Opinión Nacional

Conspirar ¿Nueva diplomacia?

Otros, son de reciente cuño sin que sean atendidas formas de resolución en el corto plazo. Su retrasada concepción de gobernar mediante la emperifollada excusa de “construir patria”, está revolviendo terriblemente la geopolítica latinoamericana. Sus injerencias externas son insistentes. No acepta opinión de nadie en medio de sus asuntos. Pero refuta groseramente cualquier crítica sobre los fracasos y torpezas que lleva adelante en nombre de un socialismo acomodaticio. De un socialismo con el cual juega posturas al sectarismo ejercido. Aunque se arroga abusivas potestades para interferir procesos en cualquier país con argumentos tan falaces que rayan en lo ridículo.

El régimen bolivariano convirtió la diplomacia en oportunidad para interferir realidades sociopolíticas o socioeconómicas en el fragor de una lucha antiimperialista que revela todo lo contrario. O sea, vulgarizó la diplomacia empleándola como factor de subversión del ordenamiento jurídico, disposición de irreverencia a la soberanía y como razón de insubordinación a toda forma de gobierno que exhorte la democracia como sistema político nacional. De ese modo, valiéndose de su condición de canciller, Nicolás Maduro, instó a militares paraguayos a desafiar al Poder Legislativo. Éste, junto con el embajador venezolano Javier Arrué, aprovecharon las circunstancias permisivas dejadas por el defenestrado presidente paraguayo Fernando Lugo para “inmiscuirse” en asuntos nacionales y “tratar de persuadir a los militares a que no aceptasen lo que estaba decidiendo el Congreso Nacional”.

 

Una nota del diario paraguayo ABC, reseñó declaraciones del diputado del Partido Colorado, Hugo Velásquez, presidente de la Comisión de Defensa Nacional, Seguridad y Orden Interno de la Cámara de Diputados. Adujo que “Maduro utilizó un lenguaje diplomático para presionar a los militares a plegarse a un pronunciamiento que los cancilleres de la Unasur habían preparado para desconocer el gobierno del presidente Federico Franco”.

 

Esto de inmiscuirse en cuestiones internas de países, es propio de regímenes autoritarios. La arrogancia que los caracteriza, es expresión de la presunción de considerar que el resto del mundo debe replegarse a sus consabidas decisiones. El caso venezolano es fehaciente ejemplo de tan equivocado ejercicio de la política. Lejos de apegarse al discurso socialista del que tanto alarde hace, el socialismo en Venezuela sólo ha servido para excluir, clausurar sindicatos, aniquilar la producción nacional importando alimentos y generar violencia provocando inseguridad.

 

Su arenga contra el imperialismo, es contradictoria. ¿Cuál imperialismo cuestiona el régimen si justo lo que pretende llevar a cabo con su encubierto intervencionismo, es entretejer un concepto de hegemonía mediante el cual pueda tramarse un sistema político igualmente imperialista? De hecho, el imperialismo de hechura revolucionaria, articulado con excedentes fiscales generados por la opulenta renta petrolera venezolana, ha constituido la mejor coartada para intervenir procesos políticos de países con necesidades financieras. Es el resultado de la manipulación con la que pretende justificar el intervencionismo entendido ahora como recurso para urdir manejos oscuros y solapados a favor de un poder hegemónico, de un nuevo imperialismo: el imperialismo rojo. O es que ahora, ¿conspirar es una nueva forma de hacer diplomacia?

 

                                           VENTANA DE PAPEL

 

BASURA ELECTORAL

Ahora van a verse las ciudades abarrotadas de propaganda aupando a los candidatos presidenciales. Es natural que así sea, toda vez que se inició la campaña electoral. Lo que si no es propio por cuanto confabula contra la imagen urbana, es la grosería y el abuso de grupos de simpatizantes del partido de gobierno cuyo trabajo estropea fachadas de casas, edificios y hasta monumentos históricos sin importarles si son o no parte del legado patrimonial cultural regional o nacional. 

