Opinión Nacional

Ciudadano Presidente

El tres de diciembre comenzó con una tensión inusual. La jornada electoral del día dos, que se desarrolló dentro de parámetros adecuados y con un civismo excepcional, produjo resultados que plantean importantísimas reflexiones.

Pasada la primera hora del día tres, el Consejo Nacional Electoral, después de deshojar muchas margaritas, anunció el triunfo de quienes disienten del Presidente.

Inmediatamente, haciendo uso y abuso de una falacia legal, el Presidente realizó una cadena mediática que tiene lecturas muy distantes. Analicémoslas.

La convocatoria a Miraflores de toda la dirección del régimen, acompañada de personajes no nacionales que están interfiriendo la política venezolana, y solo con la presencia de los representantes de los medios de comunicación internacionales, es una muestra del continuo desprecio hacia quienes lo adversan. También fue notable la ausencia de personeros extranjeros que han aplaudido, compartido y defendido, eventos anteriores.

El discurso, donde hizo énfasis en su empeño en concretar la aprobación de los términos de su derrotada propuesta y el empleo del famoso y tétrico “por ahora”, vaticinan que el Presidente apelará a todos los recursos disponibles y cuantos se le ocurran utilizables, para continuar por el equivocado camino de marginar a, por lo menos, la mitad del país, de los espacios nacionales.

Parecía que, inmediatamente después del anuncio de la rectora Lucena, lo prudente era hacerle caso al Rey. El abandono de los seguidores que asistieron al reservado “balcón del pueblo” y la reiteración de su plan de transformar al país en algo que tiene el rechazo de, por lo menos, la mitad de los ciudadanos, son premonitores de una lucha larga que debería ser sustituida por un entendimiento constructivo de todos los sectores nacionales.

No podemos dejar de mencionar que entendimos dicha “cadena” como el intento de minimizar la difusión de las expresiones de júbilo de quienes dirigieron a la masa de electores que apenas hace pocas semanas se sentían tentados por una abstención que hubiera garantizado el triunfo de la propuesta oficial y hubiera sumido a Venezuela en la más espantosa dictadura comunista.

Hace falta mencionar la concurrencia de lo más amplios sectores de la sociedad en la consecución de estos resultados. Los estudiantes, dignos seguidores de quienes acompañaron a José Félix Ribas en La Victoria en 1814, de quienes a raíz de la Semana del Estudiante en 1928 confrontaron al poder de Juan Vicente Gómez, de quienes intervinimos en las jornadas de los últimos meses de 1957 y las primeras semanas del 58 para ayudar al empujón final de Pérez Jiménez. La oportuna y repetida prédica del general Baduel. Las opiniones vertidas por Marisabel Rodríguez. Las adhesiones, varias oportunas y algunas retardadas, de los representantes de los partidos políticos. La invalorable prédica de los miembros de las distintas religiones. En definitiva, la suma de amplios sectores que lograron hasta el convencimiento de sectores afectos al primer mandatario, de los inconvenientes de las propuestas oficiales. Todos ellos y la suma de los votantes, construyeron una victoria que debe comprenderse como un grito de libertad y un llamado a la cordura y a la construcción de un país donde quepamos todos y todos contribuyamos a su desarrollo.

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