Opinión Nacional

Crónica de los días de la Venezuela del Gran Apagón

Cuando hablamos de la “Venezuela del Gran Apagón” no nos referimos  en exclusiva a la que en un momento de mediados de mayo próximo puede aterrizar “técnicamente” en el siglo XIX  con el colapso del 70 por ciento del suministro de energía eléctrica, sino, igual y básicamente, a aquella que desde hace 11 años se ha hundido en la oscuridad de la desaparición de sus instituciones, el deterioro de los servicios públicos y el fin de la convivencia ciudadana, mientras un caudillo militar se entronizaba en el poder para aturdirla con alaridos que no promueven ideas, sino órdenes.

Y de la cual no podía derivarse sino la catástrofe producto de la desinversión, abandono y destrucción del sistema eléctrico nacional, que, unido a la severa sequía que castiga las cabeceras de los ríos que alimentan la represa de Guri, conduciría a las ciudades, pueblos, campos, fábricas, escuelas, liceos, universidades y lugares de culto sin luz que hemos conocido en los últimos meses.

De modo que, el empeño de Chávez de atribuirle la causa del desastre a la sequía que llama “el fenómeno del niño” -sin saber muy bien de que se trata- para escabullirse de su responsabilidad criminal, y ocultar que en el 2003 hubo un verano más duro y seco que el actual y  se neutralizo porque aun el deterioro en turbinas, termoeléctricas y tendidos no había llegado a su fase terminal, no puede ser más tramposo,  risible y demostrativo de que, en vez de un presidente, Venezuela tiene al frente de sus asuntos un cuentacuentos  mitómano y  prestidigitador.

Y que ahora, en los días del Gran Apagón, del eléctrico y del otro,   no pocas veces sustituye el uniforme de chafarote militar por otro más al día y acorde con los sucesos que lo rodean y acosan al país,  como puede ser el de pirata del caribe, con parche en el ojo, tricornio, pata de palo, garfio, loro al hombro y aro en las orejas.

Es el Chávez, también, que la ha agarrado por lucir  una espada que dice ser réplica de la del Libertador -aunque algunos de sus críticos sostienen que es más bien la de cualquiera de aquellos aventureros conque el pirata inglés, Amyas Preston, quiso tomar Caracas en mayo de 1595, siendo rechazados, según la leyenda, por Alonso Andrea de Ledezma- y que blande, algunas veces para amenazar a líderes de la oposición, pero otras al cielo que lo ha dejado sin lluvia y sin luz.

“Dios es revolucionario” dijo recientemente en una de sus cadenas de radio y televisión “y sucederá cualquier cosa, menos que no llueva antes de que Guri llegue a la cota de 240 metros bajo el nivel del mar y se produzca el Gran Apagón”.

Pero es que antes, el 10 de febrero pasado, creo, de la empresa estatal de generación hidroléctrica más importante del país, EDELCA, salió un comunicado donde su presidente, el ingeniero, Igor Gavidia, invitaba al personal a participar en un “clamor a Dios por la recuperación del Servicio Eléctrico Nacional y la superación de la crisis”.

“Por tanto” concluía “asistan al acto que se celebrará el 12 creyendo que se cumplirá lo que el Señor ha establecido en su palabra para nuestra empresa”.

Y como ese, pueden detectarse otros mandatos u órdenes que, bien por escrito o de palabra, apelan a la misericordia del Dios de Abraham para que nos libre, no del  diluvio, sino de las Siete Plagas de Egipto y salve del naufragio a este revolucionario que hace unos meses se declaró marxista y decidido a salvar del olvido a uno de los más grandes fiascos intelectuales de la historia.

En otras palabras, que no la comuna de París, ni la de Moscú, ni la de Pekín, ni de La Habana será la que experimentarán los venezolanos en los próximos meses o años, sino una suerte de comuna esenia o cristianoprimitiva, misturada con aquellos falansterios  que imaginó Fourier como base de su utopía y en la cual la palabra de Dios, es también la del Pontífice, Sumo Sacerdote o Profeta.

Lo cual no quiere decir, sino que el colapso del comunismo soviético y sus subespecies china, europea del este, coreana, cubana y vietnamita no pasó en vano y lo que veremos en Venezuela será una reposición o remake donde los matices materialistas y ateos son cauterizadas para dar pie a una versión basada en el Viejo y Nuevo Testamentos, los Manuscritos del Mar Muerto,  Los Hechos de los Apóstoles y las Obras Completas de Charles Fourier.

Un regreso a la Edad Media agustiniana, en fin, donde los hombres diseñan un plan de Dios que básicamente es el de la religión o sistema que el filósofo o profeta pretende establecer, pero no sin dotarlo de los elementos de presión o violencia en caso de que Dios, y la utopía que se le atribuye, fracasen.

De modo que, a Dios rogando y con el fusil amenazando, según vemos a Chávez, ya con la espada que él dice es una réplica de la del Libertador, y sus críticos de uno de los aventureros que acompañaron al pirata Amyas Preston a ocupar Caracas en 1595; o anunciando desde el Estado Lara que espera 6 aviones de combate chinos K-8W, o que en una semana llega el primer ministro ruso, Wladimir Putin, en plan de vendedor de armas, pero  todo dentro de la típica  simpleza chavista que, seguramente, concluirá, como el caso del Guri, pidiéndole a Dios que resuelva lo que su ingenuidad, prejuicios e ideologización no le permite resolver: la tecnología militar de Rusia y China es de segunda generación, y está a nivel de lo que en los medios especializados se conoce como “chatarra”.

Que son las definiciones que el marxismo ortodoxo, el de Rusia, China, Europa del Este, Vietnam, Cuba y Corea del Norte no pudo confrontar y lo precipitaron hacia el colapso, hacia el fin,  pero al cual Chávez le ha buscado un sustituto, un sucedáneo, el que pregona cuando dice que “Dios es revolucionario”, y el presidente de Edelca, Igor Gavidia,  “de que es el único en capacidad de resolver la crisis del sistema eléctrico nacional”.

De modo que, a medida que nos aproximemos al Gran Apagón, no apelaciones a Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao y Castro, sino a los mismísimos Jehová, Jesús, la virgen María, o a sus versiones vernáculas: María Lyonza, el Negro Felipe, José Gregorio Hernández, el ánima de Taguapire  y la de Juan Salazar.

  En otras palabras, que todo lo que Chávez necesita para hablar del “Socialismo del Siglo XX” como una seudoideología redentora en capacidad de maridarse  con el Sermón de la Montaña de Jesús, y la Ultima Proclama del Libertador, pero también con el Manifiesto Comunista de Marx, la Primera y Segunda Declaración de La Habana de Fidel, los discursos del Che Guevara y las canciones de Alí Primera.

Pero, igual y básicamente, con los sermones, ruegos y rezos de los brujos, babalaos y curas católicos y de otras confesiones que se lanzarán dentro de poco a los tempos y calles a suplicar que Dios  no abandone a su pueblo y pueda gratificarlos con unas lloviznas o unos pocos chaparrones.

La crónica, en definitiva, de los días de la Venezuela del Gran Apagón, que si me he  atrevido a graficar, no es porque es una profecía, sino porque ya está aquí.      

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