Crisis Nacional
Venezuela se encamina hacia una profunda crisis nacional de consecuencias impredecibles. Esta gran verdad la percibe en toda su gravedad Hugo Chávez. Esa es la razón de su desespero y de su incesante campaña electoral. Entiende que una derrota como la que se perfila en las elecciones de alcaldes y gobernadores producirá tal debilidad política, que difícilmente podrá evitar que se comprometan las propias bases de sustentación de su gobierno. No hablo de una conspiración y mucho menos de un atentado. Nadie está interesado en crear un mártir. Los sectores democráticos buscan con desespero una solución institucional, pero es imposible negar lo que será una realidad el próximo año. Los sectores populares que hasta ahora han apoyado a Hugo Chávez serán los primeros en lanzarse a la calle a protestar. Diez años de gobierno es demasiado tiempo. La propaganda y el abuso de poder no serán suficientes para lograr superar la inmensa decepción que ya existe en nuestro pueblo. La crisis política se transformará en un incontrolable estallido social. Un proceso de ingobernabilidad comprometerá aún más nuestro destino como país.
Para colmo, la crisis económica internacional tendrá efectos catastróficos. Esta realidad es imposible negarla. Está a la vista. Los precios del petróleo han caído el 50% en tres meses sin que todavía la recesión que se anuncia en los países industrializados haya realmente comenzado. Los economistas conocen a perfección la dinámica del capitalismo: expansión y recesión. No soy de los que creo que vamos a vivir momentos tan delicados como el crash de 1929, ya que el liberalismo tiene la experiencia del New Deal de Roosevelt y la visión Keynesiana. De todas maneras la crisis durará varios años. Lamentablemente, Venezuela no se preparó para enfrentar una situación tan delicada. A diferencia de Chile que creó un fondo macroeconómico para enfrentar una crisis económica con el excedente del precio del cobre, el gobierno de Hugo Chávez incrementó el gasto público y endeudó a Venezuela de una manera irresponsable en medio del esplendor petrolero. No contento con esto comprometió técnica y financieramente a Petróleos de Venezuela. El despido masivo de personal como consecuencia de la huelga de 2002, la ruptura de los contratos firmados durante la Apertura Petrolera y la generalizada corrupción tuvieron consecuencias: la producción se redujo en seiscientos mil barriles.
El presupuesto presentado por Alí Rodríguez Araque, ministro de Hacienda, es la primera señal de lo que afirmo. Imaginarse una recaudación que permitirá alcanzar 167,4 millardos de bolívares fuertes es de una ligereza realmente sorprendente. Esa cifra se basa en varios supuestos: una producción petrolera de 3, 6 millones de barriles diarios y 2, 9 millones de barriles diarios de exportación a un precio de 60 dólares por barril para lograr un ingreso de 77,2 millardos de bolívares fuertes y una recaudación no petrolera de 77,9 millardos de bolívares fuertes. Una verdadera falacia. La producción petrolera es de 2 millones ochocientos mil barriles diarios y la exportación apenas llega a duras pena a 2 millones de barriles diarios. El precio por barril es difícil de prever, pero será mucho menor que 60 dólares por barril. Además la recaudación no petrolera caerá de una manera significativa. La disminución del gasto público, la depresión internacional y las nacionalizaciones de las más grandes empresas venezolanas influirán decisivamente en ese monto. La inflación será mayor del 40 % y no habrá manera de evitar una devaluación. El ministro de Hacienda olvidó lo que debió ser el centro de su discurso: las medidas de austeridad. Conoce que esas medidas no le agradan realmente a Hugo Chávez.
La crisis nacional se perfila como una realidad. En el pasado, lo corto del período presidencial y el principio de la no reelección permitía superar la pérdida de popularidad de los gobiernos. Esa posibilidad no existe en el régimen chavista. Después de diez años de gobierno todavía faltan cuatro años de ejercicio presidencial de Hugo Chávez. Demasiado tiempo para superar la inmensa decepción que está surgiendo en los sectores populares. La oposición democrática tendrá que hacer un inmenso esfuerzo para crear en los venezolanos suficientes expectativas con un aplastante triunfo en las elecciones parlamentarias de 2010 para evitar la crisis social y el estallido de la violencia.