Chávez manda pero no gobierna: una carga para el país
Cualquiera que tenga los bolsillos llenos de dinero y el apoyo de las armas comprado con ese dinero puede mandar. Eso es lo que hace Hugo Chávez. Mandar significa tomar decisiones sin consultar, disponer libremente de los activos nacionales para darlos a quien se quiera (se acuerdan de los treinta millones de dólares que le dió a Evo Morales en un programa de televisión?), caerle a realazos a los pobres para mantenerlos contentos o hacer tantos referendos como sean necesarios para cambiar la constitución.
Gobernar es algo muy diferente. Es unir al país trás una visión que apunte al progreso y la grandeza. Es planificar debidamente programas estructurales contra la pobreza, la enfermedad y la ignorancia, mantener la infraestuctura física del país en las mejores condiciones posibles, rendir cuentas a los ciudadanos de como se emplean los recursos nacionales, respetar la disidencia y mantener un diálogo civilizado con la sociedad. Esto no es lo que hace Chávez.
A quien solo sepa mandar pero no gobernar hay que sacarlo del poder, por cualquier medio permitido por la constitución. La nación que es hoy Venezuela es solo la caricatura triste y humillada de la Venezuela que existía hace diez años, cuando el déspota llegó al poder. Chávez no saldrá por los votos ya que controla politicamente a los organismos que preparan y supervisan las elecciones. Hay que sacarlo mediante la protesta popular, mediante la insurgencia civil a lo King, a lo Ghandi, tratando de captar el descontento que indudablemente existe en las capas populares y en las fuerzas armadas. No se trata de incitar a las fuerzas armadas a dar un golpe para poner a otro gorila en el poder. Se trata de hacerles entender que apoyar a Hugo Chávez al ritmo de “Patria, Socialismo o Muerte” es hacerse cómplices de un crimen contra la nación y deshonrar su profesión.
El régimen en boca de José Vicente Rangel repite incesantemente que la protesta pretende “desestabilizar’ al gobierno. Pero no es necesario desestabilizar lo que está profundamente desestabilizado, tanto en el plano doméstico como en el plano internacional. Lo que debemos hacer es mantener y aumentar, en lo posible, la presión popular sobre el déspota.
La desestabilización ya existe en un país bajo un régimen corrupto de control de cambios, que importa todo lo que come, que sufre apagones de alcance nacional, cuya industria petrolera está en el suelo, con Guayana paralizada, que tiene que reprimir violentamente a los sindicatos, que captura alocadamente empresas privadas sin pagarle a sus dueños pero las arruina en poco tiempo. Nadie ha sido más eficiente que Hugo Chávez en desestabilizar al país. Ahora hay que empujarlo para que se termine de ir por el despeñadero y hay que contribuir a denunciar sus desmanes en el exterior.
Hasta ahora he sido invitado por organizaciones en doce ciudades de los Estados Unidos y nueve países de América Latina para hablar sobre lo que Chávez ha hecho y lo que piensa hacer. Les he dicho que Chávez representa una amenaza cierta para la paz del mundo, a través de su alineamiento con los déspotas más despreciables del planeta: Mugabe, Gadaffi, Ahmadinejad, Castro, Ortega, y con grupos terroristas como las FARC y Hizballah. Esta tarea representa mi modesta contribución a acelerar la salida de un tirano ignorante, quien ya ha causado daños gravísimos a nuestro país.