Contrafiguras: Rangel y Ortega
A pesar de toda la importancia del protagonismo de
masas apuntalado tanto de las que son favorables al
gobierno como los de la oposición, querámoslo o no,
para que haya posibilidad cierta de que el país
encuentre la normalidad que espante definitivamente la
anarquía, la ingobernabilidad y la violencia lo que
implica la minimización de la supremacía de lo
político, puede depender en mucho de la conducta y
responsabilidad que asuman determinados liderazgos
individuales específicos.
En este sentido resulta primordial en el cuadro
político, los movimientos y actitudes del
vicepresidente Rangel y el presidente del la CTV
Carlos Ortega. No incluyo a Chávez, porque es
justamente en él que se centra la polémica, al mostrar
una averiada capacidad de percibir la realidad, o en
todo caso, insolencia al querer someter la realidad,
cada día más hostil a imponer su proyecto hegemónico,
a la luz de los dictados de sus dogmas
revolucionarios, cuyo objeto es proseguir por el
camino del enfrentamiento que le asegure todo el poder
en una hipotética victoria decisiva contra sus
adversarios.
Rangel es verdad, que ha exhibido una lealtad con
Chávez que algunos califican como canina, siendo unos
de sus agravantes la consideración previa de ser un
hombre culto, resultando lo que hace ahora
inconcebible al seguir un libreto que luce
indefendible, y aún mas inconfesable.
No obstante, con la misma facilidad con la que se
separó de su amigo de todo la vida Luis Miquilena,
puede ocurrir con Chávez, en el momento menos
esperado, ¿ porqué no?. Sus dos discursos, uno
dirigido de manera deliberada a su jefe para
convencerlo de su compromiso con el «proceso», como
ese de señalar con falsedad vergonzosa que el paro
fracasó y el otro llamando al diálogo puede ser
sintomático de su doble juego. En política, sobre todo
cuando se trata de zorros consumados en su ejercicio,
no hay nada escrito de antemano.
Carlos Ortega por su lado, en sentido inverso al de
Rangel del cual se esperaba una conducta cónsona con
su trayectoria, ha sido un batacazo y ha conquistado
un liderazgo inesperado que se extiende mas allá de
los trabajadores. Si bien Ortega en algún momento, se
dejó llevar de un anticipado triunfalismo confiado en
que los paros y marchas obligarían a Chávez a
renunciar, ha mostrado ser un líder sensato con
sentido de las proporciones que influye y mucho- por
la credibilidad que se ha ganado a pulso y por su
coraje- en todo el espectro de la oposición. El ser él
ahora un impulsor del esfuerzo de la salida electoral,
le da más consistencia a la lucha y contribuye
positivamente a centrar el combate contra el chavismo
en términos políticamente efectivos y moralmente
aceptables.
Ortega ha dado lecciones de flexibilidad táctica, pero
también de convicción democrática. Su dignidad
descubre con cierto dramatismo la que hasta ahora le
ha faltado a Rangel, del que de muchas maneras siempre
se esperó reaccionaría y se amotinaría ante la
dinámica de ignominia e impudicia que cada vez con más
intensidad se ha posesionado del régimen .
Pero de algo de lo que no dudo es que, el
comportamiento que desplieguen ambos, los coloca en
lugares claves sobre la paz o la violencia en el
desenlace de nuestro futuro.