Chávez: violencia o negociación
Decir el régimen, es casi todo eufemismo cuando de
decisiones del gobierno se trata , pues, ya sabemos
por desgracia, que lo que se haga o se deje de hacer
en materia del poder en Venezuela descansa en lo que
se le ocurra a un solo sujeto, Chávez.
Allí reside la verdadera tragedia nacional, y lo digo
aún contando en que éste nos hubiera salido bueno y
democrático, ya que un gobernante al que le hubiéramos
entregado la carta salvacionista del cheque en blanco,
es decir dejándolo actuar sin la activación de los
debidos contrapesos de todas las instituciones que
conforman el poder público, se hubieran comportado, si
no de modo idéntico, al menos muy parecido a como él
lo hace ahora.
Es lamentable y debemos admitirlo, que nada garantiza
que esta enorme enseñanza que nos entrega la
traumática experiencia de haber depositado en un solo
hombre el destino del país, no la repitamos con las
mismas torpes señales en el mañana.
Lo cierto de hoy es que, la paz o la violencia que se
pueda desplegar o no sobre 24 millones de personas,
depende de lo que Chávez delibere en privado.
Su visión nada oculta de asumir la política como una
gesta heroica y un drama vivencial, y no como lo que
debe ser, un escenario diseñado para la confrontación
civilizada, la superación del conflicto y la mediación
hacia un orden de convivencia, lo imposibilita a
negociar.
Esta autocastración, que se evidencia en su discurso
político, lo conduce no solamente a ser un rehén de
ese discurso, sino también de la troica revolucionaria
radical que lo rodea ,los de aquí y los de afuera, que
aunque se alienten mutuamente, su supervivencia la ha
hipotecado en ellos, que estarían dispuestos a
eliminarlo.
Lo que aquí afirmamos explica en mucho dos cosas:1)
Que haya peleado con todos sus aliados originales,
pero nunca con ninguno de su círculo radical. 2) Que
lleve hasta el límite los conflictos en que ha estado
involucrado. Un ejemplo de este segundo punto que
terminó estallando en el 11 de abril, fue la crisis
con los empleados de PDVSA.
De nuevo, lo que lo regresa a reanudar las
conversiones en la mesa de negociación, es un
conflicto con PDVSA. Hay que olvidarse que puede ser
otra cosa distinta; un paro petrolero lo tumba y lo
hace papilla y es lo único que aprendió del 11 de
abril. Las descomunales multitudes que lo repulsan
activamente, lo tiene sin cuidado. Sus resortes
psicológicos están programados para ver a quienes lo
rechazan «como si no fuera gente», por ello se
mostrará siempre sordo al ruido de su protesta y sin
escrúpulos estaría dispuesto a ejercitar la violencia.
La Coordinadora jamás debe soltar el paro petrolero,
hasta estar muy segura de arrancarle un compromiso
ineludible a sus manipulaciones, y signifique la
inobjetable y definitiva apertura a un inmediato
proceso electoral.