Chávez promueve el trabajo esclavo
No hay fuerza en el mundo que detenga la regresión ideológica que inflama día a día el anacronismo del presidente Chávez, y que lo llevó en el “Aló Presidente” del domingo pasado a insultar a un camarógrafo de Venezolana de Televisión por el pecado de cobrar sobretiempo y no trabajar gratis en lo que el presidente juzga es la tarea más importante del gobierno y la revolución.
Desplante que le hubiera quedado muy bien si se lo hubiera zumbado a los directivos y gerentes de la planta televisiva, o a sus consentidos de los noticieros y programas de opinión que todos saben ganan mucho más que sus pares de los canales privados y capitalistas, pero no a un asalariado que vive en condiciones precarias y necesita que el patrón le recompense algo de lo mucho que da.
Y para eso tiene el sindicato, organización del más puro origen revolucionario y socialista que puso por primera vez en manos de los trabajadores un instrumento irreemplazable a la hora de luchar por sus reivindicaciones, sus derechos, su libertad, su bienestar y para que los dueños de los medios de producción no se les incauten su tiempo como si fueran simples esclavos.
Chávez, por supuesto, no necesita sindicato, ya que siendo amo y señor del todopoderoso estado petrolero venezolano, habiendo acabado con la independencia de los poderes, teniendo a sus pies a militares y burócratas y a monte a todos los que se atreven a discrepar y disentir, pues se aumenta el sueldo cuando quiere y trabaja en el horario y profesión que le apetece y viene en gana.
Desde luego que el sueldo de Chávez no tiene nada que ver con convenciones colectivas, ni con el presupuesto de gasto público, ni con las asignaciones que legal y constitucionalmente el Poder Legislativo asigna a los funcionarios de la República.
No, nada de eso. Chávez más bien ha renunciado a su sueldo formal o se lo rebajado de manera “ejemplarizante”. El sueldo de Chávez consiste en manejar las finanzas públicas, el presupuesto nacional y las reservas internacionales como le da la gana, a su haber y entender, regalándolas o pichirreándolas y sin darle cuentas a nadie.
Y en este orden, no es descabellado establecer que el sueldo anual del socialista siglo XXI puede acercarse conservadoramente a los 100 mil millones de dólares anuales, si sumamos todos los ítems que hemos discriminados en el párrafo anterior.
Boloña que comparte –justo es reconocerlo- con los miembros de los poderes que celebran y toleran tal estado de cosas y están en todo momento dispuestos a legitimarlo y castigar y perseguir a quienes lo adversan, como pueden ser el camarógrafo del canal 8 y los trabajadores de toda Venezuela.
Hablamos, en primer lugar, de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia que ganan sueldos de hasta 30 millones de bolívares anuales, y entre bonos, aguinaldos, primas, viáticos, y otros beneficios, pueden disfrutar de ingresos que se acercan a los 500 millones de bolívares al año.
Los siguen en la piñata, el Fiscal General, el Contralor, la Defensora del Pueblo, los diputados de la Asamblea Nacional, los ministros, generales, coroneles, jueces, gobernadores, alcaldes, y todos cuantos han tenido la suerte de ser llamados a participar en la revolución socialista de palabras, pero capitalista según los 15 y los últimos.
Ah, y los más afortunados, como pueden ser los que al frente de los proyectos del estado, de las gigantescas importaciones de alimentos, o las manipulaciones cambiarias han pasado a constituir la casta más rica de cuantas acostumbran a formarse en las tormentas de las revoluciones.
Y que, por supuesto, no son insultados, ni agredidos, ni conminados a trabajar gratis por el presidente, pues para él, al igual que para los socialistas del siglo XX, de gente como Stalin, Hitler, Mussolini, Mao y Castro, la categoría de los esclavos está exclusivamente reservada a los trabajadores.