Conspiración en marcha
Una verdadera revolución, sobre todo si es ideológicamente socialista clásica, no puede estar condicionada por un orden jurídico estable. Los límites legales anularían el carácter revolucionario del proceso. La Constitución se convierte en camisa de fuerza que debe ser adulterada, desconocida o modificada de acuerdo a los intereses de la revolución.
En toda verdadera revolución primero van los hechos y después el Derecho, siempre flexible, de plastilina como han dicho algunos especialistas, en un proceso casi de generación espontánea de las normas para darle cierto piso jurídico a las acciones. En el caso venezolano están dadas estas condiciones, aunque el proceso sea más lento por el origen del mandato presidencial y a la cultura democrática del pueblo. Sin embargo, el proceso revolucionario avanza en el objetivo primario de destruir la institucionalidad preexistente e ir construyendo el socialismo a la cubana que pretende imponer. Se trata de una verdadera conspiración. Se trabaja abiertamente para eso. Hemos tenido la fortuna, si es que cabe este calificativo, de que el proceso está conducido por unos bárbaros tan ineficientes como corrompidos, incapaces de hacer bien las cosas y acercarse a sus objetivos. Eso, siendo bueno hasta cierto punto, los convierte en seres de alta peligrosidad capaces de lo que sea para tapar sus deficiencias y silenciar las recias voces y actitudes de los demócratas cada vez más convencidos de los peligros existentes.
Estas reflexiones trascienden el hecho electoral que se avecina. No podemos seguir confundiendo democracia con elecciones. Estas son un simple instrumento, muy importante, pero no el único, ni siquiera el definitivo. Hay que seguir trabajando para que la inmensa mayoría del país se pronuncie a favor del cambio que anhela eligiendo a Henrique Capriles el próximo 7-O. Pero, también debemos estar alerta frente a la conspiración existente para impedirlo. La apelación a la represión, a la violencia física e institucional, el disimulo y la mentira son las armas del régimen para antes, en y después de las elecciones. La FANB debe velar por el respeto a la voluntad de la nación y el cumplimiento estricto de la Constitución que juraron sostener y defender.