Opinión Nacional

Chávez y su tercera fase

“En Venezuela no manda el texto constitucional ni las instituciones, ni los partidos ni el ordenamiento jurídico. Manda el forro del teniente coronel. Si lo que impera no es una dictadura, que algún politólogo nos de las razones en contrario.”

1.- Constituye una auténtica ganancia del período, así cause un profundo desasosiego y provoque en no pocos el deseo de salir huyendo, constatar la unanimidad de criterios en torno a un asunto de crucial importancia para nuestro futuro: pocos, muy pocos ponen en duda que éste, el de Hugo Rafael Chávez Frías, es un gobierno dictatorial. Allí radica probablemente la gran diferencia entre la oposición del pasado y la oposición del presente: hasta estas últimas elecciones de febrero causaba asombro en no pocos calificar al gobierno de Chávez de gobierno de facto. Lo que el M2D señalo con abundancia de pruebas y calificados análisis de coyuntura – Venezuela está gobernada desde hace ya mucho tiempo por un gobierno de facto, que atropella la Constitución, se sitúa crecientemente al margen del orden jurídico, atropella o pervierte los resultados electorales y militariza todas las instancias de gobierno – encontraba desaprobación y hasta molestia en amplios sectores opositores. No sólo los cercanos al teodorismo y al borgismo, que aún hoy se resisten a asumir la dolorosa constatación de que sufrimos del mal de la dictadura. También amplios sectores de UNT y PJ, del MAS y la izquierda democrática exigían pruebas de sangre para atreverse a considerar que estábamos sometidos a un régimen de corte dictatorial. Entre esos sectores, Chávez contó con auténtica benevolencia. Dicho a lo bruto: sin paredón y grilletes de sesenta libras, sin un general de espejuelos ahumados, manos ensangrentadas y campos de concentración, sin opositores flotando en el Guaire acusar de dictatorial al régimen chavista resultaba no ser más que novelería. Para esos sectores y hasta hace nada todo lo que flota en el país gobernado por el teniente coronel era democrático.

Esa percepción se hizo añicos. Despreciar y desconocer los resultados del referendo del 2 de diciembre, imponer su contenido mediante decretos leyes, aceptar a regañadientes y luego perseguir a quienes triunfaron el 23 de noviembre, hacer tabula rasa de la descentralización – un principio básico de nuestra Constitución – arrebatándole a las gobernaciones sus derechos constitucionales a la administración de puertos y aeropuertos, perseguir a Rosales, condenar a cadena perpetua a los inocentes comisarios, quitarle el situado y casi todas sus atribuciones al Alcalde Metropolitano e imponer su proyecto revolucionario pisoteando todos los derechos y atribuciones ciudadanas, por sólo mencionar las violaciones más notables llevadas a cabo en un lapso no mayor a los sesenta días, dan al traste con cualquier indulgencia frente al teniente coronel, que gobierna contra viento y marea de acuerdo al soberano principio dictatorial latinoamericano y mundial: hacer lo que le sale de sus santos cojones.

Dos frases para el museo dictatorial del horror: “meteré preso a Rosales” y “si gana la oposición aquí habrá guerra”. En Venezuela no manda el texto constitucional ni las instituciones, ni los partidos ni el ordenamiento jurídico. Manda el forro del teniente coronel. Si lo que impera no es una dictadura, que algún politólogo nos de las razones en contrario. Para nuestra inmensa fortuna, comienzan a escasear. La lluvia cae de arriba hacia abajo. Así de simple.

2.- Que se bajen de esa nube los sempiternos candidatos presidenciales embobados mirando la hoja del calendario que marca el 2012. Ni Leopoldo López, ni Julio Borges, ni Manuel Rosales ni nadie que se les parezca participará en esa contienda, a menos que quieran hacer de comparsas del teniente coronel. Las elecciones del 2012, como cualquier otra de aquí allá – las de concejales, las de diputados y las que se nos pueda ocurrir – sólo tendrán lugar si el Forro lo dictamina así. Y si ello sucede será porque tendrá las cosas atadas y bien atadas. Pero del caballo presidencial, no lo baja con votos ni doña Elena.

A Chávez hace mucho tiempo que se le acabó la democracia. Dejó hace añales de serle útil. Ya le incordia. Le sorprende, le sale con desconocidas, le dificulta el camino. Le sirvió para asaltar el Poder, montar una constituyente, apoderarse de las instituciones, ganar un Referendum en andas de Fidel Castro y reelegirse en tres oportunidades. Hasta allí le sirvió. Hasta diciembre del 2006. Luego vino el empacho y la cuesta abajo, ya sin retorno. Le aguó la fiesta del 2D, cuando se viera obligado a desinflar el monigote de caucho erigido frente al palacio de Miraflores. Le hizo una segunda trastada, cuando le humillara a sus delfines el 23 de noviembre. Y si sigue permitiéndolo, lo sacará con viento fresco en andas de una auténtica revolución popular. Milagrosamente electorera y pacífica. Ni modo.

