Chávez ignora la Mesa de la Unidad
Chávez no insulta a la Mesa de la Unidad. La ignora, prefiere hablar de personajes de la cuarta república. Por algo será.
Alimenta así su campaña del «no volverán»; quiere que la opinión pública crea que sus enemigos provienen del pasado. No reconocerá nunca que la oposición se ha unido. La seguirá acusando de ser un saco de gatos; nunca le dará la alternativa: arruinaría su discurso político. La prensa chavista destaca solamente a los políticos de oposición que hablan de postularse por su cuenta.
Esta semana, en un lenguaje escatológico, Chávez insultó a los ricachones, tomadores de whisky, drogadictos, a las encopetadas mujeres de la burguesía. Es fácil reírse y menospreciar las palabras del Presidente, olvidar que representa un discurso tan peligroso como los de Boves, a quien algunos han visto como un revolucionario avant la lettre, o el de Zamora en la Guerra Federal. Chávez se inscribe en una temible tradición que ha incendiado a Venezuela de un extremo a otro.
Un famoso encuestador valenciano, ya fallecido, decía que nada les gusta tanto a muchos como ver a un rico encarcelado. A Cipriano Castro lo elogiaban los historiadores porque paseó encadenados a los banqueros por las calles de Caracas. Con su instinto político, Chávez revive un discurso terrible. Faltará el pan, los dólares, pero el Presidente posee recursos oratorios para presentar un circo terrible. Una encuesta de IVAD sobre Miranda presentaba cifras sorprendentes de la popularidad personal de Chávez en el estado.
Esta radicalización busca colocar a la oposición como la defensora de los aumentos de precios, la propiedad de los ricos, los carniceros, en un país empobrecido, en el que a buena parte de la población no le alcanzan los recursos para alimentarse. No hay que menospreciar ese mensaje. Claro, a quien le corten la luz y no consiga aceite, no le atraerá el discurso a lo Robin Hood, a quien, de paso, Hollywood le dedica de nuevo una película. El Presidente ya no quiere el apoyo de la clase media ni de los empresarios, apuesta por un sector de la población.
Juristas y los economistas rebaten el discurso de Chávez con facilitad, pero sólo los ciegos no reconocerán su peligrosidad, su efectividad. Atacar a los carniceros, defender el control de precios, violar las leyes del mercado nos lleva a la catástrofe. Chávez quiere colocar a sus adversarios como partidarios de elevar los precios de la carne. Ya no tiene las misiones, pero le queda este discurso que apela a las zonas más oscuras del país.
Con menos votos que antes y con el sistema de circuitos, aspira a sacar un número mayor de diputados que la oposición, como asegura que ocurrirá Hernán Lugo Galicia.
Chávez lo tenía todo atado y bien atado, menos quedarse sin electricidad y que el dólar galopara por las nubes. Giordani calculó mal: la planificación asombrosamente metió la pata y el Presidente ha reaccionado con un cuento chino. «¡20.000 millones nos prestarán los chinos!».
«¡Franceses, manquees, indios y senegaleses invertirán 40.000 millones!». Promete que algo queda, dice Chávez. En realidad las multinacionales como la Shell encuentran hoy por el mundo mejores oportunidades que en Venezuela.
Algo bueno está haciendo la Mesa de la Unidad cuando Chávez la ignora.