Con los estudiantes, todos cabemos
La victoria de la opción por la democracia – que ese fue y no otro – el sentido profundo de los comicios referendarios del pasado domingo, abre un tiempo de esperanza. Es propicio, como nunca antes, para la reconstrucción en positivo, luego del rechazo a la reforma constitucional socialista y autoritaria, del espíritu de convivencia perdido durante la última década y entre nosotros los venezolanos.
El carácter claro e irreversible de la decisión a favor del NO obligó al primer mandatario nacional, previa reunión que sostuviera con el Alto Mando Militar, al reconocimiento de los resultados del caso. Y esto es lo que importa destacar.
De Hugo Chávez Frías, el soldado y el político, sólo teníamos como antecedentes su origen golpista y de hombre violento, su capacidad para retraerse tácticamente en la adversidad, sus “victorias” electorales repetidas y ventajismos irritantes, y lo que es peor, su convicción íntima de encarnar un poder que se jacta de estar más allá de la Constitución: “La ley soy yo, el Estado yo” ha sido su lema o letanía, a manera de latiguillo.
De modo que, lo predecible el domingo y luego de las votaciones, era el desconocimiento por éste de los resultados que le fueran adversos. Ello no ocurrió, a pesar del forcejeo de última hora.
Pero por no haber ocurrido lo dicho caben dos lecturas posibles: O Chávez maduró democráticamente junto al mismo país en su conjunto, y entendió que los excesos tienen como límite crítico la voluntad soberana del pueblo, o la fuerza libertaria del mismo pueblo – como un mar de leva – es tal que no puede contra ella ni siquiera el mismo Chávez, ni su uso monocrático del poder o de sus recursos dinerarios ingentes. O ambas cosas, a la vez.
Sea lo que fuere, el reconocimiento por el mismo del resultado electoral ha confirmado una fortaleza y vocación democráticas evidentes en la mayoría de los venezolanos: amigos o adversarios de la revolución. Y esto, lo repito, es cuanto importa; a pesar de que el susodicho, al admitir la victoria de la oposición democrática, la hubieses tildado de “pírrica”.
Cualquier comentario en cuanto a esto último huelga.
Huelga dado lo dicho y porque al final de cuentas no cuenta la mezquindad, ni tanto si la opción del NO ganó por un uno por ciento o algo más o por el cinco y algo más del por ciento citado como lo afirman los opositores. El análisis serio es otro: Chávez perdió, desde su última jornada electoral algo más de 3.000.000 de adherentes – lo acepta en su mensaje de marras – y el mito de su invulnerabilidad – su dicho repetido de que contaba con la voluntad pétrea del 80% de electores hasta el 2.021 – hizo aguas.
El otro aspecto que cabe relevar a propósito del referéndum realizado y del discurso que, acto seguido y luego de leídos los resultados por el CNE, pronunciará Chávez, hace relación con su otro dicho: el “por ahora”, sobre el que cabe otra doble lectura.
El “por ahora” revela en Chávez, al igual que aconteciera después del golpe del Estado del 4 de febrero de 1992, su tozudez crónica o indisponibilidad para la rectificación. O quizás, admitámoslo, su constancia admirable, su firme disposición a no bajar la guardia y seguir adelante en defensa de lo que cree: el ideario comunista; lo que no sería criticable de buenas a primera, en tanto y en cuanto entienda aquél que en democracia todo es conversable y debatible menos la opción que intente acabar con la democracia, con la posibilidad de la conversación y el debate plural democráticos inherente a ese derecho fundamental: el derecho del pueblo a la democracia.
Pero, el “por ahora” puede señalar o estar indicando lo que el propio Chávez comenzara a decir y no terminó de decir en su discurso de reconocimiento – a regañadientes – de la victoria de la oposición. Y es su sugerencia, oblicua, de que aquello que no logró por vía de la reforma constitucional lo impondrá mediante decretos leyes, usando de los resquicios que le ofrece la Constitución vigente y la Ley Habilitante de que aún dispone.
Si la tesis válida es la primera: el derecho de Chávez a seguir insistiendo en su antigualla marxista, cabe observar lo que hemos de digerir en lo adelante sus opositores y que apuntara con lucidez y arraigado espíritu de demócrata Don Rómulo Gallegos, en su único y último mensaje al Congreso de 1948, al declararse contrario al comunismo.
Ajustó Gallegos que no perseguiría a los comunistas por “convencido de que las cruzadas de exterminio de ideologías no producen sino mártires que las exaltan”; de donde lo que no cabe es la reacción con ira ni el temor a los comunistas ni al comunismo, pero sí alzar la voz discrepante con firmeza democrática, desplegando acciones en positivo, para “sustraer de la seducción de las promesas del marxismo el ansia de justicia y de bienestar que atormenta al alma popular”.
En otras palabras, hay que convencer y no tanto vencer a los adversarios políticos.
Si el “por ahora” reivindicado por Chávez momentos después de derrotada su reforma, deriva en trapisonda y si entre gallos y medianoche intenta dictar leyes mediante decreto para recoger los elementos autoritarios de aquélla, el pueblo y su ariete estudiantil habrán de conducirse nuevamente como lo han hecho hasta hoy: democráticamente, con madurez y sin apresuramientos, resistiendo mediante los instrumentos de la democracia. La experiencia recorrida hasta hoy es más que aleccionadora.
Pero Chávez habría de reparar, por su parte, en un signo de la fatalidad histórica bien descrito por Gregorio Marañón en su ensayo sobre “El Conde Duque de Olivares”: “Toda dictadura, como toda revolución termina en un tajo, detrás del cual, claro es, la historia sigue, pero en el que los héroes de la revolución o de la tiranía se suelen despeñar”. “Y cuando las fuerzas adversas – afirma Marañón – adquieren una tensión superior a las fuerzas de resistencia, un día, al parecer como los otros, el período final del ciclo se cumple y el gran tinglado del poder, que parecía eterno, cae estrepitosamente”.
El resultado electoral alcanzado muestra, en suma, que en el país cabemos todos, como lo piden a gritos los estudiantes. Como lo exige la mayoría integrada por chavistas y antichavistas, cansados de la agoniosa y esterilizante lucha de los años recientes y en el marco de una realidad en la que todos nos hemos negado la unidad en la diversidad nacional.
Pero el resultado muestra, por sobre todo, que dentro de la oposición todos los opositores caben. Nadie sobra ni ha de ser incómodo para los demás, y tampoco nadie – cuando actúa de mala fe – es imprescindible.
Por último, no caben, aun cuando las hay y las habrá muchas en lo sucesivo, las consideraciones inmediatas sobre los efectos externos e internacionales del rechazo venezolano a la reforma socialista-marxista. Ellas se harán evidentes, inevitablemente.
Lo veraz, empero, es que no ganó Bush el referéndum, óigase bien, y ello a pesar de la admonición presidencial para el caso de que fuese derrotada la reforma. Los comicios del último domingo se cocinaron en los hornos venezolanos y con ingredientes estudiantiles.
Ha ganado la esperanza y ha perdido el retroceso.
Todo el país, después de la gloriosa jornada referendaria, tiene nombre de estudiante. A ellos les debemos el porvenir y el hálito de paz conquistado, que habremos de afirmar desde ahora y durante cada jornada de los años por venir.