Cobrar la entrada
Inparques, el instituto oficial que controla y administra los parques nacionales, anuncia que a partir de la próxima semana, con el comienzo del mes de junio, comenzará a cobrar por el acceso de público al Parque Nacional El Ávila, a través de sus accesos de Llano Grande en Cotiza y de Sabas Nieves en Altamira.
Simultáneamente difunde nuevas tarifas para los Parques, Vinicio Adames, Zoológico de Caricuao, Los Mariches, Los Chorros, La Aguada, del Oeste y Cuevas del Indio.
Para sorpresa de todos quienes no nos conocen, vamos a estar de acuerdo con la medida.
Estamos absolutamente de acuerdo con que un ciudadano integral debe pagar los costos de los servicios que recibe.
Pero encontramos dos paradojas en el planteamiento que hace el Instituto Nacional de Parques a los usuarios de sus ambientes tutelados.
La primera observación la realizamos alrededor del significado que tiene que tener el hecho de que se cobre por un servicio, y aquí debemos hacer una aseveración: El costo, para el usuario, de un servicio prestado a una colectividad, tiene que reflejar condiciones mínimas de la prestación del servicio.
Somos usuarios, desde hace unos doce años, del Parque «Rómulo Betancourt» mejor conocido como Parque del Este. Allí, casi todos los días de la semana, si el tiempo lo permite, dedicamos algo más de una hora al sano ejercicio de la caminata.
Pero, en todos esos años, hemos visto como se han incrementado los precios de las entradas y se han deteriorado los servicios que se prestan.
Hace unos pocos años, quizás cuatro, se anunciaron, con bombos y platillos, las construcciones de varias canchas deportivas para la práctica de fútbol de salón, básquetbol, voleibol, gimnasia y otras actividades. Ver el estado en que se encuentran esas instalaciones da verdadera vergüenza.
La caminería, que se utiliza intensamente, se va deteriorando y nunca merece el menor cariño de esa extraña actividad que se llama mantenimiento.
La recolección de la basura, que los fines de semana crece de manera alarmante, es una actividad que se realiza con desgano y la acumulación de ella en las áreas asignadas se extiende por períodos prolongados que permiten que se produzcan fermentaciones de desechos que tienen olores horrendos.
El mantenimiento de las plantas y de los animales dista bastante de lo que la colectividad de visitantes, quisiera percibir.
Pero, simultáneamente, hemos visto crecer, de manera grosera, el número de personas que simulan labores de vigilancia y mucho más de quienes entregan los boletos de entrada y recolectan las tarifas a la salida de los usuarios.
La segunda paradoja pertenece al campo de lo conceptual.
Como anotamos arriba, estamos totalmente de acuerdo en que quién recibe un servicio pague por su justo valor, pero preguntamos: ¿No es esto totalmente aplicable a innumerables otros servicios que recibe la colectividad?
¿Se corresponde la política de Inparques con la del régimen imperante?
¿Puede Venezuela mantener el desayuno gratuito para siempre?
Así como pensamos que se debe pagar por el acceso a los parques nacionales ˆy de hecho lo hacemos desde hace mucho tiempo- también pensamos que hay muchas otras áreas donde el tratamiento debe ser similar.