Como todos los años
Ritualmente, desde hace unos seis años, cada fin de año, escribo un artículo sobre esas cosas que yo llamo «pruebas de la existencia de Dios». Son esas pequeñas cosas que nos producen un placer grande, una alegría chiquita pero magnifica. Cosas que nos convidan a deshacernos de las rabias y los malos humores.
Cosas que hacen que un día avinagrado se convierta en una fiesta. Son cosas que nos despiertan sensaciones adormiladas por las angustias y las prisas. En fin, que son pruebas irrefutables de la existencia de Dios. Aquí les va mi lista de este año.
1. El programa «Conversaciones con Cesar Miguel», que transmite el canal Biography. Una autentica sabrosura comunicacional.
2. Tomarse una chicha de la Plaza Bolívar de El Hatillo como a las once de la mañana.
3. Una barquilla de pistacho de la heladería que está ahora en la esquina bajandito por la Plaza Bolívar de El Hatillo. Engorda, pero vaya si vale la pena cada caloría.
4. Ver un atardecer en la isla venezolana La Tortuga. Y de ser posible con buenos y queridos amigos. 5
. La risa contagiosa de Graciela Cristina Sucre.
6. Las carimañolas que hace mi hermana María Isabel. 7. El friito rico de diciembre, enero y febrero en Caracas, que hace que uno tenga ganas de amapucharse. 8. La pluma de Rafael Arráiz Lucca. 9. La pasión que Dudamel le imprime a todo lo que hace. 10. Los jugadores de la Vino Tinto y, si me perdonan el favoritismo, este muchacho conocido como «Vizca». 11. Merendar un pastelado de Efe una tarde en la que una tiene mil cosas que hacer pero le hace trampa a la agenda y se escapa para darse ese gustico. 12. Una lonjita de jabugo alimentado tan sólo con bellotas que sobre un pan gallego recién salido del horno. »Lo esencial es invisible a los ojos». Así dijo El Principito. Es cierto. En este torbellino de vida que llevamos, en este vértigo de emociones que nos hace sentir que hemos perdido el equilibrio, en esta noria que da vueltas sin parar, muchas veces creemos que Dios no está, se ha ido, nos ha abandonado. Llegamos incluso a dudar de su existencia. Pero cada uno de nosotros puede hacer su lista de pruebas de la existencia de Dios. Llevo seis años haciendo la mía. Y cada año encuentro más. Los invito a hacerla. Se sorprenderán.