Conquistas épicas
En todos los países con democracias asentadas, donde las instituciones están arraigadas y las reglas del proceso político son compartidas y aceptadas, los cambios en el escenario, por dolorosos que sean para los perdedores, son asumidos como parte de la evolución normal de los giros en la correlación de fuerzas. En España, luego de ocho años del exitoso gobierno de José María Aznar y a pesar de que la mayoría de las encuestas daban como seguro ganador al candidato del Partido Popular, el abanderado del oficialismo perdió las elecciones frente a José Luis Rodríguez Zapatero, representante del PSOE. El acto terrorista en la estación de Atocha y el erróneo manejo informativo de la tragedia, llevaron a pique al PP. La misma fecha de los comicios el Gobierno reconoció la derrota, a los pocos días se produjo la transmisión de mando y todos, socialistas y pepetistas, compartieron la mesa celebrando el matrimonio de doña Letizia con el príncipe Felipe. Final feliz. Ocho años antes había ocurrido algo similar, sólo que esa vez el ganador había sido el PP y el perdedor el PSOE. Lo que ocurre en España desde la muerte de Francisco Franco sucede en Inglaterra desde tiempo inmemorial, en Alemania desde que Hitler se suicidó junto a Eva Braun en su bunker berlinas, en Italia luego de que el pueblo guindara de un poste a Mussolini. Para no ir más lejos, es lo que pasa en Venezuela a partir de 1958, cuando Pérez Jiménez se fuga a bordo de su “Vaca Sagrada”. Adecos, copeyanos y “chiripas” se turnan en el poder. Ganar y perder forma parte de la rutina democrática. Sin desgarramientos de vestiduras ante los fracasos ni los triunfos.
Ahora, en medio de una revolución por la que nadie votó, ocurre que todas las victorias de la oposición son conquistas en el sentido épico de la expresión. El referendo revocatorio, no obstante estar contemplado en la Constitución, será finalmente el resultado de una batalla homérica que habrá pasado por la negación del referendo consultivo, el paro cívico, la Mesa de Negociación y Acuerdos, el tortuoso nombramiento de un Consejo Nacional Electoral provisorio, designado para garantizar la realización de la consulta, pero que en realidad lo que ha hecho es todo lo contrario. Ciertamente el trío oficialista del CNE ha levantado muralla tras muralla para bloquear la posibilidad de que el RR se efectúe. Lo último que ese trío diabólico ha hecho es intentar impedir la presencia activa de los observadores internacionales, complejizar artificialmente la consulta mediante la automatización y escamotear la fluidez del acto comicial con la compra de unas máquinas identificadoras de huellas dactilares, cuando el conteo podría ser manual, al tiempo que el uso de tinta indeleble ahorraría todo preciosismo tecnológico costoso, inútil y peligroso.
A Hugo Chávez, sin embargo, no le basta con poseer el control de la mayoría del CNE. Ahora encadena casi todos los días los medios radioeléctricos, con fines abierta y descaradamente propagandísticos . Les ordena a sus obedientes sargentos de la Asamblea Nacional que aprueben la Ley del TSJ para contar con una cómoda mayoría en el máximo tribunal de la República. Cambia la composición de la Sala Electoral del TSJ para asegurarse que cualquier dictamen de este cuerpo le favorezca. Le ordena a Pdvsa abrir un fondo especial de dos mil millones de dólares que serán utilizados para fines proselitistas. Emplea la represión selectiva contra dirigentes como Capriles Radonsky y los militares de la Plaza Altamira para advertir sobre los males que se ciernen contra quienes se le opongan. Amenaza y extorsiona a quienes firmaron o no retiraron su firma en los reparos. Utiliza las Fuerzas Armadas en el desfile del 5 de julio para hacer campaña electoral. No hay campo de batalla donde no ataque con misiles.
El más reciente instrumento de lucha son las encuestas. Resulta que han aparecido unos sondeos de opinión que le dan el triunfo en el RR. ¿Cómo se llegó a este sorprendente resultado? ¿Con cuál muestra se trabajó? ¿Cuál fue el instrumento de recolección de datos? ¿Cuál es la ficha técnica de los trabajos de campo? Todas estas preguntas quedan sin responder, pero el Gobierno las utiliza como arma para sembrar desmoralización y frustración. No importa que esas exploraciones sean inconsistentes, el objetivo consiste en confundir al adversario mediante la transmisión de cifras con una base “científica”. Perdido el apoyo de calle y vistos los catastróficos resultados de sus cinco años y medio al frente del Gobierno, el mito de la invencibilidad de Chávez, debe pasar por colocarlo ganador en las encuestas.
En medio de la epopeya de la oposición aparecen los críticos que siempre ha tenido la Coordinadora Democrática. De nuevo le ponen curare a sus flechas. Actúan otra vez como “abogados del Diablo”. Ya que la CD casi no confronta problemas, tiene que ocuparse de atender a los detractores del lado de los aliados. A estos “críticos” hay que decirles que no están obligados a comportarse como Homero. Que no se sientan comprometidos a componer poemas para glorificar las hazañas de la dirigencia opositora. Pero que, por ahora y hasta que salgamos de Chávez, dediquen su energía y talento a radiografiar al Gobierno. A atacarlo por sus flancos débiles, que son muchos. Que se comporten como emisarios de Dios. El triunfo ante el autócrata requiere un esfuerzo titánico de la sociedad y sus líderes. Exige la unidad de todos los sectores y fuerzas democráticas. Aquí nadie sobra. Lo que se haga por cohesionar a los sectores disidentes, el país y la democracia lo agradecerán.