Opinión Nacional

Comencemos con el “Abecedario”: el Big Bang

Los seres humanos no estamos viviendo en el siglo 21, ese tiempo sólo dice que hace 21 siglos Jesús de Nazaret nació, vivió y fue crucificado—pero el tiempo comenzó muchísimo más antes que eso—el actual estimado es de unos 137 MILLONES de SIGLOS: porque nuestro actual Universo era un minúsculo punto en un inmenso espacio vacío sometido a presiones y temperaturas infinitas cuando ocurrió lo que hoy se conoce como el Big Bang (la Gran Explosión)—que en realidad no fue una explosión, sino una expansión, de un continuum llamado espacio-tiempo. Para poder entender más fácilmente lo que ocurrió en el origen del Universo, imagínese una sábana tan pequeña, que cupiese en la punta de un alfiler—y aún así estuviese rodeada de un inmenso espacio vacío—aún en esa pequeñísima punta de alfiler.

Esa archi-minúscula sábana estaría hecha de un material elástico—tan elástico, que si cuatro personas comenzasen a estirarla, halándola por cada una de sus cuatro esquinas, se pasarían toda su vida estirando la sábana, y aún ésta continuaría estirándose sin romperse, cuando sus hijos, nietos, biznietos, tataranietos, y muchísimas más generaciones de sus descendientes, continuasen todas sus vidas estirando la sábana original del minúsculo universo, y aún así, el estiramiento seguiría durante un tiempo infinito: un período de tiempo que no tiene fin.

Imagínese ahora que cuando la sábana hubo sido estirada lo suficiente para poder ver los diseños estampados sobre ella, lo que pudo verse fue un diseño cuadriculado—lleno de gas—de un gas en particular: Hidrógeno: que es la substancia o elemento más simple que existe, ya que está formado por átomos que sólo tienen un protón en su núcleo y un solo electrón que orbita alrededor de ese núcleo.

Ahora si colocamos cualquier cosa sobre esa sábana elástica y cuadriculada, el tiempo es la curvatura que la masa de esa cosa produce en el espacio—piense en una bola de bowling sobre una sábana cualquiera que es sostenida por sus esquinas por cuatro personas: claramente el peso de la bola de bowling, crea una evidente curvatura de la sábana—la misma curvatura es producida, por las galaxias, estrellas, planetas, lunas, cometas, asteroides, meteoritos, gases y agujeros negros, en la inmensa sábana del espacio-tiempo del Universo.

Todo el universo es gobernado por cuatro fuerzas: gravedad, electromagnetismo, fuerza débil y fuerza fuerte.

La gravedad es una forma de energía que hace que todas las cosas se atraigan unas a otras—mientras mayor sea la masa y más corta la distancia entre dos cosas, mayor será la atracción de la gravedad: y a esa atracción, nosotros la llamamos: peso.

El electro-magnetismo es otra forma de energía compuesta de dos corrientes de partículas que se desplazan en forma de dos corrientes de ondas—cada una perpendicularmente a la otra; y abarcan desde los rayos-X (como los que se usan para hacer radiografías); la luz blanca o visible para los humanos (compuesta por todos los colores del arcoiris); hasta la luz ultravioleta (que los humanos no podemos ver), pero sí sentir en forma de quemaduras en nuestra piel, cuando vamos a la playa.

La Fuerza Débil es otra forma de energía que mantiene a los electrones de un elemento orbitando alrededor del núcleo de ese elemento—y se le llama débil, porque los elementos pueden perder o ganar electrones cuando se acercan a otros elementos, creando uniones a través de lo que llamamos reacciones químicas, que forman substancias—como el agua (H2O) que se produce por la unión de dos átomos de hidrógeno a un átomo de oxígeno.

La Fuerza Fuerte es otra forma de energía que mantiene unido a los componentes del núcleo de los elementos—y es tan fuerte que la bomba atómica que destruyó a la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, consistió en separar los núcleos de los átomos de 600 miligramos (un poquito más de medio gramo) de Uranio: es decir, sólo consitió en convertir en energía (en “dejar salir” la fuerza fuerte) de esa minúscula cantidad de Uranio, siguiendo la ecuación descubierta por Albert Einstein: E = mc2 que quiere decir que la energía (E) contenida en cualquier sustancia es igual a su masa (m) multiplicada por la velocidad de la luz ( c= 300 mil kilómetros por segundo), elevada al cuadrado.

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