Chávez después de Chávez
Chávez falleció. Respeto el dolor de sus deudos.
Respeto a un presidente muerto no debe confundirse con aceptación sumisa y dócil de las propuestas que emergen para manejar esta transición. Aquí hay una Constitución que clama por su respeto.
Todavía retumban en mi cabeza las palabras del ministro de la Defensa, hace escasos minutos en el canal de televisión del estado. Afirmaba sin titubeos que Maduro continuará gobernando, pues esa fue la voluntad del finado, al tiempo que leía un párrafo del último discurso de Chávez en diciembre pasado. Con desmedida pasión, advierte que cumplirán los deseos de Chávez para lograr que Maduro sea el presidente que continúe el proceso revolucionario. Difícil entender si habla de que Maduro gobierne hasta las elecciones, o que gobierne después de haber ganado unas elecciones. En cualquiera de los dos casos, produce estupor observar como un militar de su rango y ocupación hace política a viva voz en trasgresión clara a la constitución que dice defender. Eso es inaceptable. Eso no admite interpretaciones.
La paz en Venezuela pasa por la noción de usar el contrato social que está escrito y -aceptado por los venezolanos- para manejar las decisiones del Gobierno. Mala conseja es usar los deseos del que fue presidente para sustituir los mandatos constitucionales. Las instituciones mantienen su fuerza y su investidura en la misma proporción en que aplican la justicia en sus decisiones. Aquí hay un país tratando de entenderse y el idioma común, el que nos une, habla de paz. Hagamos la paz. No hay un Chávez después de Chávez.
Para cuando los actos oficiales concluyan, este fin de semana, los venezolanos debemos tener claro el panorama que nos llevará a unas elecciones. Eso debe incluir un cronograma electoral y la separación del gobierno de quien pretende –por designio del presidente fallecido- presentarse a las elecciones, para ser el candidato del partido de gobierno. Aquí no valen interpretaciones de conveniencia.
Importante será que se tomen decisiones responsables en el ámbito económico para detener esta caída libre a la que se somete al país por falta de ejecuciones acertadas. El país debe exigir trabajo sostenido a sus gobernantes, antes de que continuemos destruyendo fuentes de trabajo necesarias. Ahora no les queda otra que asumir control y responsabilidad ante el caos que han producido. Aquí no hay a quien echarle ese muerto.
En ocasión de la tragedia de Amuay, al pie de muchos muertos, Chávez dijo: el show debe continuar. ¿Será que aplicamos ahora una actitud parecida ante su propia muerte?