Opinión Nacional

Consenso educativos y amenazas (II)

El gobierno que promueve una ley de educación debe generar confianza en que recogerá consensos; de lo contrario atentará contra su propio éxito, pues pocas cosas dividen más a las sociedades que las batallas educativas cargadas de ideología y exclusión.

Hay cuatro aspectos (además de los que ya señalamos en nuestra columna hace dos semanas) con grandes consensos para la ley.

Educadores. No hay buena educación sin educadores buenos, creativos y empeñados en elevar radicalmente la escuela venezolana. Se necesitan no menos de medio millón. Hoy ser educador no es una preferencia juvenil y es trágica la carencia de educadores en matemáticas, física, biología…y en el área de formación en valores con capacidad de entusiasmar. Los mejores estudiantes de bachillerato, salvo excepciones, no quieren ser educadores y urge un plan bien pensado (con estímulos efectivos), apoyado por todos los medios para promover esta vocación. Luego la formación plural de docentes de calidad en un centenar de centros de educación superior (no en uno exclusivo y sectario impuesto por el partido de gobierno) y con perspectivas de ejercicio profesional libre, creativo y bien remunerado.

Es indispensable la formación de directores con verdadera capacidad de gestión escolar; y hay que corregir “las políticas” que otorgan cargos y puestos de docencia en exclusiva a sumisas franelas rojas, aunque sea gente poco capacitada.

El financiamiento educativo de la educación debe tener verdadera prioridad (no sólo verbal) en el presupuesto público; y los de menores recursos deben tener preferencia y refuerzos especiales.

Dentro de esta atención prioritaria pública (para erradicar la reinante pobre escuela para pobres) el presupuesto nacional debe financiar también a los niños y jóvenes de menores recursos que acuden a centros educativos privados de calidad. Esto existe por ejemplo en las escuelas de Fe y Alegría y otras muchas de la AVEC (Asociación venezolana de educación católica), pero el excluyente partidismo (disfrazado de política “estatal”) desea erradicarlo.

Por otra parte, la ley debe reconocer y estimular la gran contribución financiera de múltiples familias, empresas, asociaciones, iglesias y fundaciones no estatales; muchos miles de millones que hoy vienen a sumarse al presupuesto oficial, reforzando la cantidad y la calidad educativa. Nada de esto es posible en Cuba, pero son aportes importantísimos en Venezuela y en toda la buena educación en el mundo de hoy.

Educación en valores. Cuando se baja de las especulaciones ideologizantes al duro desierto de la realidad, son pocos los oasis y los riachuelos donde los jóvenes pueden beber los valores que refrescan los resecos pozos de sus conciencias. La violencia, la droga, el individualismo, la anomia, la falta de brújula y sentido de la vida, son terribles enemigos de los jóvenes en nuestras escuelas y sociedad.

Las normas sociales y las leyes ciudadanas sin raíces en la espiritualidad (espiritualidades) y en la conciencia quedan sin vida, y las virtudes ciudadanas mueren, lo que da paso a repúblicas de bandidos y criminales, no importa que lleven el apellido de “socialistas” o de “liberales”. Los intentos estatales por imponer una espiritualidad uniformada, o por prohibirla,  terminan en rotundos fracasos fascistas o estalinistas; la inspiración espiritual libre viene de fuentes múltiples no subordinadas al poder.

En secundaria y en la universidad el joven debe estudiar y discutir críticamente sobre diversas corrientes de pensamiento y modelos de sociedad, con sus atractivos y sus resultados históricos.

Finalmente, en todos los niveles educativos la escuela debe vincularse a la sociedad. Padres que apoyan y exigen a los educadores y éstos a los padres. Escuelas y comunidades que se encuentran, sin caer en demagogias partidistas que hunden más a la escuela. Hay mejores experiencias en los centros privados que en los oficiales, pero se deben ampliar a toda la educación nacional, que es pública.

Otro capítulo educativo de enorme incidencia en los jóvenes (para bien y para mal) es el papel educativo de los diversos medios de comunicación social, incluidos muy particularmente el celular e Internet con todas sus variantes.

En todos estos puntos la Ley debe ser sensata, inclusiva, no partidista y estimuladora de la novedad creativa y plural.

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