Opinión Nacional

Comunismo: el debate

Desde las declaraciones de Chávez donde afirma ser marxista y ordena a sus seguidores de leer el Manifiesto Comunista de Marx y Engels y sobretodo por el creciente aumento de las expropiaciones de industrias y tierras, ha surgido un debate sobre la pertinencia de calificar como comunista el proyecto ideológico-político del chavismo. Obviamente, no estamos, “por ahora“,  en un sistema comunista, pero hay indicios bastante claros que ese es el objetivo del caudillo. Algunos intelectuales y políticos de la izquierda democrática, opuestos al régimen, se resisten en aceptar que el término comunista es apropiado para definir el proyecto chavista. En buena parte, el problema consiste en que el término comunismo se usa para designar dos fenómenos distintos: 1) la utópica sociedad futura sin Estado, según Marx, la última y definitiva etapa del desarrollo social de la humanidad, verdadero “reino feliz de los tiempos finales”, donde imperará el lema “de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades”; 2) los sistemas comunistas reales, que se implantaron durante el Siglo XX, en diferentes países del mundo. La sociedad utópica al final de la historia, la que Lenin en su “Estado y  revolución”, llama la fase superior del comunismo, nunca ha existido y muy probablemente nunca existirá. Lo que ha existido es la fase inferior del comunismo. La gran ilusión, que movilizó a muchos en la búsqueda de una sociedad mejor, terminó en el espeluznante y trágico fracaso socio-económico y político, que procuró la muerte de decenas de millones de personas. Veamos brevemente cuales son las características relevantes del comunismo real. Se trata de un proyecto totalitario que busca la dominación total de la sociedad a través de la instauración de tres monopolios. El primero es el monopolio político que permite a un partido único, después de destruir el Estado de derecho, fusionar los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, “privatizar” el Estado, trasformándolo en un partido-Estado. El segundo monopolio es el ideológico, el partido-Estado acaba con el pluralismo de pensamiento, con el control de  todas las fuentes de formación e información y el uso abusivo de la propaganda. El tercer monopolio es el económico que, después de destruir el principio de la propiedad privada de los medios de producción y de los mecanismos de mercado, busca el control de la absoluta mayoría de la producción y la distribución de los bienes, particularmente de los alimentos. La conquista y el mantenimiento del poder comunista se asienta también sobre dos mecanismos adicionales: 1) la seducción, a través de la propaganda, las movilizaciones de masa, el culto de la personalidad del Jefe Máximo, el entusiasmo fabricado y  organizado y los privilegios acordados a los miembros del partido; 2) la represión de los opositores y, en el totalitarismo comunista de alta intensidad, también de los indiferentes (Ni-Ni). Esta represión, obviamente puede tener diferentes niveles, desde la simple marginalización y estigmatización de individuos y grupos sociales hasta el terror de masa, los juicios trucados de la gran purga estaliniana (1937-38), los crímenes contra la humanidad y el genocidio de clase, como en la Camboya de Pol Pot (1975-79).

Chávez ha dicho que Venezuela va hacia el mismo “mar de la felicidad” de Cuba. Decida el lector por donde vamos, en ese camino.

 

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