Cómo evitar la guerra civil
Nuestros vilipendiados partidos derrotaron a Chávez el 26 de septiembre y de paso también a los agazapados zamuros de la oposición. De aquí en adelante los independientes fundarán partidos o no irán al baile: surgirán en la recta final de las primarias presidenciales dos polos en el polo democrático. Ojalá que la pelea sea limpia y aunque no lo sea las primarias fortalecerán a la oposición. Las aspiraciones presidenciales provocarán alianzas contranatura y alianzas naturales. En el PSUV los chavistas pérfidos rechazan recibir órdenes de sus jefes derrotados en Anzoátegui y Sucre. Pasan facturas. ¿Reyes Reyes gobernador? ¿Por qué?, preguntan. Cuando el portaavión hace agua deja de ser sexy.
Ganaron los partidos, ahora les toca renovarse, abrir sus puertas de verdad verdad: seleccionar a sus autoridades y a sus candidatos por primarias. Darle oportunidad a los independientes, lo que no quiere decir concederles el privilegio de contar con una cuota en las planchas. Pero no nos engañemos, la campaña antipartido no ha muerto, resucitará. Ya hay campañas presidenciales ¿prematuras? ¿O quién pega primero pega dos veces? ¿Qué sé yo?».
De las primarias no saldrán necesariamente dirigentes tan sabios como algunos de la cuarta república, pero las primarias son inevitables.
Casi siempre, claro, Los partidos representan la manera ideal de la sociedad civil de actuar en política.
Se extingue el mito de que de un lado están los partidos y del otro una sociedad con el derecho a postular y a aspirar. Esa división les concede ventaja a los políticos disfrazados de independientes que pretenden nadar sin mojar la ropa.
Los gobiernos autoritarios prohijaron el antipartidismo desde el siglo XIX y desde Gómez, y los partidos en el siglo XX crearon la democracia. Se inventó el mito de los independientes notables designados por el Espíritu Santo para representar a la sociedad civil.
Chávez rechaza haber sido derrotado el 26-S, no reconoce que los venezolanos votaron en su contra, rechaza el consenso y en su interior piensa que en una revolución está justificado que una minoría se imponga a la fuerza. Hay chavistas partidarios de dar la patada a la lámpara. A Chávez le gustaban las elecciones porque las ganaba, ahora supone que revertirá en 2012 los resultados del 26-S, para lo cual perseguirá a los medios independientes, ahogará económicamente a sus enemigos.
El discurso de Chávez desemboca en una guerra civil: Contra esa amenaza no vale el argumento del carácter apacible del venezolano, su tendencia al chiste, a la amistad fácil. Olvidan algunos la historia del país en el siglo XIX, la violencia cotidiana en la Venezuela de hoy.
Si no derrotamos políticamente a Chávez, si no transformamos a sus seguidores en una minoría impotente, si los partidos fracasan, el futuro es negro.
Vencer políticamente a Chávez evitará la confrontación final entre los dos grandes polos del país.
Con leer los mensajes de chavismo y antichavismo por Internet conocemos el abismo que separa a los venezolanos, alentado abiertamente por el discurso oficial.
Política o muerte es la verdadera consigna.
Partidos o anarquía.
¿Cómo evitar la guerra civil que promete Chávez? Fortaleciendo los partidos, conservando la unidad, volviendo a la mayoría más mayoría. No hay otra.