Constructores de paz
En febrero de este año escribí un artículo en el que hablaba de la necesidad de tender puentes para lograr la paz entre los venezolanos. Hoy quiero insistir en ello nuevamente, porque lejos de un ensayo moralista, es una aspiración que estoy segura comparte gran parte de esa ciudadanía que añora vivir en un país próspero y seguro.
La única manera que existe para que un país progrese, para que haya bienestar y por encima de todo, para erradicar la violencia, es mediante la oferta de un campo donde exista la posibilidad de que germine la reconciliación, donde se ofrezcan garantías para la convivencia y el respeto mutuo, donde se construya la paz.
No me cabe la menor duda que el reto más difícil que enfrentará la sociedad venezolana en su totalidad, una vez salido Chávez de la presidencia, será el de lograr la reconciliación nacional. Tendrá que venir obligatoriamente una etapa de apaciguamiento de los caldeados ánimos de la gente que airada reclama castigo para los responsables de la crisis, que, especialmente estos dos últimos años, hemos atravesado llenos de intranquilidad y zozobra.
Indiscutiblemente, no será una tarea sencilla. Y no lo será, porque se nos hace difícil pensar que alguien a quien hirieron, torturaron, humillaron, perdonaría sin condiciones. Y también es complicado imaginar que alguien comprometido en la realización de tales acciones podría salir a la calle sin miedo a represalias. Sobran argumentos que sostienen la necesidad de justicia. La inmensa mayoría son válidos. El reto es de grandes magnitudes. La realidad inmediata forzosamente nos conduce a asumirlo sin dilaciones.
Una rápida lectura de historia nos da pruebas tangibles de que la reconciliación es posible.
Esa posibilidad se convirtió en realidad cuando los sectores adversos de algunos países entendieron que la manera de construir el puente que uniría las parcelas, era el diálogo, las negociaciones donde todos se beneficiaran. El resultado fue un acuerdo de garantías mutuas en pro de una paz duradera. La Europa de la posguerra lo logró, La Unión Soviética, Polonia, y acercándonos a nuestro entorno, Centroamérica, después de una cruenta guerra civil, también lo hizo. Los espacios para el debate de las ideas en una viña democrática se ampliaron, los actores se multiplicaron, y los ciudadanos de esas naciones construyeron la paz. No fue un hallazgo circunstancial, fue un trabajo de ingeniería descomunal, con bases profundas, con fundamentos sólidos, que ha demostrado que el puente para la reconciliación se construye con el aporte comprometido de los pueblos, de cada uno de los individuos de esas naciones.
Nos queda cargar un pesado saco de arena, pero valdrá la pena. La paz bien vale ese esfuerzo. Lo valdrá, en la medida que entendamos que dependerá del trabajo conjunto de cada uno de los venezolanos que, habiendo sangrado tristeza, rabia y desconsuelo, queramos tener un país donde haya espacio para veinticuatro millones de venezolanos más, donde quepamos todos, donde todos seamos constructores de paz.