Opinión Nacional

Contra el autoritarismo y por la autonomía

Nunca acabarán con la autonomía y menos en este tiempo donde se cuenta con variados recursos. Tendrán la resistencia de estudiantes, profesores y todos aquellos que saben o imaginan que para pensar se necesita libertad. Y también de aquellos que saben que donde no hay discusión no hay ciencia.

Son de imaginar los detenimientos y artimañas intelectuales de un recordado Profesor de la UCV, para racionalizar o entender epistemológicamente -y dentro de la posmodernidad- el autoritarismo pedestre y ramplón de los “revolucionarios”, con los cuales hoy comparte. Le pudo uno leer a ese Profesor sus críticas a todas las ortodoxias existentes. Pero también se le pudo leer a otro Profesor sus análisis del marxismo realmente existente y sus reflexiones sobre lo impresionante de los autoritarios –o al menos llamativamente centralizados- procesos de toma de decisiones en la China de hace varias décadas. Más aun, nunca olvidaré a un tercer Profesor cuando, cercana su jubilación, reflexionaba protestando, en un aula de clases, sobre como aquella se le convertiría si fuese su deseo, solo en una Blazer. Hoy día, su participación en la actual administración le habrá hecho olvidar aquella reflexión o le será una nimiedad. Reflexiones, dudas, críticas, pensamientos y vida académica que se desarrollaron todas en el contexto claro de defensa de la autonomía y de luchas contra el orden establecido.

Otros de los “revolucionarios”, hoy ministros o funcionarios exegetas de un régimen cuyas realizaciones son, en su mayoría, deformes y desviadas y miembros de una camarilla que se beneficia a si misma, usaron la autonomía para encapucharse, robar, generar disturbios y después correr a la universidad beneficiándose de la autonomía.

También estudiantes, lideres y profesores se beneficiaron de la autonomía para estudiar carreras de veinte años, no ascender en el escalafón, oponerse a los mecanismos de control de la repitencia o beneficiarse de becas y posibilidades que brindaba la cuarta república y la autonomía que en ella se le permitió a las universidades. Después de la renovación universitaria y del último allanamiento de que fue objeto la UCV durante la primera administración del Presidente Caldera, a inicios de los años setenta, esta institución –en lo que concierne a Ciencias Sociales y economía en particular- pasó a ser un nido permitido para manejar ideas izquierdistas. Le leí en días recientes a un antiguo cursante de postgrado del cual fui tutor, que el gobierno, del cual ha formado parte en varios cargos, debía cerrar el canal 2 porque la revolución -decía él- tenía que avanzar. Este joven, beneficiario de varios mecanismos de la democracia representativa y de la existencia de partidos de izquierda que esta permitió, le faltará poco para decir –si es que ya no lo ha dicho- que hay que acabar con la autonomía universitaria pues la revolución tiene que avanzar.

Varios que hoy día han participado o simpatizado con esto que llaman revolución en Venezuela, expresaron grandes preocupaciones porque en las Universidades cubanas no se leían determinados autores en las áreas de economía, filosofía o política. ¿Qué es la pérdida de autonomía sino la intención nefasta que algunos tienen de materializar sus intenciones de tener un pensamiento único? La izquierda latinoamericana y muchos intelectuales de izquierda en Venezuela criticaron el neoliberalismo porque esta era la representación de un pensamiento único. ¡Ah! ¿Pero si se trata de un pensamiento que alguien considera revolucionario, critico o de izquierda, entonces manejarlo o buscar imponerlo eso no es pensamiento único? ¿Quiénes enseñaran tamaño pensamiento? ¿Quiénes asumirán tamaña responsabilidad? ¿Cómo lucharán contra la expresión a regañadientes de Galileo, ante una de las más nefastas experiencias de alterar autonomías como era la de la terrible inquisición? La falta de teoría en general en países como Venezuela es un problema fundamental; pero en numerosos dirigentes y activistas políticos y universitarios, simpatizantes del actual proceso venezolano, es un amplio y profundo problema.

¿Para que sirvió vestir de uniformes a los universitarios chinos y a toda la población china en general, que hoy deleita al mundo con desfiles de moda en ciudades como Shanghái? Por lo visto pretenden ignoran los simpatizantes de Cuba que hoy hablan en Venezuela, las razones e inquietudes de los cantantes y el movimiento de la llamada Nueva Trova Cubana –al menos como se presentaba en los años setenta y ochenta-. ¿Cuanta fuerza les dieron los manuales de economía política y la ortodoxia irrestricta a los jóvenes soviéticos que en numerosos casos deseaban un blue jean? Todos estos menesteres sencillos están siempre acompañando a los que autoritariamente quieren alterar la autonomía de las universidades.

Desde hace tiempo sentí y afirme que en lo que creo es en la autonomía del salón de clases, en el sentido de que tengan cabida variadas líneas de pensamiento o de tratamiento de un problema, que pueden ser delimitadas y apreciadas por la comunidad académica en sus distintas expresiones y con el apoyo de las estructuras particulares de cada Universidad. Hoy día, ante tanta impertinencia, no queda más sino creer en la autonomía del salón de clases y en la autonomía de la Universidad en general. Las regresiones al autoritarismo latente y al extremismo rampante al que son sometidas las sociedades de estas latitudes y en la Venezuela rentista en particular, no encontrarán en la UCV sino resistencia al simplismo, al bajo nivel y a la intención de tratar de imponer una única manera de pensar. En otras universidades sucederá igual. El eterno retorno de Niestche no hará sino presentar a un pequeño puñado de necios que se enfrentarán a la voluntad fresca de estudiantes y profesores que no quieren ser controlados, manejados o conducidos.

Numerosos elementos tiene en déficit y en alta afectación –o interés de hacerlo- esta administración. Tres fundamentales son, en primer lugar, la libertad de expresión, con su nefasta actuación en cuanto a los medios de comunicación, donde ha conseguido aliados insignes que son potenciales defensores de cualquier plutocracia en el mundo, como es el caso de Gustavo Cisneros. En segundo y tercer lugar, la democracia y la autonomía de las universidades, de la cual fueron usufructuarios varios de los que hoy se presentan como impulsores de este episodio que llaman revolución.

Mientras se observan este déficit del lado de la administración actual, es visible como parte de sus intereses están en desviar la discusión a si en el campo de la academia y del conocimiento científico es igualmente representativo un arquitecto o un albañil, un historiador o alguien dedicado a echar cuentos, un picapleitos o un abogado. De la misma manera, se busca insistir en la importancia de iguales votos para elegir autoridades cuando se consideran estudiantes y profesores. Aun con las diferencias de los casos puede uno preguntarse: ¿Estará alguien pensando que, por ejemplo, en las instituciones armadas, tengan igual determinación, en procesos fundamentales, los soldados rasos y las instancias del alto mando militar? Peor aún, simpatizantes de la administración actual quieren desplazar la discusión a si en las Universidades ingresan miembros de tales o cuales grupos sociales, cuando resulta que se trata de una administración que ha decretado educación gratuita aunque hay sectores en las universidades públicas que bien podrían colaborar con ellas según sus niveles económico-sociales y ello podría redundar en beneficio de otros grupos de estudiantes de menores recursos.

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