Opinión Nacional

Chávez ha retrocedido para poder dar zarpazo. No hay que creer en invitaciones al diálogo

Pólvora regada

La máquina del totalitarismo ha reforzado su marcha. El hombre que parecía encarnar un proyecto, ahora, desnudo, se mueve compulsivamente con un apetito voraz por más poder. Lo hace de la manera en que los autócratas aprenden a hacerlo: sacian resentimientos ajenos, prodigan posiciones y oportunidades para morder, les dicen a los de su entorno que si no aprietan el culto al líder se les arrojará a su vida previa, para ellos el infierno. Lo que ha quedado al descubierto es una operación que si se le despoja de la hojarasca verbal, sólo tiene un único sentido: el poder total. No se olviden que cuando es Mao el que toca la flauta el hombre se vuelve maoísta, pero cuando es el Che hasta habla porteño, y desde luego el invariable sonsonete cubano que es más estudiado que ensayo de primera comunión, para impactar a los verdaderos jefes que se refocilan en la isla. Pero por su bocaza también habló Ceresole, el nazi argentino; en su momento Marta Harnecker y Heinz Dieterich, como podrían perorar el general Velasco Alvarado, Nasser, Mussolini o el Cojo Acosta si la ocasión lo requiriese. El fandango está montado. 

EL GOBIERNO ODIA A LA UNIVERSIDAD. Existe la pulsión primitiva del caudillismo latinoamericano que, como el de allá lejos, siempre saca la pistola cada vez que oye la palabra cultura. A los gobiernos en general molesta el pensamiento libre que, por serlo, es crítico. Desde el Colegio Seminario de Santiago de León de Caracas, antecesor de la UCV, a los mandones les da sarpullido la academia. En el caso de Chávez hay razones adicionales. La voluntad de poder requiere que todas las instituciones sean dóciles, y la universidad, en razón de su código genético, no puede serlo. 

Las universidades siempre han estado alineadas en el campo del progresismo. Enfrentaron allanamientos, disposiciones legales, autoridades espurias, amenazas y ataques. Varios de los que hoy parasitan el Estado lo saben, vienen de allí, conocen las universidades. ¿Por qué intentan reducirlas? La respuesta no es fácil, sin embargo varios de estos personajes son académicos de restringidos méritos. Como aquel ruin personajillo que enfundado en su chaqueta tricolor consideró que la mejor manera de recibir a los universitarios genuinos era estar embutido entre militares. 

Varios de los ministros de Chávez eran personajes de derecha en las universidades y llegaron al marxismo ya de viejos, cuando disminuyen las posibilidades de comprender una teoría sugestiva e intrincada. No pueden asumir el rechazo a sus acciones en las universidades y su marxismo de quincalla no les permite entender la tragedia que están a punto de provocar. 

En esa tesitura sancionaron la Ley de Universidades. Y las universidades dijeron que se alzarían. Así de claro. Y a Chávez no le quedó más remedio que echarse para atrás, como con aquella Ley Sapo. El estudiantado iba a impedir en la calle la aplicación de esas normas. Chávez no se atrevió ahora. Lo intentará luego, pero no lo hizo ahora. Bravo por los estudiantes y las autoridades. 

LA ASAMBLEA. El Gobierno quería crear una situación de violencia en la instalación de la AN al impedir que los diputados de oposición entraran con todo el derecho que les corresponde. No pudieron. La decisión de la mayoría de los diputados en el sentido de llamar a estar acompañados por sus votantes disuadió al Gobierno. Hubo dirigentes mortecinos que propusieron entrar escondidos sin advertir que la única manera de derrotar la intimidación es sacando las uñas. Eso hizo la mayoría y le dio resultados. 

Sin embargo, el panorama real es que la AN perdió toda capacidad legislativa que no sea la que conquiste en la calle. Es un hecho significativo que la derrota -¿circunstancial?- de la Ley de Universidades haya ocurrido por la promesa de rebelión de las universidades y sobre esa rebelión se montará el debate en la AN. Dicho de otro modo, la oposición tiene que tomar la calle para recuperar la capacidad legislativa y de control. No hay otra. 

Un peligro acecha: pensar que hay posibilidades de diálogo. Transformar lo que es un «buenos días» o un «¿cómo está usted?» de algún parlamentario escarlata en una política que ni existe ni va a existir. 

EL PAQUETE DE GIORDANI. El primer problema que tienen los del gabinete económico es que no saben economía. No suele ser un problema grave cuando hay recursos en abundancia y la ignorancia puede ser cubierta por una chequera pródiga. Las cosas comienzan a complicarse cuando la inundación de dólares desaparece y comienzan a asomar los residuos, alambres, carros viejos, neveras y cocinas podridas, que están en el fondo de la ciénaga. Transitar por ese barrial no es fácil y un cierto conocimiento sobre sus complicaciones se vuelve indispensable. Los del gabinete económico no tienen idea, y quienes sí la tienen -como Armando León en el Banco Central- se hacen los locos para sobrevivir y quién sabe si ascender en la escalinata revolucionaria. 

La devaluación reciente, en el marco de la destrucción de la economía privada, no va a promover exportaciones (no hay quien exporte) y la inflación se va a disparar, atenuada con las importaciones que el alivio producido por el alza de los precios petroleros permitirá. 

Esos personajes, ayunos de ideas e imaginación, pero abombados de odio, son los que, encerrados en el bunker de Berlín en 1945, preferirán que su pueblo se vaya al demonio por no estar a la altura de sus experimentos. Prefieren la ruina ajena que el fracaso de sus dogmas. La prueba es que no hay nada que haya florecido, ningún proyecto hermoso que se haya consolidado, ni algún entusiasmo que haya cuajado en realizaciones. Destruir es su consigna. El horror ya se divisa. 

Dado el nivel de furia que hay acumulado, el Gobierno se vio obligado a dar un paso atrás con el IVA no fuese a ser que la revuelta tomase las calles demasiado temprano. 

FALSO RETROCESO. Chávez ha retrocedido pero para poder dar el zarpazo luego. Por eso no hay que creer en esas invitaciones tóxicas al diálogo que son una especie de tente-allá para que los demócratas se descuiden y el autócrata tenga oportunidad de poner sus fauces voraces en acción. Ya dio la voz de mando: triturar a la oposición; lo hace porque sabe que en el terreno del debate sus huestes son de ineptitud asombrosa; lo hace porque quiere poner a prueba las temblorosas lealtades de aquellos a los que les ha colocado el cinturón de castidad con la ley sobre saltos y talanqueras que les impide tener opinión propia porque, de tenerla, pueden correr el riesgo de desahucio; lo hace, porque sabe que su poder ha entrado en fase de licuefacción; lo hace, no porque sea más poderoso sino porque es más débil. La transición se asoma y él lo sabe. Ráfagas de fronda. 

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