¿Cómo vamos?
Llegamos pues al llegadero. Estamos a días de las elecciones.
Esta es la pregunta que más se repite estos días y refleja una situación electoral en la que por primera vez en muchos años, tenemos el pulso electoral de nuestro lado. Ganaremos las elecciones pues los venezolanos ya nos cansamos de este gobierno. No tengo dudas.
Este gobierno nunca podrá doblegar los espíritus de una sociedad que se niega a aceptar vivir bajo los miedos de un gobierno autoritario y represivo. Se doblan los bolsillos, se derriban los edificios y las instituciones, pero es imposible acabar con los espíritus libertarios. Los espíritus libres somos la energía que mueve el concepto de patria y somos los que estamos llamados a devolverles el país a nuestros hijos, a defenderlo con nuestro pensamiento, con nuestras acciones y con la necesaria cuota de sacrificio que nos exigirá la patria en los momentos cruciales. Somos, venezolanos todos, de cualquier color de piel y tendencia política, los únicos dolientes de la Venezuela que recibimos de nuestros antepasados y bajo ningún concepto permitiremos que nos la arrebaten con cantos que se promueven desde una isla caribeña.
Patria es más que socialismo y nunca será sinónimo de muerte.
Patria es un concepto, no una frase venida de otros lugares y de otros pensamientos. Patria es cada mujer y hombre que pisa este suelo y amanece cada día con brillo en sus ojos y un corazón ardiente de emociones. Patria es y seguirá siendo el lugar donde todos los venezolanos cabemos y donde todos luchamos por convertir a este país en el gran recinto de nuestros sueños, de nuestro esfuerzo, de nuestros logros y de nuestras ilusiones.
Los finales necesitan algo más que deseo para ser construidos. Se levantan sobre nuestros deseos y se construyen con nuestras acciones. Cada quien está llamado a asumir un rol en la tarea de construir un final para esta pesadilla. Debemos también asumir como propio el trabajo de reconstrucción de una sociedad que quedará partida en mil pedazos, llena de problemas sociales, económicos y de daños estructurales a las bases de valores de las generaciones que recibieron el mandato de la anarquía, el facilismo y la deshonestidad como un modelo de vida.
Para ser absolutamente franco, ya no preocupa el final, en tanto y cuanto nos estamos acercando muy rápido, ahora debemos pensar en cómo abrimos el siguiente capítulo con un contrato social aceptado por todos, con la mirada puesta en reconvertirnos en una sociedad anclada en otros principios.
Se acaban los días. Se los llevan a cuestas como un fardo de fantasmas que intentan nublar la vista de un país. Se levantará este pueblo para acabar con la infamia, de la misma forma que lo hicieron nuestros gloriosos antepasados.
Algo me recuerda aquel enero del año cincuenta y ocho. Está por amanecer. Vamos muy bien.