Constitución y violencia
Una Constitución es el pacto social básico de un país. En la Constitución están inscritas las fundamentales “reglas del juego” político, las reglas que norman el funcionamiento del sistema político. En un régimen democrático, es indispensable que estas “reglas del juego” sean consideradas legítimas por una inmensa mayoría de los ciudadanos. Por tanto, deben ser el producto de un amplio consenso nacional. Una Constitución aprobada por una minoría o una mayoría escasa y circunstancial, sería una Constitución de parte e ilegítima, tendría una precaria esperanza de vida y crearía las condiciones para la inestabilidad política. La única forma razonable, sensata y responsable de reformar o rehacer una Constitución es a través de un amplio consenso nacional. En caso contrario, se le abren las puertas a la violencia fratricida. Violencia que ya ha empezado. El mundo vio, “por sus propios ojos”, como hombres armados y encapuchados, verdaderas “squadracce” fascistas, les dispararon a los estudiantes que protestaban pacíficamente en contra de la “reforma” constitucional. El propio Chávez, en un reciente discurso, criminalizó las protestas estudiantiles y habló de que hay que enfrentarlas a “batazos”. Hay que recordar que, en 1924, un agresivo y encendido discurso de Mussolini, en contra de Giacomo Matteotti, líder de la oposición democrática, fue interpretado por algunos “chupamedias” fascistas, como un visto bueno del Duce, para darle una “lección”, que finalmente se concretó en su asesinato. Las palabras de los líderes son armas. La violencia verbal de un Jefe de Estado es irresponsable.
Las más recientes encuestas demuestran que una mayoría de la población rechaza buena parte de la propuesta constitucional, incluyendo importantes grupos y personalidades chavistas, como PODEMOS y el general Baduel, que se han sumado al llamado de votar NO, en el próximo referéndum. Hay una real oportunidad de evidenciar que la nueva Constitución se apoya en una minoría. Si se produce un fraude, en contra de todas las encuestas serias, será el inicio del fin del gobierno, como ocurrió con los fraudes de Marcos en Filipinas y en Ucrania. Votando podremos contar con el apoyo de los empleados públicos y chavistas descontentos, que no pueden dejar de ir a votar. La abstención desmoviliza el trabajo político de profundidad y más a largo plazo, absolutamente necesario para enfrentar las raíces del chavismo. La lucha contra el cambio constitucional ilegítimo es una batalla importante, pero no necesariamente la última.