Esta crítica no es sólo por los afiches que pegan en exagerado número dejando ver la magnitud del gasto propagandístico gubernamental. Peor aún, por las grafías pintarrajeadas con pinturas de aceite que acusan el nombre del candidato oficialista. Además, colocadas con el mayor desparpajo ante la presencia policial o de los dueños de propiedades quienes se ven intimidados por la bravuconería de tan atrevidas personas. Estos atropellos causan profundo malestar no sólo a la estética de cualquier ciudad cuyas ordenanzas municipales exigen apego a las buenas costumbres y modos pacíficos de convivencia ciudadana. Igualmente, por el gasto económico que genera el hecho de subsanar los daños infringidos pues al término de dicha campaña, ninguno de los equipos de propaganda resarcen el deterioro causado en paredes y lugares convertidos en feos lunares urbanísticos. Pura basura electoral.

 

¿CUÁL INDEPENDENCIA?

El término “independencia” se vulgarizó. El discurso presidencial lo ha utilizado para embolatar (engañar con mentiras, dilatar, demorar. enredar, embrollar) a los ilusos que se comen cualquier frase construida con intenciones populistas. Habrá que preguntarle al candidato-presidente ¿de cuál independencia habla? Sobre todo, si se advierte que el significado de “independencia” remite a acepciones políticas que dan cuenta de la situación de un país o nación que no está sometido a la autoridad de otro. No obstante, cualquier ejercicio breve de análisis político de la actualidad nacional deja mal parado la efusión presidencial después de asegurar, este 5 de Julio, que “nunca más se perderá la independencia”. Hoy más que nunca, el país está abandonado a la suerte de lo que decide el Consejo de Estado cubano. O lo que puede considerar el Partido Comunista chino por tener amarrado al país por causa del descomunal préstamo concedido. 

De cuál independencia está hablándose tan alegre y desvergonzadamente, pues pareciera no entender que, como concepto político, entraña un rechazo a todo aquello que tiende a utilizarse para desconocer el principio de no intervención y el derecho de autodeterminación de los pueblos. Para qué alardear con el empleo de tan representativo término político, si ahora Venezuela es más dependiente de una economía rentística basada en el mercado petrolero que lo que fue hace cuarenta años. O del entrometimiento del G2 cubano en cuarteles, oficinas públicas e instituciones del Estado venezolano en desmedro de la democracia. 

Deberá advertirse que la “independencia” tiene un sentido de profunda magnitud que no calza con pretensiones elucubradas que pone al descubierto la profunda brecha entre el discurso y la acción y de la cual se sirve el populacherismo, la corrupción “verde oliva” y el desorden administrativo. Entonces, a cuál independencia está refiriéndose pues la que está aludiendo sólo existe en un retrógrado y vetusto imaginario político.

 

LA COSA NO ES FÁCIL

El triunfalismo manifiesto por el partido de gobierno y sus aliados en el reparto de insolentes cuotas de poder, es peligroso por varias razones. Pero la primera de ellas, tiene que ver con los intereses enquistados alrededor de oscuros manejos que han venido permitiéndose como condición para asegurarle a Miraflores la preservación del poder político. Por esta causa, los atrevimientos son muchos. Todos, de amenazadores efectos. Ante esto, personas con conocimientos de las maniobras gubernamentales en materia de inteligencia, han hablado sobre el peligro de que el gobierno y sus aliados armados emprendan acciones violentas para amedrentar a la población en vísperas de las elecciones presidenciales. Además, no se trata de un chantaje ocasional. 

El mismo discurso presidencial, ha sido canal para hacer pública dicha situación. Incluso, altos funcionarios han sido reiterativos en cuanto a amenazar al país de ganar, seguramente, la oposición democrática las elecciones presidenciales el próximo 7-O. El peligro es inminente en cuanto a que el gobierno entregue el poder. La victoria de la alternativa democrática podría hacerse difícil de insistir el gobierno atemorizando a la población con declaraciones que insinúan lo contrario al propósito democrático que exalta la Constitución de la República. Su violencia política es parte de la agenda del día. En el fragor de las actuales condiciones políticas, la cosa no es fácil

 

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