de mis locutores favoritos, nuestros amigos virtuales, y en un santiamén se han borrado las nubes oscuras de mi mente.
Llego a la conclusión de que un soplo de brisa se llevó los nubarrones y de nuevo aparece la luz. Gracias a los maestros del camino por sus enseñanzas.
28 de enero de 2009
Círculo de Escritores de Venezuela