Opinión Nacional

Constructor de instituciones

Robamos el título de estas líneas, y nos nutrimos para su redacción, del estupendo trabajo realizado por nuestro apreciado amigo y compañero de las páginas de El Universal, Luís Xavier Grisanti, quien muchos años después, desempeñó el mismo cargo donde se inició en 1936, en el campo público, su biografiado Manuel R. Egaña.

El doctor Egaña, nacido en Zaraza a comienzos de último año del siglo XIX, graduado en leyes en la Escuela de Ciencias Jurídicas de la Santa Capilla, comenzó su vida pública en el gobierno del general Eleazar López Contreras quien identificó, para llevar adelante su ciclópea labor, a un grupo de venezolanos que trabajaron inteligentemente para acometer y resolver los enormes problemas que planteó el tránsito de la dictadura del general Juan Vicente Gómez a la incorporación tardía de Venezuela al siglo XX.

La gran mayoría de los ministros y funcionarios de primera línea del gobierno del llamado “ronquito” fueron, sin lugar a dudas, hombres que le dieron lustre a la función pública y estuvieron bien lejos de sacar ventajas y beneficio propio de su desempeño dirigente.

Egaña, quien había comenzado sus labores en el Ministerio de Hacienda, pasó a colaborar directamente con Alberto Adriani, a quien a su deplorable muerte, sustituyó. Desde allí, la cartera de Fomento, conformó y dirigió la Comisión que redactó el Plan Trienal de 1938 que dio continuidad al enunciado Programa de Febrero de 1936 que trazó el camino de la evolución política, económica y social de Venezuela.

Su primera obra fundamental fue el diseño y promulgación de la Ley que le dio vida al Banco Central de Venezuela. Cuatro largos años (1937-40), llenos de labor constructiva y no falta de escollos, se sucedieron desde el nombramiento del grupo necesario para realizar los estudios, hasta la inauguración de esa institución fundamental para la economía nacional. Le acompañaron en esa oportunidad los señores Emilio Beiner y Xavier Lope-Bello.

¡Cuán lejos está el BCV de hoy, de los fundamentos establecidos entonces, y cuántas negras nubes se ciernen sobre su futuro!
Desde el Ministerio de Fomento, cartera que ocupó en tres oportunidades con tres gobiernos distintos, López, Pérez Jiménez y Leoni, adelantó una labor absolutamente cónsona y congruente con el nombre y el objetivo del ministerio. Lejos estaban las intenciones de sus creadores, de que ese despacho se convirtiera en una alcabala de coimas e inconvenientes para el comercio y la industria nacionales. Egaña promovió que el sector privado de la economía fuese eficiente y produjera bienes y servicios necesarios para el país, al costo más bajo posible. Estableció las bases de la adecuada supervisión e intervención del Estado como ente promotor, estimulador y contralor del comercio y de la industria, reservando el control de los precios para rubros fundamentales y en ocasiones extraordinarias. Fue un prudente nacionalista.

Desde ese mismo despacho, pues estaba dentro de sus funciones, se ocupó directamente de normar las actividades petroleras, dictó las políticas y adelantó los pasos que años más tarde, en 1960, permitieron la fundación de la OPEP.

Fue co-redactor, junto con eminentes venezolanos de la época, de la primera Ley de Hidrocarburos, encargada por el general Isaías Medina Angarita. También sentó las bases para el desarrollo de la Guayana venezolana.

Su retiro fue fructífero en obras y enseñanzas y siempre estuvo atento a criticar las desviaciones que sufrían la economía y la política nacionales.

Varias otras iniciativas de Egaña, que omitimos por limitaciones de espacio, han sido fundamentales para la nación, más o podemos terminar estas líneas sin describir su obra medular.

Junto con su esposa, Corina Pietersz Rincón, constituyeron una preciosa y valiosa familia que siempre tuvo su asiento en “Miralejos”, en la calle Los Mangos de La Florida. Ocho hijos, Manuel Simón, Carmen María, fallecida junto a su esposo en el terremoto de Caracas en 1967, Fernando, ya hoy fallecido, César, Valentina, víctima de cáncer en 1975, Corina Lucía quien falleció a los cinco meses de nacida, la siguiente Corina Lucía y Rosario, premiaron sus vidas aunque tuvo la desgracia de anteceder en el tránsito al infinito a tres de sus descendientes.

La lectura de la obra de Grisanti nos parece imprescindible para todo aquel que quiera a Venezuela, especialmente para quienes deseen o sean designados para llenar una función pública.

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