Chávez: Es tiempo, busca el crucifijo
En los estertores de tu desastre, importa muy poco tu aparente rectificación. Ya de esa cabuya tenemos un rollo, llanto incluido. Ya sabemos cuando mientes Hugo.
Con el crucifijo a ambas manos, prometiste para todos una reconciliación, un cambio, que te duró unas pocas horas. Los militares que te retuvieron en la Orchila, en tiempos del “golpe”, narran por escrito tu cambio de personalidad, cuando te sentiste de regreso al poder. De que vale ahora una purga de gente, que a tu sombra y conseja ha destrozado un país, desde sus mismas bases, cuando en el fondo tu manera de pensar y actuar sigue siendo la misma. Cambiaran los actores para que continúe un mismo parlamento. Se agotó tu acto.
Vienen más nombres al escándalo que está en el aire y tendrás que seguir removiendo actores de esta mala presentación, que acto tras acto, viene perdiendo audiencia. En la televisión a una mala telenovela, se le busca un final rápido para sacarla del aire. Nadie espera por los tomates en una sala de teatro, cuando comienzan los abucheos y las pitas, se baja el telón.
Miras a otro lado cuando tus huestes, ahora casi sin ocultarse, asesinan un estudiante. El ministrillo que se ocupa de eso, sentencia rápido la culpabilidad de otros y allá ruedan las fotos de rojos camaradas civiles unidos a tus policías promoviendo violencia. Maldito el soldado que levante sus armas contra su pueblo y allá quedó guindando tu promesa de que nunca sucedería. Los estudiantes que ha perdido este país están en la cuenta que nos debes, la que le debes al pueblo verdadero, no al que usas para advertirnos de una mayoría inexistente. Esos muertos no se dejan de llevar encima aun cuando le pongas distancia y tiempo. No hay crucifijo que pueda liberarte de esa carga. Recordarás a Pinochet que dobló su espalda bajo el peso de las condecoraciones militares y los muertos que le ayudaron a prorrogar su dictadura. Esas cuentas, nunca vencen.
Abre los ojos. Mira a tu alrededor y busca un sólo motivo para sentirte orgulloso. No nos enseñes el segundo puente sobre el Orinoco, eso es solamente una masa de concreto y hierro, que se construyó con ingeniería brasilera y sobreprecios venezolanos. Procura, crucifijo en la mano derecha, escribir con la zurda una lista de cosas de las que te sientes orgulloso y que le leerías a tus nietos cuando te acerques al final de la vida. Es así como un examen de conciencia, que te ayude a entender que no lo has hecho bien. Ya no hay “cuarta” donde escudarse, han pasado once años.
Los errores pasan factura y los cobradores de esas facturas están perdiendo la poca paciencia que les quedaba. Son los estudiantes, .los agricultores despojados, las madres que perdieron a sus hijos, los trabajadores de fábricas quebradas, los ahorristas de los bancos que saquearon tus amigos -que ahora desconoces- , los viajeros cuya tarjeta de crédito no funcionó, los enfermos que usan los hospitales, los trabajadores de la destruida industria guayanesa, los petroleros y los que dejan de recibir agua y luz por causa de tus errores. El país arde por los cuatro costados.
Basta Hugo, ten a mano el crucifijo, te hará falta en estos días.