Opinión Nacional

Confrontación inevitable y necesaria

Desde hace años hemos dicho que los demócratas venezolanos debemos visualizar todos los escenarios posibles para rescatar la institucionalidad perdida. Especialmente los peores, los más peligrosos. Si no se dan, pues que viva Dios, pero si se dan que no nos sorprendan. Que los sorprendidos sean los oficialistas al encontrarnos organizados para luchar en cualquier terreno. El electoral es uno de ellos. Importante, sin duda. Sin embargo no es el único, ni será suficiente de no estar acompañado de suficiente fuerza civil y militar capaz de derrotar definitivamente las pretensiones de Chávez de permanecer en el poder hasta que le de la gana o la salud se lo permita. Las intenciones están a la vista y las amenazas se han multiplicado en los últimos días y meses.

Sigo convencido de que la verdadera naturaleza del problema no es electoral sino existencial, de principios y valores que el régimen ha pretendido destruir, con relativo éxito. El cambio de presidente es sólo el primer paso, indispensable por supuesto, para cambiar radicalmente este régimen nefasto y rehacer institucionalmente a una República que necesita ser relanzada en todos los aspectos, empezando por el ordenamiento jurídico. Los caminos son fáciles de encontrar y los instrumentos para alcanzar los propósitos existen. El problema está en la voluntad de hacerlo, en la convicción y el coraje del liderazgo para asumir la lucha sin esguinces ni retrocesos, sin complicidades ni desviaciones.

La exagerada dosis de poder político y económico concentrada en Chávez y sus babosos alabarderos, les empaña la mirada. Sólo ven lo que les conviene. Presienten el peligro de la necesaria rendición de cuentas y se preparan para impedirlo apelando a todos los recursos al margen de las leyes y de la ética. La designación de Rangel Silva profundiza la degradación de la Fuerza Armada y genera serias controversias en la calle y en los cuarteles. La grosera y ofensiva celebración del 4F y del 27N del nefasto año 1992, más que conmemorar un notable fracaso es una cobarde amenaza a los demócratas civiles y militares. El 23 de enero pasa por debajo de la mesa para “glorificar” la cruenta jornada del magnicidio frustrado y la entrega del jefe rebelde.

¿A que patrón sirven estos señores? No se limitan a cumplir instrucciones de los hermanos Castro. Conocemos de las preocupaciones existentes en La Habana por los desvaríos del comandante-presidente. Allá saben, igual que en Estados Unidos, Colombia y el mundo entero, de la presencia activa en Venezuela de las estructuras del crimen organizado que sirven de instrumento al narcotráfico, al terrorismo incluido el transoceánico, al lavado de dinero negro mediante operaciones tenidas como lícitas y, en fin, al sicariato y demás derivaciones. Esas estructuras tienen dedos largos en todos los sectores políticos, económicos y sociales. Por supuesto, en los poderes públicos hoy bajo el férreo control de un presidente que lo sabe todo. Para el 12 de febrero, claridad y coraje.

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