Opinión Nacional

Crisis con Colombia y polarización

A los amigos y vecinos colombianos los comprendemos de sobra por su indignación ante el presidente y gobierno venezolano. Nosotros tenemos cerca de 12 años acorralados por la violencia, padeciendo un show macabro, que dicho sea de paso, se encarga, ya no solamente de generar divisiones y confrontaciones de artificio generados por un discurso nazi- fascista que convoca deliberadamente al desencuentro entre  compatriotas, todo ello se junta con el dominio del hampa política y la común, que es muy común por cierto; también se viene haciendo con notable éxito denodados esfuerzos desde el poder para irnos dejando sin país. A Uds. vecinos que se empeñan en construir una nueva relación más transparente entre el gobierno con sus ciudadanos , obviamente  no puede serles grato , de ninguna manera, que el presidente de la nación vecina donde nació quien  dio  vida a la Colombia independiente y culminó exitosamente la gran hazaña del paso de los andes, triunfador de Boyacá y su mayor héroe Simón Bolívar, pueda servir de cómplice, aliado y protector de los enemigos internos de Colombia , de los auspiciadores de la violencia bárbara que por casi medio siglo ha tratado de ahogarle las respiración a ese  país preterido en  sus sueños de igualdad y justicia,  sembrando de miedo, delito y muerte su geografía , destruyendo y  socavado sus instituciones y enterrando toda posibilidad de convivencia civilizada.

No obstante, juzgamos saludable en aras de no abdicar de nuestra conciencia crítica apuntar que la  tragedia del problema colombiano es un largo conflicto que habiendo atravesado ya diferentes etapas le corresponde a sus elites políticas y económicas una culpabilidad dolosa ineludible, su indiferencia profundizó la incomprensión de las raíces de esa violencia, pues cuando pensaron que esta ya era importante y no podía permanecer olvidada, optaron más en instrumentar cómo terminarla que en cómo superar sus causas. Esa misma oligarquía racista  en el pasado fue la que se las arregló para sacar de los textos de historia a  Juan José Nieto Gil, primer novelista y  único presidente negro de la república colombiana (1861). Luce clave entonces a nuestro entender, no dejarnos manipular por las maniobras de un impostor como el presidente venezolano, cuyo propósito indigno es sacarle provecho a la patriotería nacionalista y procurar el olvido del saqueo del tesoro público de los venezolanos, la podredumbre inmunda de sus círculos de corruptos donde se encuentra él mismo y sus familiares, además del resto de  sus logreros  y muertos de hambre, así como su deseo de que olvidemos su descomunal fracaso como gobernante; pero es igualmente clave para los espíritus libres y críticos, no caer en apologías impropias sobre el gobierno colombiano y el origen secular de ciertos sectores codiciosos y privilegiados  enquistados aún en las estructuras de poder en Colombia que nada tienen de democráticos, pero que si poseen enormes ansiedades para lograr para Colombia el control de  partes vitales de nuestros territorios marinos y terrestres, litigios aún pendientes de resolución. Es una estupidez inexcusable  que de nuevo los demócratas venezolanos perdamos la brújula de los intereses de nuestro país por culpa de los escenarios delirantes que nos pone Chávez para descarrilarnos, carnada en la que solemos dejamos caer de bombita al percibir aquel la intensidad con que fácilmente mide  nuestro enorme desprecio por su gobierno de ladrones y malandros.

Ante las provocaciones del “sargento” gritón y reculón en vísperas de una gran  victoria del bloque democrático en las parlamentarias, resulta  de rigor  mantener la cabeza fría y a Venezuela en el pecho.

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