Chávez falsificado
A Chávez lo han tratado de imitar desde el 4 de febrero de 1992. Ahora tratan de falsificarlo, lo que es diferente. La imitación no pretende sustituir el original sino copiarle algunos de sus rasgos aunque sea en forma patética: decir groserías en televisión o en la Asamblea Nacional, adornarse con boinas rojas, a veces el vozarrón y el tumbao cubano. Los imitadores no pretenden convertirse en Chávez; con la imitación sólo muestran que han sucumbido a su encanto o a su férula, pero nada más. Hasta el propio Chávez se disfrazaba de «Chávez» cuando quería aparecer como indomable comandante en trance de Sierra Maestra. También trató de imitar a Pérez Jiménez -con traje de gala- en un memorable desfile en el cual su pareja se disfrazó de Doña Flor, la esposa del ex dictador. Son imitaciones que revelan admiración y subordinación simbólica.
El bochinche bolivariano ha sido pródigo en imitaciones: desde ese «Che» Guevara que se pasea en las concentraciones chavistas, hasta la procacidad ahora habitual en buena parte del liderazgo político; lo cual incluye a opositores que por parecerse a Chávez a veces terminan por parecerse más al «Coronel Macario»y sus memorables videos.
No son nuevas estas mímesis. Hace décadas no era difícil encontrar adecos con voces atipladas como la de Rómulo Betancourt, o copeyanos con las gestualidades y el tonito inocentón de Caldera, o masistas en plan de ser como Teodoro, furiosos echándose a un lado el mechón que no tenían. Ninguno de los imitadores pretendía ser el imitado. Más recientemente como queda dicho, ha habido intentos de imitar a Chávez físicamente y políticamente, cabe recordar a esos oficiales y ex oficiales militares, encajados como comprimidas burbujas en trajes de paracaidistas, y a dirigentes políticos con ofertas como las de Chávez pero «mejores».
Lo nuevo es que los suplentes de Chávez, aquellos que Fortuna ha querido colocar en primera fila de la simulación y el fraude, no quieren parecerse a Chávez sino suplantarlo; no quieren imitarlo sino sustituirlo; no quieren copiarlo sino falsificarlo. Es como si ese «Che» que desfila en los encuentros chavistas, pretendiera ser el propio Ernesto Guevara de la Serna escapado de la CIA y de las tropas bolivianas.
DINÁMICA DE LA IMPOSTURA. Ahora no es una moneda de chocolate envuelta en papel dorado que se parece a una moneda de oro, sino el intento de dorar un pedazo de latón para hacerlo pasar como oro macuquino. Lo primero es una gracia; lo segundo es fraude y delito.
Esto es lo que acontece en la alta dirección chavista que por obra de las malignidades que padece Chávez intenta ocupar su lugar; pero para hacerlo han falsificado al propio Chávez. Ese cuerpo doliente que yace en La Habana ha sido convertido en un personaje que aprieta manos (como si ése no fuera el último gesto de quien se despide), que camina por el pasillo, que echa chistes, que discute los alcances de las medidas económicas, que manda a poner presos a los diputados, que firma en forma tan perfecta como si fuera una firma sobrevenida en computadora, que ríe, que sonríe, que supera todos los obstáculos y que dice a cada minuto que «si la naturaleza se opone» la volverá trizas sin misericordia. En esas circunstancias más vale creer en el silencio de su hermano Adán y de sus hijas que en todo ese espectáculo de quienes dicen quererlo y lo usan en una gigantesca y podrida operación política. A estos, encabezados por los zánganos de los Castro, les importa el ser humano en la medida en que les sirva a sus propósitos y le han construido una «voluntad» que no pareciera estar en capacidad de ejercer.
LA FALSIFICACIÓN. Los lugartenientes ya no quieren parecerse a Chávez sino ser Chávez. En ese proceso han usurpado todo lo que era posible usurpar y se ven urgidos a seguir en ese camino. Era sencillo que el Presidente de la AN se juramentara el 10 de enero, se convocara a elecciones y Nicolás Maduro fuese candidato según el testamento del Presidente Electo. En unas elecciones así, sobrevenidas, era difícil que el ungido no ganara; tenía alta probabilidad, además de la pequeña ayuda que el CNE siempre está dispuesto a prodigar. Pero prefirieron irse por otra vía para impedir que Diosdado Cabello siquiera osara sentarse por 30 días en la silla que Maduro cree que es suya desde el 8 de diciembre, cuando Chávez habló por última vez sin portavoces.Todo lo que ha seguido es un despeñadero de acciones inconstitucionales, anticonstitucionales e ilegales lo cual, a estas alturas, ha comprometido a todos los poderes públicos sin excepción.
Varias dinámicas se han desatado. La feroz pelea entre los grupos de Maduro y Cabello es real y puede ser aún más terrible. Los partidarios del primero desplazan a los del segundo de diversos cargos de la administración pública; se sabe y hay protestas crecientes por tal actitud. Pero como Cabello no es mocho ha procedido a una jugada riesgosa que es asumir en los hechos una porción del Poder Ejecutivo,mediante situaciones que condicionan el ambiente político como la reciente acción contra los parlamentarios opositores. Cabello ha comenzado a cogobernar, a administrar el poder desde la AN y en esa medida deja a Maduro con cada vez menos poder político real aunque siga con el administrativo.
El que el Presidente de la AN haya sido la «estrella» en la celebración del golpe del 4F, empotrado en uniforme militar, y que junto a Pedro Carreño se hayan convertido en los verdugos parlamentarios en la ofensiva contra la oposición, son hechos que muestran cómo quieren tomar el lugar de Chávez por la vía de la exageración, del odio y la represión. Ya no imitan a Chávez sino que aspiran a suplantarlo.
Estas acciones muestran debilidad. Buena parte de los militares y de altos funcionarios civiles que han sido simpatizantes de Chávez, toman distancia de este bochinche. En la FAN el descontento verde ya madura. No quieren verse involucrados en la operación de prestidigitación que desarrollan Cabello, Maduro y R. Ramírez, con la tutoría de Raúl Castro. La ofensiva contra la oposición democrática es una operación de intimidación de quienes tienen una situación de descomposición interna alimentada por las disputas a cuchillo. Poseen los instrumentos para reprimir, todas sus policías, jueces, fiscales, recursos públicos, pero no tienen propósitos comunes lo que hace que una porción de ese poder lo emplee una facción en debilitar a la otra.
Ante este panorama es el momento de fortalecer la unidad democrática mediante una revisión autocrítica para evitar repetir los fracasos recientes. Pareciera que por fin se comienza a evaluar el régimen como neoautoritario y en camino al totalitarismo. Crece la resistencia ante la usurpación. Todos en la misma onda, democráticos y ¡radicales!