Cómo crear un clima de victoria
Las condiciones objetivas son el preludio que garantiza, en los adictos al marxismo, el desarrollo pleno de los acontecimientos, hacia el triunfo de la revolución, hacia el fin de la historia. Entonces los obreros ideológicos realizan las tareas necesarias para crear esas condiciones, podríamos decir, ese clima. No podemos negar el hecho de que, a principios del Siglo Veinte, León Trosky y Vladimir Ilich Ulianov (Lenín), tuvieron éxito en la creación de las condiciones para el derrocamiento del régimen zarista, para la superación de la famélica República de Kerensky y para la imposición definitiva del socialismo bolchevique. Es decir, con una clara visión acerca de sus propósitos, hurgaron en la realidad y fueron tramando el clima que les facilitó la victoria. Pensaron, resistieron, actuaron y vencieron. Es solo una referencia histórica. No la tomamos como modelo, ni prototipo de lucha, a aplicar en cualquier país y en cualquier momento. Pero sirve para expresar nuestra convicción acerca de que cuando se tienen ideas claras y nos esforzamos, voluntariosamente, por llevarlas a la realidad, convenimos en la creación del clima y de las condiciones objetivas para alcanzar la victoria.
En Venezuela, hoy por hoy, existen condiciones generales, básicas, como para pensar que, en lo inmediato, podríamos llegar a crear un clima de victoria, que nos permita armar una estrategia para enfrentar, exitosamente, al Régimen. No nos hacemos ilusiones con respecto al proceso electoral, convocado para el 26 de septiembre y para seleccionar a los nuevos integrantes de nuestro Parlamento. Nos referimos, específicamente, a la formación de un estado de opinión creciente, mediante el cual todos vayamos sintiéndonos mayoría y vayamos tomando fuerza, cada día, para constituir, en definitiva, el muro de contención que frene, de una vez por todas, la disparatada aventura socialista, dentro de la cual están “embasuradas” todas las instituciones públicas del país. Es decir, tenemos la obligación de transformar esas condiciones de generales a objetivas, con un clima de victoria posicionado en la gente, capaz de retar, con firmeza, toda la fuerza de los dueños del Poder y vencerlos, antes de ganarles cualquiera y todos los procesos electorales que convoque.
¿Cómo creemos que podremos lograr esta, tan favorable situación de opinión?. Tenemos que ganarnos la adhesión participativa de esa inmensa masa de venezolanos, integrantes de la llamada sociedad civil, la cual ha venido absteniéndose en todos los más recientes procesos electorales, bien por cuanto creen inútil la emisión de su voto, en cuanto sería desconocido por unas autoridades excesivamente parcializadas a favor del Régimen dominante o bien por cuanto los opositores no les inspiran confianza y prefieren inhibirse de toda participación. ¿Cómo motivarlos, estremecerlos y hacerles comprender que su indiferencia podría ser una de las principales causantes del innecesario riesgo, de hundimiento histórico, que está confrontando el país?. Una buena señal es la unidad de los Partidos, sea cual fuere la manera que encuentren para expresarla, en una lista única de candidatos. Pero habría que ir a mucho más. No proponemos que no sea la llamada Mesa de la Unidad Democrática, la que asuma la iniciativa, el liderazgo de una sucesión de acciones de verdadera envergadura. Pero si precisamos que habría que comenzar “deslegitimando” al Régimen y denunciando sus masivas violaciones a la Constitución Nacional, entendido el Régimen como el conjunto de instituciones que componen el Poder Público, todas sometidas a la voluntad dirigente de un solo hombre, del señor Presidente de la República, Comandante en Jefe de la supuesta revolución bolivariana.
¿Por dónde empezar? Tocando su parte más sensible, en este momento. Cuestionando al sistema electoral impuesto, tanto a su confección instrumental –el automatismo informático, las sospechosas capta huellas— probando su posible manipulación por sus operadores principales; como la “oculta” data del Registro Electoral Permanente (REP), la cual no es entregada, para su revisión y utilización, a los que se oponen al Régimen y sí es permeable para los que lo apoyan (recordemos la “Lista Tascón”) y, finalmente, la constitución del rectorado, los integrantes del CNE y su funcionariado principal, en su gran mayoría militantes (ahora “desincorporados”) del Partido de Gobierno. Debemos ser reiterativos en esta peculiaridad. El CNE presente, incluyendo las dos últimas rectoras designadas a finales del año pasado, fue escogido por una Asamblea, la cual, a su vez, fue electa por el 15% del electorado nacional. Un Parlamento que carece de representatividad. Que no responde a la esencial moral democrática. Sus decisiones, todas, son per se impugnables. Si nos concentramos en este aspecto y solicitamos la inclusión de, al menos, dos representantes, como rectores, de la oposición unida, como condición sine qua non, para ir al proceso, estaríamos ganando fuerza y contribuyendo positivamente a la creación del clima de victoria, indispensable tanto para ganar las elecciones con los votos (porque somos mayoría) como para volcarnos a la calle, agresivamente y en base al 350 de la Constitución Nacional, para rechazar el fraude. ¿Que la “autoridad” rechazará esta petición, basada en cuestionables argumentaciones, legales pero inmorales?. Bueno, por eso comenzamos hablando de la necesaria deslegitimación del Régimen. En todo caso, para que toda esta estrategia alcance su éxito final, habría que recordar el caso de Fujimori y Alejandro Toledo, en el Perú, en 1992 y la participación decisiva de la comunidad internacional, muy disminuida hoy, por cierto, por el fracaso de Honduras, bajo el acicate de Chávez.
Todos sabemos que el “aura” fascinante del Régimen, en el exterior, otrora indiscutible, aparece cada vez más rasgado, por escaras provenientes de sus aventuras intervencionistas, por lo cual no es utópico pensar en un emplazamiento que lo descubra ante la comunidad internacional y se logre despertar el interés por una supervisión más completa de su desenvolvimiento, en su inmediatez electoral. Si manejamos esta alternativa con acierto y demostramos la fuerza que tenemos, como mayoría, el clima de victoria invadiría el sentimiento de los abstencionistas seculares y estaríamos a un paso de la creación de las condiciones objetivas, indispensables para detener la regresión castro-comunista en marcha. Otras ideas complementarias procederían luego de aceptado este planteamiento inicial y, desde luego, todas las ideas tendrían que inscribirse en lo que ya llamamos, en nuestras palabras finales del año pasado, la unidad perfecta, la armoniosa conjunción del país político oposicionista, con la crítica sociedad civil recurrente.