Opinión Nacional

Contra el golpe de estado constitucional

1.-

Que el teniente coronel Hugo Chávez no las tiene todas consigo en este, su segundo gran intento de golpe de Estado – esta vez empleando todo los poderes de los que se ha apropiado legal e ilegal, constitucional o fraudulentamente para imponer el degüello democrático bajo la mascarada de una reforma constitucional – lo demuestran sus idas y venidas, sus tira y encoge, sus señuelos y celadas. Todas hasta ahora ineficaces. Lo cual no significa que sean inútiles: no convencerá ni siquiera a su gente de la necesidad de aceptar pasiva y alegremente pasar bajo las horcas caudinas de su régimen castro-fascista, pero terminará imponiéndola a sangre y fuego mediante los poderosos recursos de que dispone: el uso desaforado de su poder corruptor gracias a los petrodólares y la siempre presenta amenaza de la violencia. Como lo demostrarán sus mercenarios policiales más y más. El tirano Gómez, su predecesor, le dijo en 1923 al historiador peruano Luis Alberto Sánchez, al despedirse de él con su mano enguantada en seda beige: “Es mi divisa: mano de hierro con guante de seda”. Si en la otra mano hubiera tenido el saco de morrocotas con que compraba a sus lacayos, tendríamos la perfecta imagen anticipatoria de Hugo Chávez.

El tira y encoge es lógico y corresponde a la verdad de los tiempos: ya nadie puede pretender que Chávez sea un demócrata y que su revolución sea pacífica y democrática. Ni siquiera socialista. A no ser los ignaros, los corruptos, los analfabetas o los ciegos. Así sobren, se vistan de regias vestiduras o vegeten en la miseria, ocupen los altos magisterios de sus repúblicas, vivan en la mayor indigencia en sus ranchos de latón o pontifiquen desde las alturas de la Organización de Estados Americanos. Chávez es un fascista que usa el socialismo como coartada y que pretende la cuadratura del círculo: degollarnos sin que sintamos el corte del pescuezo y ni siquiera chillemos. Su proyecto castro-fascista sólo es posible mediante la más brutal represión, la más desaforada violencia – así sea puntual, quirúrgica y selectiva – y la más infame de las manipulaciones mediáticas. Mediante el robo a mansalva o la violación descarada – como lo hiciera con RCTV – o mediante el crimen seudo legal: represión y presos políticos.

No importa que le sirvan los eternos lacayos – artista, cineastas, modelos e intelectuales inescrupulosos – que se arrodillan ante los autócratas seudo revolucionarios. Que los hay hasta provistos de premios nóbeles. Mucho más temprano que tarde y luego de imponer por las malas – que por las buenas ya es imposible – este fraude constitucional y este avieso golpe de Estado, tendrá que mostrar la más fea verdad de su régimen. La represión despiadada. La persecución abierta. El encarcelamiento masivo. La verdad tiene su hora.

2.-

Es lo que el chavismo y algunos opositores aún se niegan a aceptar: la Venezuela civilista, anti totalitaria y anti dictatorial es avasalladoramente mayoritaria. El rechazo a las pretensiones vitalicias del teniente coronel Hugo Chávez se ha extendido de tal manera, incluso entre sus seguidores, que éste se ha visto en la obligación de endulzar el veneno y dorar la píldora del socialismo del siglo XXI con señuelos estúpidos: medidas que no requieren de modificación constitucional alguna, como el recorte de la jornada laboral. Y ahora aceptando a regañadientes parcelar la propuesta, a ver si moviliza a quienes se niegan a servirle de comparsa. Su proclamada federación con la última de las dictaduras latinoamericanas, la Cuba castrista, ha espantado no sólo a muchos de sus aliados civiles, sino a los uniformados. Y con toda razón.

