Chavistas corruptos y corruptores
La corrupción, en mayor o menor grado, ha existido siempre, en todos los gobiernos que ha tenido Venezuela. Fue oficial y practicada por altos jefes en el siglo XIX y muy especialmente en tiempos de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez. Disminuyó notablemente en el gobierno central cuando López Contreras y Medina. Existió en una forma diferente cuando el Trienio adeco. Volvió a ser oficial e impulsada por los altos jefes durante la dictadura militar, muy especialmente durante la tiranía perezjimenista. Y hasta en los gobiernos de hombres insospechables e incorruptibles como Rómulo Betancourt y Raúl Leoni fue practicada por algunos personajes, de esos que ahora llaman “enchufados.” La demolición de El Conde, por ejemplo, fue un campo fértil para lo que, también ahora, se llama “empresas de maletín.” Repuntó con fuerza durante el gobierno de Rafael Caldera, y siguió creciendo con el “boom” petrolero del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. Durante el quinquenio de Luis Herrera Campíns, a pesar de la honestidad del presidente, llegó a niveles alarmantes, y peor aún fue cuando gobernó Jaime Lusinchi, pues, desaparecidos Betancourt, Leoni, Gonzalo Barrios, Acción Democrática quedó en manos de los que Barrios llamaba “adecos chiquitos” y se convirtió en una simple agencia de empleos, negocios y corrupción. Carlos Andrés Pérez, consciente de esa realidad, hizo un esfuerzo por corregirla durante su segundo quinquenio, buscó figuras nuevas, jóvenes y aún no torcidas, pero pudo más la fuerza de la corrupción que sus intenciones y fue defenestrado por un juicio absurdo en el que la corrupción fue clara protagonista. En el segundo gobierno de Caldera la corrupción, aun cuando se mantuvo en manos de algunos “enchufados” de turno, empezó a manifestarse, o si se quiere a asentarse del todo, en terrenos distintos al del gobierno propiamente dicho y se instaló con toda la fuerza imaginable y al parecer para siempre, en el chavismo.
El chavismo fue desde el principio corrupción plena, además de un elemento terrible de corrupción de la sociedad entera, especialmente de los sectores “menos favorecidos,” como suele definirse con un cierto toque eufemístico a los sectores que por diversas razones, entre ellas la propia corrupción, no han tenido verdadero acceso a la civilización o a la educación. El chavismo, en vez de hacer algo por la educación de esos sectores, los ha prostituido, los ha convertido en parásitos que no aportan nada a la sociedad, los ha apartado de cualquier camino que lleve a la superación. Las “misiones” en general se han convertido en asilos de vagos y maleantes. Y es eso lo que hoy vemos cuando el “pueblo” saquea los comercios incitado por un gobierno ignorante, pero además corrupto y corruptor, que no solo irrespeta todas las normas de convivencia, sino que con su corrupción ha destruido la economía y quiere acabar con la democracia. Y como también ha corrompido hasta los tuétanos a todos los sectores que podrían haber defendido al pueblo, parecería que estamos condenados a la podredumbre eterna.
Pero no parece sensato suponer que hayan podido corromperlo todo. A los saqueos se opuso buena parte de la población. Al dominio del chavismo hoy se opone una buena mayoría de los venezolanos. El chavismo, corrupto y corruptor, no ha podido destruirlo todo. Y es esa parte de la sociedad que se ha salvado de su influjo maligno la que podrá, tarde o temprano, rescatar al país.
Así sea.