Opinión Nacional

Consenso político y prosperidad económica

Se puede defender con suficientes soportes y en base a la experiencia que existe una alta correlación entre un alto grado de consenso político y el logro de períodos largos y sostenidos de prosperidad económica. Cuando una sociedad o un país entra en serios problemas de deterioro económico y social es porque, normalmente, se han roto los consensos que la permitieron.

Un ejemplo claro se encuentra en la ruptura y el posterior consenso, alrededor de los principios que regularon la economía europea de la preguerra y los que se invocaron después. Está demás decir que los primeros condujeron a la 2ª guerra mundial y los segundos a la gran prosperidad de las postguerra, pero una vez más, cuando estos se rompieron y agotaron, como el caso inglés o norteamericano se produjo un nuevo deterioro que llevó al nuevo consenso basado en las ideas de Reagan o la Tatcher. Es como si la sociedad fuese “negociando” de consenso en consenso
Hay ejemplos que podrían refutar esta tesis, con países que alcanzaron una larga senda de prosperidad en base a un consenso por la fuerza, como los que conformaron la orbita socialista, Rusia y la China a la cabeza, pero que, como quedó demostrado, ese “consenso” terminó no solo en el derrumbe catastrófico de la Unión Soviética o el giro capitalista de la China Popular, sino en la verificación de la tal prosperidad no era verdadera.

Quizás los mejores ejemplos entran en la “lista Europea”, por un lado, porque cabe imaginarse el valor y el calibre de los consensos, desde el Tratado de Roma, pasando por Maastrich, la Convergencia y el Euro, dos guerras mundiales y las inmensas diferencias entre Alemania, Inglaterra y Francia, para llegar a lo que es hoy esa comunidad internacional y, por el otro, el ejemplo de la España moderna, la que, después de pasar por los dramáticos años de la Guerra Civil, pudo alcanzar los acuerdos que le dieron un giro impresionante a la sociedad española, poniendo de acuerdo a falangistas, comunistas, monárquicos y socialistas. También está ese ejemplo de racionalidad, imaginación y valor de un Mandela, preso por años quien, después de tanta muerte y “apartheid”, logra consolidar el consenso que lleva a Sur África a esa cúspide de prosperidad y democracia que es hoy.

Son ejemplos que podrían guiar la acción de los líderes políticos venezolanos para llevar el tema de la “reconciliación” a sus últimos alcances y evitar que se imponga un “consenso por la fuerza” de una mayoría electoral circunstancial que, a la larga, como lo dice la experiencia, recorra un escabroso camino y termine en un gran derrumbe.

Destaca en los ejemplos citados el valor trascendente del marco democrático que define y soporta la negociación política y legitima el consenso que produce un resultado “suma positivo”. Ojala tengamos el coraje y la voluntad para acercar a todas las fuerzas políticas venezolanas hacia un consenso que nos regale esa senda de verdadera y larga prosperidad

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