Chávez contra Ledezma
El nombramiento de Jacqueline Faría como Jefa del Gobierno del Distrito Capital representa un paso más en el camino a imponer la recentralización a juro y desconocer la voluntad popular. Esta decisión arbitraria, ilegítima, inconstitucional e impopular, tiene otros agravantes que la hacen aún más repugnante: fue a una mujer a quien el teniente coronel designó como autoridad espuria. Ni siquiera nombró a un dirigente del PSUV para que perpetrara la violación de la Carta Magna y la traición a los casi ochocientos mil caraqueños que votaron el 23-N por Antonio Ledezma, único mandatario con legitimidad y representatividad.
Creo haber superado en gran medida los prejuicios machistas que gravitan sobre la conciencia de los venezolanos, sin embargo, no me parece casual que el nombramiento de la ahora vicepresidenta del PSUV y presidenta de MOVINET haya sido obra del azar o de sus méritos gerenciales, reconocidos cuando ejerció la presidencia de HIDROCAPITAL. En esa jugada aprecio un cálculo mefistofélico: a Ledezma le resulta más complicado encarar sin piedad a una dama que a un dirigente, digamos, como Disonado Cabello. Los valores que se sedimentan en el alma colectiva se petrifican, y el valor de la feminidad más que cualquier otro. A las mujeres ni con el pétalo de una rosa. Creo que por las mismas razones escogieron a la jueza Marjorie Calderón para que dictara la que constituye la sentencia más aberrante de cuantas han dictado los tribunales del horror chavista: condenar a 30 años de prisión a los comisarios Forero, Simonovis y Vivas, y a los policías metropolitanos. Al igual que los asesinos de las FARC utilizan a sus rehenes como escudos humanos, el teniente coronel se vale de mujeres para tratar de reducir el costo político de los abusos que comete. Por supuesto que me muevo en el campo de las conjeturas. No hay manera de demostrar esta hipótesis, pero, tratándose de un sujeto que no da puntada sin dedal, no creo que sea casual que en las dos decisiones más polémicas y abominables adoptadas recientemente, estén envueltas manos femeninas.
Dicho esto, no queda más camino que enfrentar en toda la línea a esa figura írrita, encarnada por la señora Faría. La defensa de la descentralización, la democracia y el voto en cuanto instrumento para elegir las autoridades públicas, implica oponerse a una autoridad cuya única fuente de poder reside en el dedo omnipotente del autócrata. Ella ni es representativa, ni legítima, ni popular, ni constitucional; por lo tanto, no puede ser reconocida por el pueblo ni acatada por el resto de los alcaldes del Distrito Metropolitano electos en los comicios del 23-N. Que se le cuadre Jorge Rodríguez.
Esas decisiones caprichosas las toma el autócrata después de haber perdido el apoyo popular en Caracas. Antes de los comicios de noviembre, cuando pensaba que podía ganar en la capital, respaldó al dirigente más votado en las elecciones internas del PSUV, el profesor Aristóbulo Istúriz, para que se midiera con Ledezma. En aquel tiempo, la Alcaldía Metropolitana no era un adefesio, según la expresión utilizada por Cilia Flores, sino una plaza apetecible que debía conquistarse a toda costa. De allí que lanzasen a liza, fusil en ristre, a su mejor hombre. Este resultó un gallo pataruco. No pudo ganar a pesar del obsceno respaldo que le ofreció su jefe. Perdido el coso, hicieron como Jalisco: si no gano, arrebato. El Pedagógico no le enseñó al profesor a ser buen perdedor, algo que puede ocurrir en una democracia. Desde luego que en los cuarteles al comandante no le dieron lecciones de tolerancia, ni de respeto al adversario.
En la Ley del Régimen del Distrito Capital se le transfieren al “Jefe del Gobierno” la mayoría de las competencias y recursos que le corresponden al Alcalde Metropolitano. Esta recentralización deja a la intemperie a más de 40.000 trabajadores que perciben sus ingresos de la Alcaldía Metropolitana. Según ese epítome del cinismo y la canallada llamado Carlos Escarrá, este gravísimo problema económico y social debe resolverlo Antonio Ledezma, a quien dejaron sin Situado Constitucional y sin Subsidio de Capitalidad. Cuarenta mil familias han sido puestas en la picota por el aspirante a dictador, y sus cagatintas salen a desentenderse del drama, y a colocar la responsabilidad en un gobernante acosado e inerme. Además de desvergonzados, inhumanos.
Al alcalde Ledezma lo tienen rodeado, y eso que aún la Asamblea Nacional no ha aprobado la reforma de la Ley del Régimen del Distrito Metropolitano, con la cual tratarán de darle la estocada final. Vistos los hechos, no le queda otro camino que hacer respetar la legitimidad y representatividad que le confieren los cerca de 800.000 votos que obtuvo. En Caracas hay muchos pobres que se sentirán satisfechos de que la autoridad que eligieron, despache desde los miserables barrios que este Gobierno ha permitido que existan, a pesar de la abundancia de recursos de los que ha disfrutado, y luego de los regalos millonarios a Cuba, Nicaragua y Bolivia. El tiro les pude salir por la culata.