Opinión Nacional

Chávez y el síndrome Noriega

Hugo Chávez es todo un personaje; maquinador y farsante; poseedor del don del convencimiento, con un discurso monótono, continuo y repetitivo, que es degustado, cual lavado cerebral sin paladeo por las turbas misioneras y conformistas, que se embelesan con el mendrugo y, también aplaudido con hipocresía por sus adláteres “rovolucionarios”, quienes lo insuflan con idolatría de un artificios ego, que le hacen creer que siempre “se la come”. ¡Que alegres se ponen cuando su mentor asoma la posibilidad de dar larga vida al “proceso robolucionario”! Mientras mas Chávez, mas oportunidad en la compensación por ayudarlo al engaño.

Necesariamente se requiere de una aguda experiencia en lo social, o de un profundo estudio analítico, para comprender el verdadero sentimiento de este personaje, cuya manifestación oral y gesticular rara vez encaja en los patrones de conducta de un humano normal. Sabemos que la psicología contempla patrones para identificar estos casos, pero nosotros nos resignamos a cavilar para traducir sus aventuradas e improvisadas propuestas, especialmente, cuando éstas surgen motivadas por los aplausos de sus adláteres. ¿No es curiosa la desfachatez con que Cilia Flores y Germán Mundaraín defienden sus ideas?
Estas conductas son peculiaridades del cardumen con el que nadan los del proceso, aunque sabemos que no ayudan para convencer al misionero conformista, cuyo mendrugo devaluado solo lleva la “marca” de Chávez y solo la de éste. Para ellos, no hay “revolución sin Chávez”, de donde surge la ilusión del “yo” necesario. El convencimiento de Chávez, que lo hace asumir como verdad la premonición de Castro, de que solo él y nadie mas tiene la capacidad y el efluvio necesarios para consolidar sus locas ideas del “Socialismo del siglo XXI y del nuevo hombre-soldado para la “revolución” .

Pero hay algo que no encaja en este simple análisis, que nos ha llevado a insinuar o premonitoriar un posible síndrome del cual sufre el personaje, que se compadece con la conducta que pone de manifiesto ante el miedo y el temor. Es lo que aquí denominamos el “síndrome Noriega”, que pudiéramos también llamar “el síndrome Aristide” o “síndrome Grenada”, o la aprensión de que vendrán por él para juzgarlo por su traición a la democracia venezolana. Pareciera que de este síndrome surgiera el ataque al “imperio”, el armamentismo desproporcionado para una “milicia revolucionaria”, y sobre todo, la destrucción de las fuerzas armadas profesionales, que no creen en su mesianismo y lo valoran por la mediocridad de su conducta como militar y su mal desempeño como comandante y jefe de Estado.

Nos aventuramos a esta insinuación, porque no concebimos ninguna otra idea que nos permita entender el gran esfuerzo y empeño de Chávez por lograr en el menor corto plazo, plasmar a nivel constitucional lo que denomina “Milicia Popular Bolivariana”, único bastión que le quedaría, eliminada o minimizada la “Fuerza Armada Bolivariana”, de la cual desconfía, para “la ejecución de la doctrina militar bolivariana y la guerra popular de resistencia”, que solo es factible, militarmente hablando, cuando ocurre una invasión por parte de un “poder imperial extranjero”, con el subterfugio que usa en la letra de la reforma constitucional, al darle como misión a la FAB de: “…garantizar la independencia y soberanía de la nación, preservarla de cualquier ataque externo o interno…” Aquí “se deja ver la costura” y es el fundamento de nuestro análisis. Teme que, un ataque externo del “imperio” pueda provocar también un ataque interno de la “oposición”, donde pudieran unirse esfuerzos para su secuestro, como ocurrió con Noriega en Panamá, o provocar la huida como Arístide en Haití. Nadie mejor que él sabe como se produce un ataque interno, pero también sabe, que aparte de sus “bolivarianos”, que tienen la virtud maratonista para esconderse, como ocurrió el 11A, nadie saldrá a ayudarlo ni a defenderlo, todos preferirán defender sus reales en el exterior.

Ocurrirá como el cuento del borrachito que ve a dos jóvenes estudiando como para un examen sobre “Apuntes sobre Chávez y la Revolución Bolivariana” y ante el asombro e insulto de los estudiantes por el denotado estado de ebriedad del borrachito, pasa un transeúnte a quien espeta como si fuera el interlocutor: “Yo seré borracho, pero no pendejo como ese par de chamos… Chávez los está usando y ellos ni pendiente, me imagino que entre las virtudes de Chávez estudiaran su caso patológico de mesianismo y miedo”

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