Chávez en su laberinto
Chávez necesita que al Libertador lo hayan asesinado, y anda como un Sherlock Holmes tropical tras la pista de los traidores responsables del hecho. Millones se han gastado en esta investigación cuyo único fruto ha sido confirmar que los huesos pertenecen al esqueleto del gran caraqueño. Pero esto no es lo que busca el actual presidente.
Sobre la íntima convicción de que Él es la reencarnación de Bolívar y de que Bolívar no podía equivocarse, Chávez trata de imitar al Bolívar de los últimos días, reeditando su versión de la Gran Colombia bajo la forma del proyecto imperial comunista de Fidel Castro. En este proceso de reescribir la historia hay que convertir a Bolívar en víctima de la traidora oligarquía neogranadina. Sus oponentes de hoy son herederos de los traidores que conspiraron contra Bolívar y por lo tanto deben ser humillados y castigados por los crímenes de sus ancestros. Fidel le susurro al oído que la «prueba» del asesinato haría olvidar al pueblo las veleidades autoritarias del difunto y tornarán la dictadura en un mal necesario. La sibilina idea fue puesta en práctica de inmediato. Se organizó un equipo de expertos para hacer el peritaje de la osamenta. Los resultados fueron entregados recientemente. Chávez al recibir la información del comité de expertos opinó tajantemente: «A Bolívar lo mataron, pero no tengo pruebas».
Quiere decir que nuestro sabueso seguirá tras la pista de este supuesto crimen ocurrido hace más de 180 años y que las «pruebas» estarán listas antes de las elecciones. Por supuesto, salvo el propio Chávez, nadie más tendrá acceso a esas «pruebas». Lo importante es borrar esa idea que El Padre de La Patria puede haber muerto deprimido y enfermo al saber que había contribuido a la implosión de su magno proyecto: la Gran Colombia.
Entretanto, sigue la construcción del proyecto de Fidel, con la coartada del que Bolívar modeló al final de su carrera. Chávez es el delfín que de Fidel heredará el plan para integrar un imperio en Hispanoamérica. Ese imperio autoritario marxista cuyo núcleo inicial es la ALBA también corre riesgo de colapsar a la muerte de Fidel y de Chávez. Para ellos es importante demostrar que La Gran Colombia no se desplomó por errores de Bolívar, sino por su asesinato. El gran proyecto seguiría vivo de no haber sido por los traidores. Fidel quiere hacer de Chávez un Bolívar para su uso personal. Al «descubrir» a los asesinos, el mito de un Bolívar restricto penetrará en las mentes del pueblo.
Chávez continúa las pesquisas. Aun no ha dicho quiénes son los sospechosos, pero deben ser los generales Santander, Páez y Flores, a la sazón gobernadores de las provincias que constituían la Gran Colombia. Ninguno de ellos era de origen mantuano como Bolívar. Páez venía del pueblo de pie descalzo y los otros dos provenían de la clase media acomodada. Estos caudillos locales se alzaron contra la constitución autoritaria impuesta por un Bolívar en decadencia. La insurgencia de las provincias dio al traste con el Gobierno. Bolívar enfermo y deprimido no pudo dominar la insurrección. Por ello se vio obligado a renunciar e irse a morir a Santa Marta.
El complot de aquella lejana época tiene paralelos importantes en la trama actual. Los aparentes conspiradores eran todos militares más jóvenes que Bolívar, que lo habían seguido devotamente hasta que empezó a violar la Carta Magna. Estos militares patriotas que desempeñaban cargos civiles en el Gobierno no aceptaron el deseo del Libertador de modificar arbitrariamente la constitución de Cúcuta. Bolívar al final de su carrera, enfermo y siguiendo malos consejos, intentó desarrollar un proyecto bonapartista, idea por cierto compartida con figuras como San Martín. La intención era convertir la Gran Colombia de confederación en un estado centralista y auto-nombrarse dictador vitalicio. El Bolívar de 1928 no era el de la Campaña Admirable. El mismo propósito lo tiene Fidel con su ALBA. Hugo Chávez es sólo el instrumento.