Cruzada democrática
En un reciente viaje a Buenos Aires, diversas personas (taxistas, educadores, libreros, entre otros) bromeaban conmigo al saber que era venezolano, pues según ellos el presidente Chávez le contagió su megalomanía a Cristina Fernández… Una vez trataba de replicar el guiño, ellos condescendían, casi felices, “no importa, no importa, ya le arrebatamos el Congreso a la Cristina y desde diciembre la oposición la frenará desde ese espacio”. Esa feliz afirmación era seguida por una interrogante: “Ustedes (los opositores venezolanos), ¿no piensan ganar sus elecciones parlamentarias?”
La inminente jornada electoral para seleccionar a los asambleístas más capacitados demanda planificación y toma de decisiones certeras en el ahora difuso sistema opositor.
Más allá de las “listicas” de cada columnista, animador y jefe de bancada partidista, es relevante determinar qué recurso humano necesitamos dentro de la Asamblea Nacional para tratar de contener la avanzada socialista del ejecutivo chavista.
La cruzada democrática que ahora iniciamos demanda experticia y sagacidad en el combate cuerpo a cuerpo con el Ejecutivo en sus áreas de mayor fortaleza: propaganda y “leguleyismo”. A su vez, es necesaria una representación de personas con sensibilidad, conocimiento y experiencia en los tópicos que afectan a la mayoría de los venezolanos: economía y petróleo, agricultura, seguridad, servicios públicos e industrialización.
La incorporación de los líderes regionales debe manejarse con transparencia y no reeditar la imposición de pseudo talentos capitalinos a esos curules. Tampoco necesitamos a los mejores en fabricar infamias o decirle palabrotas al Presidente de la República. Y no debo soslayar que debemos prepararnos contra la manipulación emocional de algunos actores que se creen con derecho hereditario a protagonizar esas listas. Por ejemplo, estar en una ONG o “ser joven” no son avales directos de eficiencia, sino que lo digan algunos de los líderes estudiantiles de hace un par de años que ahora dormitan en algunos cargos o juegan en las redes sociales con sus seguidores.
Necesitamos gente preparada, con experiencia en su área, entregada, valiente y con una hoja de vida íntegra para soportar la guerra sucia y ubicua que financiará el Poder Ejecutivo, ahora amenazado.
Más allá de la maniquea “unidad” lo que requerimos es pluralidad organizada en torno a un objetivo común: defender y mejorar el sistema democrático venezolano.
Esta cruzada demanda fe en nosotros mismos y, por qué no, puede asumirse como una religión en los términos sugeridos por el filósofo alemán Max Horkheimer, quien pasó buena parte de su vida estudiando y desmenuzando los liderazgos totalitarios y sus causas. Max define a la religión* como “el inextinguible impulso, sostenido contra la realidad, de que ésta debe cambiar, que se rompa la maldición y se abra paso la justicia”.
(*): Max. Horkheimer. Anhelo de justicia. Trotta, España, 2000.