Por eso montó la maroma del 15F: para despedirse de la democracia y dar inicio a su definitivo enterramiento. Y lo hizo como él bien sabe hacerlo: tirando la casa por la ventana, amenazando, torturando y reprimiendo, falseando, burlando, tracaleando. Poniendo doce mil millones de dólares encima de la mesa. Aterrorizando a sus funcionarios públicos. Hablando hasta por los codos. Abusando de cadenas nacionales, comprando medios, sobornado conciencias y aprovechándose de la apatía del liderazgo opositor, que ni entendió la farsa que le habían montado.

Esa es la cruda, la inobjetable verdad de los hechos. A Chávez la democracia le sabe a ñoña, la desprecia – dictadura burguesa, la llaman sus congéneres marxistas Raúl Castro y Daniel Ortega – y las elecciones sólo le interesan cuando Tiby, Jorgito Rodríguez o cualquier bufón de turno se las tenga resueltas, oreadas, sacramentadas y bien coloreadas para presentárselas a los demócratas del mundo en empingorotados foros internacionales.

En Venezuela se acabaron las elecciones. Se acabó la pluralidad. Se acabó la justicia. Se acabó el diálogo. La política es la brutal guerra a muerte del Poder contra quienes se opongan. La propia selva. Verde oliva y uniformada, pues es la selva del militarismo autocrático y autoritario. Quedan resquicios y despojos de lo que un día fuera, para servirle de tapadera ante sus amigos demócratas, como Lula o el curita paraguayo, los Kirchner o la Sra. Bachelet. Y algún senador demócrata norteamericano que anda pajareando. Eso son los medios, eso somos los columnistas y comunicadores: despojos y ruinas que sirven de legitimación a la brutalidad fáctica del régimen militar que nos oprime. En cuanto nos convirtamos en una auténtica piedra en el zapato, nos aplastará como a cucarachas. Ya lo hizo con RCTV. Globovisión está en la mira. No se salvará nadie.

Suena feo y siniestro. No es mi culpa. Es culpa de la cosa misma.

3.-

¿Inevitable? Ese es el quid del asunto. Será inevitable si esa descomunal fuerza democrática que late como un volcán en el seno de la sociedad civil no asume la conducción de sus asuntos y sigue aletargada bajo las indicaciones de la pusilanimidad de nuestros sempiternos candidatos presidenciales. Sé que despierto el odio y la indignación, pero callarlo sería una cobardía, una canallada y una traición: si Borges y Leopoldo López, si los herederos de Manuel Rosales y Teodoro Petkoff, si los obreros y trabajadores, si los jóvenes dirigentes del movimiento estudiantil no tiran por la borda sus ilusiones electoralistas y no comprenden que deben unirse sin ambiciones espurias ni canallescas mezquindades, para enfrentar frontal y virilmente a la dictadura, ésta nos pasará por encima como una aplanadora.

Suena pueril tener que repetirlo y hacerlo hasta el cansancio, pero debemos insistir una vez más: en juego no está la franja tricolor que lucirá en su pecho el joven Julio Borges o el joven Leopoldo López, Yon Goycoechea o Antonio Ledezma, Henry Ramos o Manuel Rosales en algún hipotético futuro. En juego está el destino, la integridad, la decencia, la grandeza de la patria. Ante la cual no hay franja que valga. Por cierto: humillada, escarnecida y pisoteada por quien jamás debió lucirla sobre su pecho traicionero.

Estamos en medio de una terrible circunstancia. La democracia agoniza en nuestros brazos. No acudir en su auxilio es la peor canallada que podemos cometer los venezolanos. Peor tal vez que contribuir a asesinarla, como lo hacen millones y millones de inconscientes chavistas, que más temprano que tarde estarán llorando lágrimas de sangre por haber prohijado un crimen de tal magnitud. Como las vertieran los trabajadores chilenos de izquierda al cabo de los años luego de sufrir la tragedia de Pinochet. Cuando se volvieran hacia sus compañeros de la Democracia Cristiana para sacar al pérfido tirano y construir la Concertación Democrática que hoy les gobierna.

Los partidos, en primer lugar. Deben dejar toda estulta veleidad y toda ridícula pretensión electoral y abrirse al clamor nacional, que les pide, que les demanda a gritos: ¡unidad! Los trabajadores, en segundo lugar – chavistas y antichavistas – que deben comprender por su bien y el de sus hijos que la democracia lo es todo, la dictadura es la nada. La dictadura militar atropellará todos sus derechos, como ya lo hace y los esclavizará con sueldos de hambre, como ya pretende. Estudiantes, en tercer lugar, sin cuyo concurso Venezuela no hubiera podido liberarse de las tiranías que la han asolado. Sin la generosidad del estudiantado y de los jóvenes venezolanos no saldremos de este espantoso atolladero. Y tras partidos, trabajadores y estudiantes, las mujeres, las hermosas mujeres de Venezuela. No las que se han humillado ante el déspota sirviéndole en las tareas más sucias y repugnantes, sino las verdaderas mujeres venezolanas. Libertarias y patrióticas, libres e independientes.

Esa es la tarea: comprender que estamos bajo un régimen dictatorial y que debemos librarnos de él cuanto antes. Mientras más pronto, mejor. Lo demanda la grandeza de la Patria.

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