Confrontación: sí o sí
Quienes ingenua y honestamente creen que una salida electoral a la grave crisis política que afecta a la nación venezolana puede evitar la confrontación violenta entre los dos grandes sectores en pugna, o sea, oficialismo y oposición, están profundamente equivocados. La situación de conflictividad que se ha desarrollado en el transcurso de los últimos tres años se mantiene prácticamente igual, sin mayores cambios. Más bien podría decirse que se ha incrementado, tanto es así que los sucesos que han tenido lugar recientemente en ese campo, cierran la posibilidad de que el optimismo se establezca como guía de las negociaciones emprendidas bajo el alero facilitador del secretario general de la OEA.
Esto no tendría por qué sorprender a nadie que haya seguido con atención el comportamiento del presidente de la República, prácticamente desde el momento mismo de comenzar su gestión, cuando éste inauguró un estilo peculiar de comunicarse con la población sustentado en la agresividad y la belicosidad, a fin de promover el enfrentamiento irreconciliable entre los venezolanos y las venezolanas que, desde entonces, han pasado a ser patriotas y revolucionarios los unos y escuálidos y oligarcas los otros.
En ese orden de ideas es muy poco lo que se podrá conseguir como resultado de las tareas confiadas a la Mesa de Negociación y Acuerdos. Después de las sesiones de trabajo efectuadas, a juzgar por las intervenciones frente a los medios de comunicación del secretario general César Gaviria y las de los voceros de oficialismo y oposición, queda la impresión, en el mejor de los casos, de que se han hecho, sin duda, esfuerzos dirigidos a la obtención de resultados prometedores, en apariencia, pero que no terminan de concretarse porque no existe la voluntad política necesaria para ello. Sobre todo, si se toma en cuenta el lenguaje utilizado por el oficialismo que, desde la sesión de arranque, marcó distancia con el adversario en términos tales que cualquier progreso real, por mínimo que fuera, entre los negociadores, no ha llegado a prosperar.
Y lo que viene, como se desprende de tales circunstancias, es que la confrontación es inevitable. De acordarse una salida electoral, sea referendo consultivo o cualquiera otra iniciativa en esa área, dibuja un proceso para nada pacífico, en particular por la conducta asumida por el jefe del Estado, quien no se amilana frente a posibles resultados electorales adversos y, desde ya, anuncia que está preparado para mantenerse en el ejercicio del poder a como haya lugar, por lo que es fácil concluir en que, con salida electoral o sin ella, lo que le espera al país pudiera no ser exactamente lo que vienen reclamando densos sectores de la población identificados con el efectivo rescate de los principios democráticos y con la recuperación del estado de derecho, aspiraciones ambas, entre otras, que fundamentan las acciones cívicas emprendidas por el movimiento opositor. Por ello, es imprescindible que los sectores que han venido combatiendo el régimen autoritario y militarista instaurado desde hace ya más de tres años, fortalezcan sus posiciones políticas para que la pluralidad se imponga sobre el sectarismo y Venezuela pueda así recobrar el ejercicio de los derechos y libertades que consagra la Constitución vigente.