¿Podrían aceptar militares venezolanos que han hecho un juramento de lealtad con su máximo deber – la defensa de la soberanía – y que han arriesgado sus vidas e incluso visto perderla a muchos de sus antecesores ante cubanos invasores, aceptar que dicha soberanía sea ultrajada en manos de quien ha pretendido convertir nuestra patria en una satrapía? ¿Cabe en la cabeza y en el corazón de miembros de la Guardia Nacional, de nuestra armada, de nuestro ejército y nuestra fuerza aérea someterse a los dictados de un déspota agonizante cuya vida y cuyo honor no valen un centavo? ¿Cabe en el espíritu y la tradición de nuestras fuerzas armadas verse humilladas y sometidas a un miserable gobierno extranjero, sólo por satisfacer los delirios de quien ocupa temporalmente la presidencia de la república? Aún aceptándolo por “razones de fuerza mayor”, sin duda no dejan de tener presente que hay crímenes de lesa humanidad que no prescriben. Nüremberg está a la vuelta de la esquina.

Lo cierto, lo irredargüibles es que este proyecto de sometimiento al despotismo encuentra el más decidido rechazo en todo venezolano de buen corazón. No importa en donde se haya encontrado hasta ahora ni donde encuentren cobijo sus ideales de prosperidad y justicia. Desde el anuncio de este golpe de estado constitucional el país ha dejado de estar dividido entre chavistas y anti chavistas, entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, entre socialistas o capitalistas. Desde que se anunciara la pretensión del fraude constitucional, Venezuela ha comenzado a dividirse entre demócratas y dictatoriales, entre patriotas y anti patriotas, entre constitucionalistas y anti constitucionalistas.

Esa división llega para instalarse para siempre. No importa lo que suceda el 2 de diciembre. Inmediatamente luego del anuncio cantado del “triunfo” del Sí, este gobierno habrá perdido toda legitimidad. La nueva constitución será un fraude a la Nación, írrita por su propia naturaleza, ilegitima por donde se la mire. No habrá argumento ni poder que le otorgue visos de auténtica legitimidad. El derecho a la rebelión será el único derecho verdaderamente vigente. Todo lo demás será secundario, mezquino y deleznable.

3.-

Por ahora, se impone un no rotundo y categórico a esta farsa constitucional. Y a los mecanismos electorales que pretenden otorgarle visos de legalidad. Por ahora se impone un no rotundo y categórico a las secuestradas instancias del Estado que aceptan con mansedumbre y complicidad el envilecimiento de sus propias funciones. Desde el Tribunal Supremo de Justicia – que asiste impávido al asesinato de toda legitimidad democrática – hasta el sedicente poder moral. No se hable de la obsecuencia y servilismo del parlamento. Instituciones todas ellas avasalladas y corrompidas hasta la médula por este auténtico asalto a la institucionalidad democrática.

Se impone una masiva movilización de las fuerzas que se oponen a este asalto a la democracia. Un respaldo categórico a las iniciativas civiles que exigen el retiro de esta propuesta, que sólo acarreará la ruina de la república. Particularmente a la Iglesia, a las organizaciones culturales – las universidades – y empresariales, que han asumido la representación de los intereses de todos los sectores democráticos del país. Y especialmente al movimiento estudiantil, vanguardia activa en la lucha por la reconquista de nuestra democracia.

Se impone, asimismo, una perentoria exigencia a los partidos políticos para que, sin importar sus diferencias tácticas respecto del proceso electoral mismo, se unan para enfrentar los inevitables combates que se avecinan. Y encontrarán en las contradicciones que ya sacuden al régimen y en las reivindicaciones sociales que se desbordarán desde todos los rincones el caldo de cultivo de las luchas finales por sacudirnos la dictadura constitucional que se impondrá el 2 de diciembre.

El enfrentamiento con el castro-fascismo será inevitable. Su ruina, un hecho cantado. Prepararse para salir de este régimen al menor costo posible ya constituye un imperativo categórico. Prepararse para la reconstrucción del país y la reconciliación nacional, una obligación de todos.

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